jueves, 1 de mayo de 2014

Titantuit II

Escribo

Soy un animal que escribe y lee. Algunos que leen y escriben se posicionan respecto al arte de escribir. Periodistas, escritores y otros contadores de historias, incluidos los aficionados como yo; también, sobre todo, científicos, historiadores y universitarios que escriben para la posteridad sus ensayos y doctorados; algunos entre todos ellos se disputan la titularidad del arte de escribir, de esas bellas virtudes que podemos encontrar en muchos textos de todo tipo o campo. He leído ya varios artículos publicados al respecto. Pues bien, ¿tendré yo o gente como yo, que escribimos o tenemos blog, derecho a un trozo de la “tarta”?. Empecemos, leamos y preguntemos qué clase de texto es éste que estamos leyendo. Clasifiquemos, quizás así sepamos más del arte de escribir. Aunque algunos, en el fondo, prefieren clasificar a los escritores, así para ellos: ¿quién soy yo ante la escritura pública y su posibilidad de arte?, ¿quién está escribiendo este texto?



Esos algunos, respecto al arte de escribir, pueden clasificarme de varias maneras: bloguero, periodista ciudadano, escritor no profesional, incluso tuitero (hay tuits escritos con arte), pero yo, ante mí, sencillamente: escribo. ¿Y por qué escribo?, sería lógico preguntar. Podría saltarme lo de pensar y responder directamente “porque existo”. Pero no, en realidad escribo porque pienso. Pienso, luego escribo. ¿Y qué pienso?, sobre muchos temas de variados campos de la existencia teórica y práctica, tanto privada como pública, ideal o material. ¿Escribo todo lo que pienso?, no. ¿Publico todo lo que escribo?, no. Entonces, ¿por qué publico escritos?, difícil pregunta, mejor ir descartando para seguir clasificando y descubrir el arte de escribir para hacerlo público y que reparta suerte o virtudes.

A mí no me dan dinero por escribir, en este saco sí me pueden meter. Es decir, hay escritores que cobran o ganan dinero escribiendo y otros que no. Entre los que cobran dinero, y que podríamos llamar profesionales, supongo que existirán quienes lo seguirían haciendo aunque no cobraran. Pero en la lógica práctica del mercado literario: existen escritos publicados que han costado dinero y escritos publicados que no han costado dinero. Por ahora se excluye la lectura que paga por acceder a escritos publicados en libros o periódicos, como ejemplos. U otro ejemplo, este texto o post no me lo pagan con dinero, aunque para leerlo sea necesario algo de dinero y tener comprado un ordenador, electricidad y conexión a internet. Este escrito no le sale totalmente gratis al lector, pero yo sigo escribiéndolo gratis. Llegados aquí la siguiente pregunta lógica para mí sería: ¿el dinero manda en el arte de escribir?

Una cosa tengo clara, a mí no, soy de los muchos escritores que publican textos sin que el dinero nos mande, es imposible: no cobramos; pero qué pasa cuando el dinero manda. ¿Hay periodistas y escritores que escriben según el criterio de quienes pagan sus nóminas o contratos?, sí. ¿Al mismo tiempo hay escritores o periodistas, profesionales en definitiva, que son capaces de escribir libremente, o de elegir libremente los temas o noticias a tratar, al margen de los criterios ideológicos de sus jefes o de los contratos firmados con editoriales?, sí, también. En el fondo dudar es razonable ante un escritor, periodista o texto pagado con dinero (excluyendo los textos de ficción o novelados, aunque sean pagados, ya que reconocen de antemano ser una invención que no ha ocurrido en la realidad práctica). Dudar de la independencia en los textos de no ficción y pagados, sobre todo cuando privado es el pagador, parece razonable. Sin embargo, ante los que escribimos sin cobrar dinero no hay duda: escribimos en total libertad. Podemos ser buenos o malos, imparciales o no, mediocres o geniales, pero no hay duda que en todo caso nos guía la libertad. Si alguien puede exhibir la bandera de la libertad en el arte de escribir somos nosotros, los que no cobramos por escribir. De los demás, llamados profesionales, algunos (o muchos, quién sabe) no.

Ahora llegamos a pensamientos más complejos, porque de la pregunta inicial “¿por qué escribo o por qué publico escritos?” la lógica me ha traído a cuestionar la libertad. Por lo tanto ¿qué es esa bandera que puedo exhibir tranquilamente como escritor no profesional?, qué es la libertad. Tratar de responder supondría demasiado texto para un sólo post, hay que “achicar agua” o “nos hundimos”. Si escribo lo que pienso libremente, ¿qué es el pensamiento libre? Para mí es aquel que tiene mucha diversidad ante sí y puede escoger lo que quiera. Por ejemplo se puede escribir y publicar un texto apoyando una causa, en su contra, o tratando de ser imparcial. Pero cuando ya se ha elegido: ¿seguimos siendo libre?, y aquí radica la máxima dificultad, ¿el compromiso resta libertad? Para mí al menos no cuando el compromiso es favorecer a la propia libertad en su faceta colectiva, para conseguir o elegir una comunidad mejor y así saber cómo llegar a ella. No resta libertad cuando el compromiso elegido es aportar experiencia o pensamientos para que otros puedan ser mejores o más libres, por lo tanto mejorar el conjunto. Hay una libertad antes de elegir el compromiso y otra durante el compromiso que nos identifica.


Ya puedo responder a porqué escribo, y sí, era fácil, escribo porque quiero aportar a mis comunidades más diversidad entre los pensamientos y textos públicos. Es lo menos que puedo hacer cuando recibo de los pensamientos o textos públicos tanta ayuda para poder ser como soy. En otras palabras, escribo porque soy lector, porque a veces he leído o leo textos de otros que parecen como si los hubiera escrito yo. Hay gente que ha escrito o escribe por mí y yo quiero escribir para que otra gente escriba a través de mí. Escribo porque leo. Así que pido este “trozo de la tarta”, donde cualquier lector puede ser escritor y parte en la titularidad del arte de escribir. Todos los lectores son escritores, a todos ellos o a todos nosotros corresponde el mérito del arte de escribir. Y la fama debería darse al terminar de leer el último párrafo de un texto, porque la fama corresponde al texto. Otra cosa es la “tarta” empresarial, profesional o de negocios que discurre paralela al arte de escribir, donde interesan escritores famosos, o promocionarlos, y cobrar por leerlos.

No significa que todos los escritores no profesionales seamos buenos en el arte de escribir, en los pensamientos, en las ideas o en las ideologías. Tampoco que cuando un escritor cobre dinero por escribir pierda libertad, sólo que su compromiso se ve doblado. Hasta entonces escribía por un compromiso con él mismo y ahora se añadiría un compromiso por dinero, sólo eso. Que a la larga los dos compromisos dejen de ser paralelos y se enfrenten uno a otro tampoco representa algo negativo, pues el resultado de la batalla puede mejorar al escritor, a sus textos o al arte de escribir. Para mí son buenos escritores aquellos que aún cobrando por escribir son capaces de seguir ofreciendo textos gratis a la sociedad lectora. En cualquier caso me quedo con la unidad entre escritura y lectura, no con la unidad entre escritura y dinero. El mérito del arte de escribir se lo lleva el lector y el mérito del arte de leer se lo lleva el escritor. Este ciclo de agradecimientos alimenta el rodaje de la literatura, del periodismo, de la blogoesfera y de las redes sociales, de todos los lados donde circulen textos públicos, sean profesionales o no, gratuitos o de pago.


Hoy en día internet nos brinda, o aumenta mucho, la posibilidad de leer sin pagar, y esto es muy bueno no sólo para el arte de escribir o el de leer, también para la educación y el conocimiento. Aunque desaparecieran los escritos o escritores pagados y desaparecieran los lectores que pagan: seguiría existiendo el arte de escribir, y no sería sólo procedente del pasado. Por ello los escritores no profesionales, los blogueros, los periodistas ciudadanos, incluso los tuiteros, representamos mucho futuro para el arte de escribir y para la libertad que elija educación o conocimiento. Si unos pisan el territorio de otros no somos nosotros, destinados a defender la titularidad del territorio público. Más aún cuando se condena a buena parte de la sociedad a una pobreza indigna, y todo ello ante la libertad virtual del conocimiento o ante un montón de información libre y casi gratuita. Una mezcla difícil de imaginar hace un siglo, pero hoy es plena realidad en nuestras sociedades. Muchos pobres, pero bien informados, mejor dicho, ante la posibilidad de estar bien formados e informados. Porque la libertad no sólo ofrece lo bueno, también puede ofrecer lo malo. Si hay libertad para escribir y leer gratuitamente no todos elegirán escribir o leer para el bien común. También habrá o hay quienes lo harán o hacen para intereses privados o de pequeños grupos y en perjuicio del bien común democrático.

Una razón más para valorar a los escritos por encima de los escritores. Un escritor siempre está en movimiento y puede caer en trampas o destinos tempestuosos, un escrito termina su viaje y es definitivo. Los escritos son cerrados en su publicación, pero si perduran en la historia pueden ser mutilados, partes censuradas, incluso modificadas. Esto podría cambiar con los soportes informáticos y cuánticos. En definitiva es la idea que hay en ciertos textos aquella que sentimos como nuestra aunque la haya escrito otro, despertando solidaridad. Es la belleza que encontramos en ciertos textos la misma que existe dentro de nosotros, es nuestra aunque la hallemos y leamos en soportes exteriores porque nos hace conocer o reconocer nuestro propio interior. La libertad no nos hace mejores, sino aquello que elegimos cuando somos libres. Estos compromisos pueden parecer que nos restan libertad, como las fuentes de dinero que nos hacen sacar a nuestras familias adelante, pero podemos mejorar nuestras elecciones, por ejemplo existen los seudónimos, ideales para escritores muy "atados" o comprometidos.

Porque la literatura que cena bien puede recrearse, pero la que come mal o pasa hambre antes tiene que reivindicar, es literatura o periodismo de supervivencia, es el arte elevado a su máxima expresión práctica y necesaria. Para ello el método discursivo necesita texto o el texto es su destino. ¿Y qué profesionales requieren discursos? La que más necesita la literatura o el periodismo de supervivencia es la Política, y no hablo de la profesional o que cobra, sino de la Política en general, donde los ciudadanos son los que tienen el mayor peso. Esta literatura (gratuita) de supervivencia puede abarcar lo social, económico, civil, humanitario, pero al final o en esencia necesita a la política. Los textos o discursos políticos capaces de motivarnos para que en el voto no acabe la democracia solidaria, sino que ahí comience. Porque los discursos oficiales de la política en el poder nos dibujan como objetivo una sociedad con desempleo bajo pero con mayoría de trabajadores con contratos precarios, también llamados "contratos basura". Esta es la sociedad "ideal", más bien ideada por unos pocos, a la que pueden llegar los líderes actuales de la Política. No dan más de sí, y si queremos más debemos participar en los textos políticos, escribirlos y leerlos.

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