Sociología
de la Ciudadanía
¿Cómo
se obtiene una conciencia colectiva para cualquier grupo de seres
racionales?. Algo aparece
seguro: con método democrático, combinando varias marcas de
democracia y convocando votaciones inteligentes o con cuestiones
adecuadas. Herramientas capaces de formar una conciencia colectiva a
través de votos múltiples o “cuadernos de votos”. Un ser
colectivo que sepa lo que piensa y pueda saber nuevos conocimientos. Una Democracia de la Opinión
capaz de dibujar una personalidad colectiva. Así pueden nacer o evolucionar las mentes colectivas entre individuos racionales, con
preguntas esenciales y múltiples votos recogidos y memorizados como respuestas. Con
estos diversos y numerosos escrutinios puede conseguirse una
conciencia colectiva. Pero si queremos una conciencia colectiva de lo
más inteligente a nuestro alcance necesitaremos un complemento
sabio, otro tipo o método democrático aquí llamado “Democracia
de los Conocimientos” (en
plural, porque son muchas los campos y las disciplinas, con sus
respectivas especialidades). Votos múltiples reunidos en cuadernos
ordenados entre todos los campos del conocimiento y profesionales.
Sabemos
que Democracia es cuando el Pueblo (Demo)
gobierna (Cracia).
Siendo así, ¿cómo puede auto-gobernarse un pueblo sin conocerse a
sí mismo (es decir, sin utilizar democracias de opinión o
participativas)?. Los antiguos atenienses, con su Democracia Directa,
no tuvieron problema al respecto y se pudieron preguntar a sí mismos
lo que quisieron, hasta qué obras de teatro preferían ver en sus
fiestas. Se conocían a sí mismos como personalidad colectiva de su
polis o ciudadanía general, o siempre estuvieron en disposición de
conocerla mejor. Los atenienses elegían representantes para lo que
no había más remedio, como para el cargo de “estrategos”
(general en jefe de los ejércitos), pero lo demás lo decidían con
democracia directa. Ahora en el mundo libre es todo lo contrario,
impera la democracia representativa, muchas veces radical, como en
España, y la democracia directa es bajo mínimos o ni siquiera llega
a existir, no se convoca como norma y a menudo ni siquiera como
excepción.
Por
lo tanto podríamos decir que la democracia ya no existe en las
naciones, no existe ningún pueblo que gobierne, sino pueblos que
nombran a representantes para que gobiernen, es el gobierno de los
representantes del pueblo, no del pueblo. En la Humanidad actual no
existen las democracias, sino las democracias representativas, esto
que parece obvio es un profundo conocimiento. Descubrimos hasta aquí
que una Democracia Representativa está “coja” o no puede llegar
a la misma calidad que la Democracia ateniense, aún siendo de una
época mucho más avanzada. El Pueblo después de votar, durante
cuatro años, sólo tiene las manifestaciones multitudinarias para
poder comunicar qué piensa sobre algo; a lo que añadir las
encuestas o sondeos; en definitiva dos métodos con índice de error
o de calidad fácilmente superable por una adecuada Democracia
Participativa o en su defecto por una Democracia de Opinión. Así
una Democracia Representativa necesita complemento directo para que
algo de aquella calidad democrática ateniense vuelva a nuestras
ciudadanías después de dos mil quinientos años.
Al
respecto aparece la pregunta clave: ¿cómo
se conoce un Pueblo a sí mismo y por sí mismo, participando todos
sus individuos?.
Este conocimiento podría mostrarlo una adecuada Sociología de la
Ciudadanía. Porque se hace necesario buscar la Personalidad del
Pueblo utilizando o evolucionando las reglas democráticas y así
cualquier colectivo ciudadano pueda expresarse con coherencia. En
términos psicológicos se dice desde hace tiempo que la psique (la
mente) muestra una dimensión integrada por tres esferas: la
consciencia, el inconsciente individual y el subconsciente colectivo.
Donde la Democracia de Opinión (o la Sociología de la Ciudadanía)
podría mostrar una cuarta parte o dimensión: la consciencia
colectiva. Dispuesta a ser descubierta o formada con adecuadas
fórmulas democráticas y con mínimo tiempo requerido (convocatoria,
reflexión, voto y escrutinio). Quedando el campo mental colectivo
igual que el individual, con potencialidad en subconsciencia y en
consciencia y de éstas a conciencia inteligente, la auténtica líder
buscada como garantía evolutiva de la Democracia.
Ya
decía el propio Montesquieu (1689-1755) a mediados del siglo XVIII
que “el
pueblo beneficiado del poder supremo debe hacer por sí solo todo lo
que pueda efectuar bien y confiar a sus ministros únicamente lo que
no pueda realizar por sí mismo”.
En este siglo XXI en la palabra “ministros”
puede incluirse también: “las
observaciones, encuestas y sondeos para afirmar lo que opinan y
piensan las sociedades democráticas”.
Porque no es lo mismo decirle a una comunidad la personalidad
colectiva que tiene a que lo descubra ella por sus propios medios o,
como decía Montesquieu, “pueda
realizar por sí misma”.
Facilitar a cualquier conjunto humano el acceso racional a su propia
personalidad colectiva también es o debería ser prioridad y
sustento de la Democracia.
Existen
datos y cuestiones muy importantes sobre nuestra comunidad española
y su vida pública que no son recogidos en los programas políticos
de los partidos democráticos o candidatos que concurren a elecciones
en cada legislatura soberana y, por tanto, tampoco en los posteriores
gobiernos resultantes. Y se puede evolucionar la Democracia en toda
su diversidad cultural, en este caso concreto como generadora
indiscutible y fiable de opinión pública y ciudadana de unos
españoles asociados o afiliados a una soberanía. Estos argumentos
muestran también que no existe una “invasión” del espacio
tradicional político/electoral para la formación de los gobiernos
legítimos. La inconstitucionalidad no sólo es evitable, su ausencia
ha de ser fundamental. El espacio ciudadano que se pretende cubrir es
“virgen” hasta la fecha. La democracia de Opinión y de
Participación no pretende cambiar a todos, que cada uno elija lo que
desee. Es construir sobre, o al lado, de lo construido.
Además
un individuo es una calidad particular del ser con identificación
única, capaz de distinguirse singularmente de los demás, también
particulares. Pero la individualidad siempre es acechada por el
individualismo (o su parte más negativa), una manifestación radical
con desequilibrio para el individuo, pasando a ser individualista en
extremo y basado en un exceso de protagonismo. Y una colectividad de
individualistas no podrá impartir equilibrio o justicia democrática.
Lo mismo ocurre con el colectivo o la colectividad, que es o son
calidades similares entre ciertos individuos capaces de agruparlos de
manera lógica y con intereses claramente comunes. El colectivismo
extremo será su radical desequilibrio, pues el colectivismo como
exceso de protagonismo sería en detrimento de las libertades
individuales y no podrá crear individuos libres y diversos, ni
atenderá la evolución de los derechos individuales. Hay que tener
mucho cuidado cuando ejercemos como individuos y como colectivos
dentro de la ciudadanía, pues el individualismo y el colectivismo
acecharán siempre con límites difusos y extremos innecesarios.
Por
otro lado el excelente investigador de la teoría sociológica y de
los fenómenos sociales, Erich Fromm, en su libro "El
miedo a la libertad"
(Paidos Studio, 1993), dice: "Más
de un lector planteará la cuestión acerca de si los hallazgos
debidos a la observación de los individuos puede aplicarse a la
comprensión psicológica de los grupos. Nuestra contestación a este
respecto es una afirmación categórica. Todo grupo consta de
individuos y nada más que de individuos; por lo tanto, los
mecanismos psicológicos cuyo funcionamiento descubrimos en un grupo
no pueden ser sino mecanismos que funcionan en los individuos".
Siendo así, con tono de humor pero fondo preocupante: ¿cuántos
grupos públicos, sociedades o ciudadanías generales son
neuróticas?, ¿cuántas lo son y no lo saben?, ¿cómo puede
saberse?. Obviamente cuanto más nos adentramos en la cuestión de
las personalidades colectivas se hace más recomendable las
manifestaciones de éstas a través del lenguaje directo y
democrático entre sus individuos, por impulso propio, antes o en vez
del estudio o contemplación de terceros a través de las ciencias
sociológicas.
El
equilibrio mental entre el individuo y su comunidad es sano para el
individuo y para su comunidad, y puede ser mediado por la ciudadanía,
individual y general. Si a esto añadimos un mecanismo democrático
de opinión y participación entre los ciudadanos obtendremos una
personalidad o mente colectiva consciente, que si no está sana del
todo, al conocer su enfermedad, más pronto y mejor podrá sanar.
Obviamente un ser colectivo jamás podrá mostrarse con las mismas
propiedades móviles que un ser individual. Un individuo puede
decidir una acción en milésimas de segundos y presentar un único
cuerpo. Sin embargo, un colectivo muy pequeño, como cuatro o cinco
individuos, podrían tomar una decisión urgente en minutos como
mínimo; un colectivo como un municipio al menos necesitaría tres
días: convocatoria, voto y recuento. A mayor número de individuos y
mayor distancia entre ellos, mayor tiempo requerido de acción o
reacción y los cuerpos generales más abiertos y, por lo tanto,
mayor organización democrática y participativa necesitada o
requerida.
De
igual manera que un individuo puede respondernos sobre el orden en
preferencia en sus gustos, opiniones y decisiones, un colectivo
también puede hacerlo aplicando un método democrático inteligente.
Y con preguntas estratégicas cuyas repuestas puedan formar una
personalidad colectiva, es posible. La periodicidad conveniente en el
ciclo de estas preguntas puede exponer los cambios y las direcciones
que tomarían las personalidades colectivas. Ser consciente del
razonamiento colectivo, ordenado democráticamente, es un equilibrio
necesitado hacia nuevas vías evolutivas del pensamiento ciudadano,
sobre todo a la hora de descubrir o crear un Estado ideal. Porque los
ciudadanos activos de cualquier comunidad española tenemos nuestra
voz democrática limitada. Sólo podemos señalar unos pocos nombres
cada cuatro, nada más. No podemos utilizar verbos, no podemos
pronunciar frases, no podemos señalar ideas concretas. La Democracia
(o los métodos democráticos) es mucho más que una forma de
gobierno, también es una herramienta social cuya evolución
ciudadana aumentaría la calidad de cualquier comunidad o partido
político.
Rousseau
decía en una observación al gobierno representativo inglés de la
época que los ingleses eran un pueblo libre sólo el día en que
votaban. Esta frase es genial en la búsqueda del equilibrio entre la
democracia directa y la representativa. Para hacernos una idea real
de cómo es cualquiera de las variadas y actuales ciudadanías
generales que posee el individuo civilizado (sea municipal, autónoma,
soberana o transnacional) bastaría compararla con una personalidad
individual que no conociese casi nada de si misma. Una persona que al
ofrecerle un helado no sabría el sabor que le gusta (aún habiendo
probado previamente todos los sabores); una persona que ni siquiera
sabría cuál es su deporte favorito o su arte más admirado, su
mejor libro o su película de cine preferida. Un auténtico
auto/desconocido que sólo sabría a qué políticos va a elegir como
sus Representantes. Así son nuestras comunidades democráticas
actuales, que hasta ahora sólo podemos conocer a través de la
contemplación sociológica y sus datos, no desde la participación
democrática consciente e inteligente.
La
Democracia de Opinión o Participativa, sea vinculante o no, es un
mecanismo exclusivo para formar y difundir las opiniones y decisiones
cívicas o colectivas, certezas necesarias para identificar la
personalidad colectiva de cada comunidad democrática. Muchos
colectivos o comunidades esperan pasar la frontera desde “entidad
colectiva subconsciente” a “identidad colectiva inteligente”.
La cuestión esencial para los ciudadanos que queramos evolucionar
democráticamente es: ¿queremos ser conscientes de nuestra
“personalidad” o entidad colectiva?, ¿queremos saber cómo somos
y qué es lo que opinamos?. Porque no lo sabemos, somos casi unos
completos ignorantes de nosotros mismos en conjunto. Carecemos de
personalidad colectiva consciente, lo que implica carencias en la
aplicación responsable del sentido común.
Desde
el año 1824 y en Harrisburg (Pensilvania) donde se efectuó el
primer estudio demoscópico, esta área sociológica o de psicología
colectiva, ejerce la investigación en el análisis de datos
extraídos a las diversas personas (representativas de la población
heterogénea) por métodos de entrevistas personales o por teléfono.
Sus resultados suelen ser publicados en lo que se llama sondeos o
encuestas. Hasta aquí todo muy bien, el problema surge, como
dijimos, cuando llega todo un señor político democrático de los
más sabios del siglo pasado, Winston Churchill (1874-1965),
afirmando: “sólo
creo en las encuestas que he manipulado yo”.
Entonces el panorama cambia y al observar detenidamente las encuestas
o sondeos en la intención de voto de cualquiera de las elecciones
generales, por ejemplo, observaremos que serán demasiado diferentes
sus resultados para que sean producto de fórmulas académicas puras,
sino más bien parecen obedecer el interés del momento o al
partidismo político que “financie” el estudio o sondeo. De tal
manera que un periódico de derechas jamás publicará un sondeo o
encuesta donde el partido de derechas salga perjudicado, o a la
inversa con un periódico de izquierdas.
Dicho
de otro modo, la tan anhelada “cohesión
social”
por parte de las sociedades postliberales no se logrará con
encuestas o sondeos. Una cosa es la democracia de opinión o de
participación ciudadana o pública y otra muy diferente son los
estudios de la opinión pública. En realidad los estudios de la
opinión pública (incluso para la propia sociología) son o serían
más exactos ante datos democráticos (consultas democráticas y sus
escrutinios publicados) que ante sondeos o encuestas. Conseguir los
datos de la opinión con la participación no es labor de nuestra
parte científica, sino de nuestro hacer ciudadano y democrático.
Porque no existe mayor encuesta o sondeo que la participación
abierta y directa a todos los ciudadanos en consultas de opinión
pública o de participación inteligente.
La
democracia de Opinión y de Participación debe ser más estudiante
que estudiada, aunque los gobiernos y los estudios sociales obtengan
beneficios colaterales en la publicación de los escrutinios de las
consultas democráticas. Entre los significados complementarios y
posibles existe hasta definiciones parejas al concepto “ética”.
Como afirma Adela Cortina en su obra "Ética
de la empresa" (Trotta,
Madrid, 1994), donde la ética es “un
tipo de saber de los que pretende orientar la acción humana en un
sentido racional; es decir pretende que obremos racionalmente”.
Por ello necesitamos también un cauce democrático para la
participación cuando implica a los conocimientos diversos y
diferenciados que prácticamente tenemos todos los ciudadanos, unos
en unos temas y otros en otros temas. Nadie es especialista o está
especializado en todas las disciplinas o profesiones de los
conocimientos públicos, apareciendo otro modelo o marca democrática
ideal para completar la Democracia de Opinión, y esta vez en plural,
la Democracia de los Conocimientos. Tema que trataremos en próximo post. Gracias.
@ciudadanoNick
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http://elalbumcitohablador.blogspot.com.es/2012/03/eah45-democracia-representativa-radical.html
http://meteques.wordpress.com/2012/07/22/sociologia-de-la-ciudadania/
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