Subrayando
un artículo fundamental para nuestro tiempo social
Hoy
me han ofrecido un enlace a un artículo que me ha gustado mucho, es
el siguiente:
Se
titula “Perspectiva de ruptura constitucional”. Publicado por Público.es el 14 de septiembre de 2012. Y está
escrito, nada más y nada menos, por el Portavoz de Jueces para la
Democracia, Joaquim Bosch. He decidido reproducirlo
en El Albumcito Hablador por su transparencia y por su enorme valor
didáctico y ciudadano. Por ello me he tomado la licencia de
subrayar, con negritas, las frases que considero fundamentales. O más
fundamentales, porque casi todas lo son, y destacar algunas ha sido
un trabajo difícil. En definitiva, gracias a este artículo, como la
gota de agua que colma al vaso: Yo acuso al sr. Mariano Rajoy,
presidente del gobierno español, de tomar medidas inconstitucionales
contra el Pueblo español. Y quiero ir a juicio, porque deseo que
dimita y volvamos lo antes posible al orden constitucional.
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Perspectivas de ruptura constitucional
Joaquim Bosch
Magistrado y portavoz de Jueces para la
Democracia
La Constitución de 1978 surgió en el contexto de una transición que tuvo más insuficiencias de las que se han querido admitir. Pero nuestra Carta Magna reguló un sistema de derechos fundamentales equiparable al de los países más avanzados de nuestro entorno. Se fijaron unos derechos sociales que suponían el respeto a la dignidad de toda persona, como un núcleo esencial para garantizar sus necesidades básicas y el libre desarrollo de su personalidad. Es cierto que el cumplimiento de estos preceptos constitucionales no ha sido suficiente. Sin embargo, parece poco discutible que ha sido la etapa en la historia de nuestro país en la que se ha producido el mayor avance de los derechos humanos.
Asistimos
ahora a un cambio drástico. Con el pretexto de la situación
económica internacional, se pretende desmantelar nuestro
Estado Social. La Constitución establece la obligación de
los poderes públicos de que sean respetados estos derechos
fundamentales, así como el deber de promover la igualdad y la
libertad de los ciudadanos. Y nuestro texto constitucional regula
unos principios básicos sobre la redistribución de la renta, como
forma de garantizar esos niveles de igual cobertura de las
necesidades esenciales. No obstante, en unos pocos meses se han
producido la restricciones más intensas de los derechos
fundamentales de toda la etapa democrática.
Se
ha aprobado una reforma laboral que rompe el equilibrio en las
relaciones contractuales, para precarizar absolutamente la situación
de los trabajadores. Se
han decretado todo tipo de recortes en los servicios públicos más
importantes, como la sanidad, la educación, la justicia y la más
diversas prestaciones sociales.
Se han incrementado los impuestos para las clases medias y la clase
trabajadora, mientras que siguen sin contribuir las grandes empresas,
las entidades bancarias y las grandes fortunas, en contraste con los
países europeos más avanzados, en los que estos sectores son los
que financian en gran parte el Estado Social. Todo ello supone
avanzar hacia los dogmas del Estado mínimo y del neoliberalismo
económico, a partir de las teorías de Hayek, Friedman o Nozik. No
se trata de nada nuevo. Tampoco nos encontramos ante una situación
pasajera. Los
cambios pretenden convertirse en estructurales.
Y miran en el horizonte de determinadas apuestas de parte de la
sociedad norteamericana, cuyos corifeos más entusiastas proceden del
denominado Tea
Party.
Buscan
una sociedad con intensas desigualdades sociales,
en la que los sectores privilegiados sean cada vez más fuertes, en
la que se privaticen los servicios básicos y en la que se deteriore
lo público para la mayoría de la población. Se trata de una seria
embestida de aquellos que Tzvetan Todorov ha llamado enemigos íntimos
de la democracia, es decir, de los que se oponen al concepto del bien
común y a los derechos de los ciudadanos.
Puede ser
comprensible que algunos defiendan esa nueva sociedad. Pero hay
que recordar que esa apuesta se ubica fuera de nuestra Constitución
y de nuestro sistema de derechos fundamentales, que se incardinan en
el modelo social europeo. Las medidas que se están acordando
rompen el consenso constitucional y las bases fundamentales de la
convivencia ciudadana. Además, no figuraban en el programa
de ninguna fuerza política. Si desde el gobierno se pretende
optar por la ruptura de los principios constitucionales, debería
someter a referéndum todas esas medidas para que sea la
ciudadanía la que decida, desde su soberanía democrática. Por otro
lado, no resulta admisible que se nos pretenda imponer nuestro
futuro desde la presión añadida de determinados organismos
supranacionales no democráticos. Como ha señalado Jürgen
Habermas, es la propia democracia la que ahora mismo está en juego.
Se nos
presentan determinadas soluciones como técnicas, inevitables y
únicas, cuando en realidad son meramente ideológicas. En los
términos de Paul Krugman, podríamos afirmar que nuestro país
tiene la misma capacidad tecnológica para producir riqueza que hace
varios años. Por ello, si la situación ha empeorado no ha
sido a causa de ninguna catástrofe natural, sino por determinadas
decisiones incorrectas. Entre ellas, favorecer sin límites a las
entidades bancarias, con los impuestos de toda la ciudadanía, a
pesar de su responsabilidad en la situación económica actual. O
negarse a exigir a quienes más tienen su necesaria contribución a
una sociedad que les ha posibilitado generar su riqueza. O no
impulsar el crecimiento económico para hacer posible el cumplimiento
de los derechos sociales, a través de mecanismos de redistribución.
Lo que
resulta evidente es que los recortes no llevan al bienestar, porque
las medidas empobrecedoras solo pueden conducir a la ruina económica
y social. Y a un aumento de la conflictividad. Por eso los sindicatos
y cerca de doscientas entidades cívicas han convocado una marcha a
Madrid para mañana, en la que puede ser la mayor
manifestación de la historia de nuestro país. Hay
motivos para ello, como la defensa del Estado
Social reconocido constitucionalmente. Y no es que estén
surgiendo millones de ciudadanos antisistema. Es que paradójicamente
el sistema está empezando a excluir a la mayoría de la
sociedad.
Me acuerdo de mi época de estudiante, cuando el profesor de derecho constitucional nos hablaba, precisamente, de que este texto, tan sagrado y monolítico, para los políticos de este país, recoge como un principo básico ''España se constituye en un estado social y democrático de derecho..'' ¿Saben lo que es estado social? Sobre lo que es democrático, ni hablo.
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