GRANITOLANDIA
El
planeta de los granitos de tierra
Hace cinco mil millones de años ocurrió en lo más profundo del Universo que se desprendió de una solitaria estrella una nube incandescente de polvo y gas. Las explosiones fueron tan violentas que pareció por un instante que la propia galaxia iba a reventar. Poco a poco la nube fue apartándose del poderoso astro. Alejada del enorme foco de calor comenzó a enfriarse. El polvo se solidificó formando una masa redonda que pronto cubrió el gas en forma de atmósfera. Acababa de nacer un planeta...
El
recién nacido inició su primera órbita alrededor de la estrella
convertido en una esfera casi perfecta y completamente lisa. En la
parte baja de la atmósfera formada por el gas se creó una densa
niebla oscura. Desde lejos el planeta parecía un punto negro
desdibujado en un horizonte estelar. Tanta luz alrededor del pequeño
nacido y, sin embargo, la baja atmósfera impedía que la claridad
bañara las inmensas llanuras de su superficie. De esta manera
pasaron doscientos millones de años, tiempo suficiente para que uno
de los misterios del universo fuera a suceder.
Cuando
ya parecía todo eternamente inmutable surgió a lo lejos un cometa.
Era el “Eterno Portador de Vida”. Efectivamente, este veloz astro
forma parte de una leyenda sideral tan antigua como el propio Cosmos.
Según la cual, el ser supremo utiliza este cometa para repartir vida
por todos los sistemas estelares. La historia relata también que
encargó la tarea de pilotarlo a un extraño ser que nadie ha
visto jamás y llamado “Sitsi”. Se cuenta que este ente
inimaginable tiene la misión de dar vida a un planeta de cada Sol.
“Por cada estrella un mundo”, lema de Sitsi. Por esto se alegró
mucho cuando divisó al nuevo y solitario planeta. Mil millones de
años antes, es decir, el tiempo que este navegante espacial emplea
en dar una vuelta completa al Universo, el recién nacido no estaba.
Pero ahora el pequeño se encontraba allí, a lo lejos, cerca de su
estrella/madre.
Invadido
por la emoción Sitsi puso proa y rumbo al planeta sin nombre. Llegó
y dio varias pasadas por su órbita, derramando vida por doquier.
Cuando acabó y se dispuso a marchar, lo miró durante un momento y
pensó: “Dentro de mil millones de años volveré a visitarte y me
gustaría contemplar una hermosa vida en ti”. Con esta esperanza
marchó en su eterno viaje. Así pasó mucho tiempo y en el planeta
parecía que nada había cambiado. En su superficie sólo existía
llanura, oscuridad, polvo y tierra. ¿Acaso Sitsi había fracasado?
La
respuesta no tardó en llegar porque, de pronto, algunos granitos de
tierra comenzaron a moverse lentamente. Lo asombroso era cierto.
Aquellas miniaturas casi insignificantes cobraron vida. Y millones de
granitos de tierra que cubrían la superficie del planeta surgieron
como una nueva especie espontánea. Como eran redondos tenían que
rodar sobre si mismos para realizar cualquier movimiento. Aquellos
primeros “pasos” eran torpes, sin sentido ni dirección
premeditada.
Transcurrieron
millones de años más y sus cuerpos fueron transformándose poco a
poco y, de esta manera, se adaptaron mejor al espacio que les
rodeaba. La especie de los Granitos de Tierra comenzaba a diseñarse
de forma natural y ayudados por el tiempo. Todos tenían cuerpos
redondos sin cuello alguno, grandes ojos, extremidades cortas, finas
y delgadas, cuatro dedos en las manos y tres en los pies. Pero lo más
destacado en aquellos diminutos seres era la piel, que parecía como
pequeñitos muros de piedra.
El
nacimiento global de la especie fue lento y prolongado. Al principio
se comunicaban entre ellos con gestos, posturas y monosílabos
sonoros. Pero con el paso de los milenios progresaron en la
comunicación y crearon un lenguaje rico y variado. Sin embargo entre
tanta evolución hubo algo que no cambió en el entorno, siempre era
noche cerrada. La oscuridad prolongada, sin estrellas y nublada,
pesaba enormemente en el ánimo de esta especie.
Algunos
granitos de tierra caminaban todo el tiempo de un lado a otro
intentando escapar de aquella poderosa niebla oscura. Otros, pasaban
horas y horas mirando al cielo negro. Observaban atentamente la parte
superior, pues se divisaba, casi se imaginaba, una claridad lejana.
Era el resplandor de una esperanza que atravesaba un mar de tinieblas
hasta llegar a la vista miope de aquellos liliputienses seres. Esta
visión de momentos, entre un ir y venir de tempestades tenebrosas,
hacía nacer y mantener la esperanza de que en algún momento
llegarían a ver la luz del Sol.
La
oscuridad perenne continuaba impregnando toda la superficie
planetaria. Los granitos de tierra más débiles solían llorar. Los
más astutos en silencio pensaban. Así el tiempo parecía inmóvil y
el futuro se presentaba desesperado. Pero el Destino es a veces
caprichoso y se manifiesta inesperadamente. Como sucedió a un
granito de tierra que, cansado de tanto andar, se sentó y comenzó a
pensar. Pasó algo de tiempo y, de pronto, se puso en pie y
reflexionando en voz alta dedujo: “Si nos subiéramos unos encima
de otros ganaríamos altura y, como consecuencia, llegaríamos al
cielo y podríamos ver la luz... ¡Sí!. ¡Lo encontré!. ¡Lo
encontré!”.
Aquel
pensador no se lo podía creer, había encontrado una solución fácil
a un problema que instantes antes parecía imposible de resolver.
Impulsado por el entusiasmo corrió a dar la buena nueva a sus
compañeros. Por fin encontraron la manera teórica de llegar a la
luz. Era la lógica y rápidamente se propagó por todo el contorno.
Y allí mismo, en el lugar donde se descubrió la solución se
reunieron en pocas horas miles de granitos de tierra, se montaron
unos encima de otros y formaron un pequeño montón. La noticia
continuaba propagándose y hacia el lugar iba llegando una
muchedumbre procedente de todas las zonas planetarias. Todos querían
participar en aquella empresa. Era la única salida para una
situación de oscuridad inaguantable. De esta manera el montículo de
tierra fue elevándose poco a poco. A los pequeños corazones de
piedra llegó algo desconocido hasta entonces: la alegría del
entusiasmo.
Pero
en los primeros pasos inteligentes de aquella especie no faltó la
aparición también de la avaricia, que engendró la ignorancia
suficiente para introducirse en las primeras acciones aparentemente
lógicas. Por ello, el grupo que se estaba formando pensó que era
más productivo y ventajoso admitir sólo a los granitos de tierra
más grandes y robustos. Imaginaron que de esta manera el montículo
sería cada vez más alto y en menos tiempo. Y así hicieron. A
partir de entonces los organizadores del grupo sólo aceptaban a los
fuertes y corpulentos, despreciando a los pequeños y débiles. Con
esta decisión nació la primera ideología marginal; según la cual,
los fuertes eran los únicos destinados a llegar a la Luz. Estos
fuertes se llenaron de orgullo, hicieron una gran fiesta y bautizaron
al grupo con el nombre de “Aña”, que en su idioma significaba
“asociación de los fuertes”.
Los
pequeños y débiles ya no fueron requeridos para participar en la
tarea de hallar la Luz. Se sintieron traicionados y condenados
eternamente a la oscuridad. Desesperados, quedaron esparcidos por
todo el planeta. La tristeza invadió sus pequeños corazones
mientras observaban desde lejos cómo crecían los añas. Así que no
tardó mucho en aparecer la envidia en sus pensamientos y el odio en
sus sentimientos. Lo que parecía impotencia daba sus peores frutos.
Sin embargo, la emanación y multiplicación de la lógica era
irreversible y apta para todos. Otro cambio no tardaría en
manifestarse. Muy poco tiempo después tres granitos de tierra
débiles decidieron hacer una reunión para hablar de sus problemas.
En ella fueron conscientes que la lógica se manifestó para todos.
Esta conclusión les condujo, inesperadamente, hacia una solución
paralela.
Uno
de ellos afirmó:
_
Los añas son fuertes y grandes, pero todos nosotros unidos somos más
numerosos. Y podríamos agruparnos y hacer igual que ellos.
Otro
decidió:
_
Entonces vamos a buscar más granitos de tierra como nosotros y
hagamos otro montículo.
Y un tercero, bautizando, exclamó:
_
¡Eso, eso!. ¡Y nos llamaremos “Mont”, que significa “los
muchos”!.
Con
estas palabras nació otro grupo que comenzó a crecer rápidamente.
La superficie del planeta dejó de ser lisa. Dos montículos se elevaban
hacia el cielo. El trabajo para los dos grupos fue duro y paciente.
Estuvieron años reclutando nuevos compañeros. Hasta que,
inevitablemente, ya no quedaron más granitos de tierra disponibles.
Todos estaban agrupados entre uno u otro grupo. Este hecho representó
toda una sorpresa desagradable y las dos agrupaciones se vieron ante
el mismo problema.
_
No hay nadie más -decían los fuertes-.
_
No queda nadie suelto -sentenciaban los numerosos-.
Entre
el desconcierto la casualidad hizo acto de presencia. Los dos grupos
alcanzaron una misma elevación, ambos medían unos mil metros de
altura. Casi rozaban el cielo, faltaba tan poco que la desesperación
se hizo común para ambos montículos. Vino después un tiempo de
feroz rivalidad donde las traiciones y los insultos se hicieron casi
insoportables, produciendo escenas dolorosas en ambas partes. La
lógica parecía que no había traído nada bueno a aquel pequeño
planeta. Muchos opinaban que el futuro sería un caos interminable.
Algunos afirmaban que ninguno de los dos grupos llegarían a la Luz.
Otros no sabían qué pensar. Pero el Destino, sabio guardián de
sorpresas, preparaba una espectacular.
Ocurrió
que desde el Espacio exterior llegó un meteorito que se partió en
mil pedazos al entrar en contacto con la atmósfera. Entre los
grandes trozos de piedra que cayeron apareció milagrosamente un
granito de tierra ¡vivo!. Aquel ser inesperado al ser visto fue
rápidamente codiciado por ambos grupos, pues suponía un eslabón
más en sus respectivas ambiciones de grandeza. Los añas no
perdieron tiempo y fueron a hablar con él. Cuando llegaron uno de
los cabecillas dijo:
_
¡Hola pequeño!. Somos el grupo Aña, el de los fuertes. Venimos a
pedirte que te unas a nosotros. ¿Qué decides?
Pero
el llegado no decidió, sino que preguntó:
_
¿Para qué queréis que me una a vosotros?
_
Porque queremos llegar al cielo y encontrar la luz. Además si te
unes a nosotros seremos más alto que los monts.
El
“pequeño” quedó un instante en silencio y después manifestó:
_
Necesito pensar antes de decidir. Si volvéis mañana a esta misma
hora os diré mi decisión.
Dicho
esto el grupo Aña marchó con el propósito de volver al día
siguiente. Después ocurrió lo esperado, llegó también el grupo
Mont y saludaron diciendo:
_
¡Hola solitario!, somos el grupo de los numerosos. Hemos venido a
proponerte que te alíes con nosotros. ¿Qué dices a esto?
Pero
el “solitario” no dijo, sino que manifestó:
_
¿Para qué queréis que me alíe con vosotros?
_
Para llegar al cielo y ver la Luz. Además así seremos más altos
que los añas.
El
“solitario” quedó un momento en silencio y después afirmó:
_
Lo pensaré. Mañana un poco antes de esta hora os diré mi decisión.
El
grupo Mont marchó expectante. El pequeño y solitario hizo algo que
parecía peligroso, había citado a los dos grupos el mismo día y a
la misma hora. Cualquier cosa podía ocurrir. Pero ¿quién era este
misterioso ser llegado del Espacio?. A la misma hora que habían sido
citados aparecieron los dos grupos. Al verse unos frente a otros
quedaron mudos e indecisos. Después se escucharon voces e insultos.
Pero intervino el llegado diciendo:
_
¡Silencio por favor!. Vosotros me habéis llamado “pequeño” y
“solitario”, sin embargo procedo de un planeta muy poblado y soy
portador de una inmensa grandeza. He venido para ayudar a todos. O
mejor dicho, a mostrar el camino para que os ayudéis vosotros
mismos. Tuvisteis una oportunidad única cuando encontrasteis el
camino de la razón. La lógica bondadosa os mostró que a través de
una unión entre todos vosotros aparecería la Luz. Pero deformasteis
esta verdad convirtiéndola en lógica negativa. En vez de una unión
formasteis dos uniones y os lanzasteis al enfrentamiento entre
semejantes. Este error ha estado a punto de costar la vida global y
os mantiene lejos de la Luz. ¿Es que acaso no os dais cuenta que si
formáis un solo grupo llegareis por fin a la luz?
En
ese momento un granito aña se atrevió a replicar.
_
Pero llevamos siglos enfrentados, no podemos borrar todo el deseo de
venganza y odio en un solo día.
Se
lo estaban poniendo difícil al visitante. Pero éste ni se inmutó y
continuó hablando.
_
Más tiempo lleva la Luz encima de vuestra oscuridad sin que la
podáis divisar. Pero si me apuráis os diré que ni siquiera se
trata de sentimientos. No os hablaré de amor, que es lo más
poderoso que existe, ni tampoco hablemos de vuestro odio, que es
vuestra poderosa debilidad común. Hablemos de inteligencia, de saber
qué es lo que más os conviene y de cómo conseguirlo. El primer
paso es reconocer los errores. Vosotros los añas fuisteis torpes,
porque lo que suponíais que era vuestra fuerza es ahora vuestra
debilidad. Y vosotros los monts sois igual de débiles, porque
vuestra solidaridad inicial sólo os ha conducido a la división y
enfrentamiento entre hermanos. Pero he aquí que si unís vuestras
respectivas debilidades se convertirán en una poderosa fuerza
inigualable, de tal magnitud que si la usáis pasaréis de la
oscuridad a la luz, de la guerra a la paz y del fomento del odio a la
rentabilidad del amor. Esto es lo que os quiero proponer. Y ahora que
lo sabéis os pregunto ¿estáis dispuestos a unir vuestros dos
grupos en uno sólo y llegar así a la luz?
Los
dos grupos quedaron perplejos y sorprendidos por aquel discurso y
proposición. No sabían qué hacer. Se escucharon algunos
comentarios.
_
¡Qué granito de tierra más listo!.
_
¿Será verdad lo que ha dicho?.
Uno
de ellos hasta llegó a preguntarle:
_
¿Por qué sabes tanto?.
Y
él respondió:
_
Porque procedo de un lejano planeta que una vez tuvo el mismo
problema que vosotros tenéis ahora...
Alguien
le interrumpió con un dilema:
_
Si vivías en un lejano planeta con luz, ¿qué haces aquí ahora en
la oscuridad?.
_
Esa es una buena pregunta que merece una sabia respuesta. Os contaré.
En mi planeta llegamos a la Luz después de muchas guerras y odios
vencidos. Cuando ocurrió todo era felicidad y alegría. Pasó el
tiempo y nos acostumbramos a este buen estado de ánimo. Pero la
inteligencia prosiguió su desarrollo entre nosotros. Así nos dimos
cuenta que la felicidad no sirve para mucho cuando se descubre que en
otros planetas viven aún en la oscuridad total. El dolor y
sufrimiento de muchas zonas del universo llegaban hasta nuestras
conciencias. Y al descubrir que nosotros podíamos llevar la Luz a
muchos hermanos intergalácticos, nos sentimos culpables de no
hacerlo. Y con sentimientos de culpabilidad no se puede ser feliz.
Por eso acordamos que un grupo de nosotros viajaría por el Cosmos en
busca de planetas oscuros para invitar a sus habitantes a poner en
práctica la solución que conduce a la Luz. De esta manera en mi
mundo dejamos de sentirnos culpables y volvimos a sentirnos felices
al saber que muchos de nosotros habíamos partido como mensajeros de
la Luz. Por eso estoy aquí entre vosotros.
Todos
los presentes quedaron boquiabiertos. Demasiadas verdades en tan poco
tiempo. No tenían capacidad para reaccionar. Pero el enviado
aprovechó el momento de incertidumbre y prosiguió con decisión:
_
Bueno, basta ya de charla y comencemos la tarea porque... ¿tenéis
ganas de ver la Luz?.
Esta
vez hubo reacción en forma de grito colectivo:
_
¡¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!!
La
unísona voz fue tan fuerte y elevada que pareció salir de la
oscuridad y llegar al mismísimo cielo de luz. Todos saltaron de
alegría. Añas y monts se abrazaron y felicitaron mutuamente.
Cantaron y bailaron celebrando la llegada de la paz y la fraternidad.
Con esta felicidad iniciaron la empresa más grande que jamás se
hizo en aquel pequeño planeta oscuro. Así, en un corto periodo de
tiempo todos se agruparon en un único grupo. Y he aquí que por fin
llegaron a la Luz y un milagro pareció producirse. La negra niebla,
al ser perforada por el inmenso montículo, se replegó sobre si
misma como un gigantesco remolino y ¡desapreció!. El deleite
general fue imparable. La claridad llegó a todas partes y mostró la
hermosura del planeta largamente cubierta. Era espectacular. Y en
aquel momento se escuchó la voz del enviado que desde la cúspide
del enorme montículo gritaba:
_
Y ahora os diré mi decisión. No me uniré a los añas, no me uniré
a los monts. Me uniré al recién nacido grupo “MONT-AÑA”.
Y así
nacieron las montañas en aquel planeta. Desde entonces sus cimas son
las primeras en recibir los rayos de luz de las mañanas y las
últimas en despedirlos por las tardes.
Mucho
tiempo después volvió a pasar el Cometa Portador de Vida. Sitsi
quedó prendado con tanta hermosura viva. Valles, cordilleras y
mesetas irradiaban luz por todas partes. Se puso tan contento que
bautizó al planeta con el nombre de “La Tierra”, en honor a sus
primeros seres vivos. Y volvió a derramar vida por doquier. De ella
nacieron los vegetales que pronto cubrió a casi todo el planeta de
un frondoso color verde. Mil millones de años después volvió a
pasar y otra vez quedó maravillado. Esta vez también derramó vida
por todas partes y de ella nació el mundo animal. El planeta parecía
un paraíso con tantos seres conviviendo en una diversidad armoniosa
y equilibrada. Otro milenio de millones de años después retornó
Sitsi a bordo de su cometa y al ver toda aquella grandeza viva quedó
de nuevo impresionado. Así que otra vez derramó vida. Y surgieron
los humanos.
Pasó
el tiempo y los humanos comenzaron a evolucionar, hasta llegaron a
ser algo inteligentes. Pero en los primeros pasos sabios de aquella
especie no faltó la aparición de la avaricia, que engendró la
ignorancia suficiente para introducirse en las primeras acciones
aparentemente lógicas. Formaron muchos grupos separados buscando el
bien común. Las fuerzas de esos grupos chocaron entre ellas
apareciendo una debilidad global que todavía no ha sido solucionada.
Guerras, hambre, maltratos a la tierra, a los animales y a la
vegetación. Los humanos tienen ahora poder suficiente para destruir
toda la Creación de la vida o para moldear sabiamente su
crecimiento, ¿qué pasará? ¿Acaso llegará a la Humanidad la
visita de un ser galáctico mucho más inteligente, ó podrá la
Humanidad por si misma encontrar la inteligencia suficiente para que
la Paz y la Libertad cubran con su Luz a todo el planeta Tierra? ¿Se
alegrará Sitsi cuando vuelva la próxima vez?
Muchos
ya saben que en este planeta todo está vivo, hasta la tierra está
viva, sólo queda por comprobar si la evolución humana nos llevará
o continuará llevándonos a todos hacia la Luz...
FIN
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