Libro
“El Partido Ideal”
(escrito
y publicado en mayo de 2011)
Para
el Blog “El Albumcito Hablador”
Post
IV:
CÓMO, MEDIANTE VOTO, ASOCIAR SABIAMENTE A INDIGNADOS LIBRES
Así,
¿cómo se obtiene una conciencia colectiva para cualquier
grupo de racionales, en particular para un Partido Político Ideal?.
Algo aparece seguro: con método democrático, combinando varias
marcas de democracia y convocando votaciones con cuestiones
adecuadas. Porque, como hemos visto, resulta que existe una gran
variedad teórica e inicial de modelos democráticos: directos, para
nombrar representantes, mixtos, métodos entre asociaciones
democráticas oficiales y métodos entre las no oficiales, etcétera.
Aquí tenemos una forma legal llamada “Democracia Mixta”.
Con método capaz de formar una conciencia colectiva a través de
votos internos contenidos en “cuaderno de voto”, donde en
vez de un solo voto se incluyan preguntas para docenas de votos. Con
estos votos múltiples puede conseguirse una conciencia colectiva,
pero si queremos una conciencia colectiva de lo más inteligente a
nuestro alcance necesitaremos un complemento sabio: otro tipo o
método democrático aquí llamado “Democracia de los
Conocimientos” (en plural, porque muchas son las disciplinas o
especialidades necesitadas bajo métodos democráticos). Votos
múltiples reunidos en cuadernos distribuidos sabiamente entre los
diversos campos, profesiones y aficiones.
Por
otro lado sabemos que Democracia es cuando el Pueblo (demo)
gobierna (cracia). Siendo así, ¿cómo puede
auto-gobernarse un pueblo sin conocerse a sí mismo (es decir,
sin utilizar democracias de opinión o participativas)?, la respuesta
histórica fue sencilla, la Democracia Representativa, donde se
recurre al voto a candidatos entre las élites intelectuales para que
representen a todos. Los antiguos atenienses, con su Democracia
Directa, no tuvieron problema al respecto y se pudieron preguntar a
sí mismos lo que quisieron, hasta qué obras de teatro preferían
ver en sus fiestas. Se conocían a sí mismos como personalidad
colectiva de su polis o ciudadanía general, o siempre estuvieron en
disposición de conocerla mejor. Los atenienses elegían
representantes para lo que no había más remedio, como para el cargo
de “estrategos” (general en jefe de los ejércitos), pero
lo demás lo decidían con democracia directa. Ahora en el mundo
libre es todo lo contrario, impera la democracia representativa y la
directa es bajo mínimos o ni siquiera llega a existir, no se convoca
como norma y a veces ni siquiera como excepción.
Por
lo tanto podríamos decir que la democracia ya no existe en las
naciones, no existe ningún pueblo que gobierne, sino pueblos que
nombran a representantes para que gobiernen, es el gobierno de los
representantes del pueblo, no del pueblo. En la Humanidad no
existen las democracias, sino las democracias representativas, esto
que parece obvio es un conocimiento fundamental. Descubrimos hasta
aquí que una democracia representativa está “coja” o no puede
llegar a la misma calidad que la democracia ateniense, no interesa ni
importa la personalidad colectiva del pueblo, sino los intereses
creadas por sus élites políticas. El Pueblo después de votar,
durante cuatro años, sólo tiene las manifestaciones espontáneas y
multitudinarias para poder comunicar qué piensa sobre algo; a lo que
añadir las encuestas o sondeos; en definitiva dos métodos con gran
índice de error o de calidad fácilmente superable por una adecuada
Democracia Participativa o en su defecto por una Democracia
de Opinión. Así una Democracia Representativa necesita
complemento directo para que algo de aquella calidad democrática
ateniense vuelva a nuestras ciudadanías después de dos mil
quinientos años. Es o sería la Democracia Mixta, aconsejada
por una adecuada Democracia de los Conocimientos, para que los
colectivos internos y expertos en todos los campos puedan expresarse
también con voto.
Al
respecto aparece la pregunta clave: ¿cómo se conoce un Pueblo
a sí mismo?. Se hace necesario buscar la Personalidad de
la Ciudadanía General utilizando las mismas reglas democráticas
para que el colectivo mental se pronuncie con coherencia. Razonando
hasta este punto se puede decir que la ciudadanía colectiva, tal y
como fue concebida y ejercida en la antigua Atenas, no es en la
actualidad. En otras palabras, no sólo la voluntad política y sus
cuestiones fundamentan a la Ciudadanía, no sólo con la Democracia
Representativa se construye la Ciudadanía, para ello necesitamos que
nos conozcamos mejor como conjunto, qué sabemos, qué queremos
saber, cómo somos, y en función a ello cuáles los mejores caminos
ante nosotros y nuestro interés general. Por ello muchos españoles
libres, al ejercer el voto para formar la personalidad de un
partido ideal, podemos auto denominarnos como ciudadanos
democráticos ideales o inteligentes, o mucho más allá de aquellos
que sólo votan para nombrar representantes dentro de sus partidos.
Con este elemental criterio y humilde esfuerzo podemos formar,
formular y afirmar un Partido Ideal que pueda ofrecernos un mejor
camino lógico y evolutivo.
En
términos psicológicos se dice desde hace tiempo que la psique (la
mente) muestra una dimensión integrada por tres esferas: la
consciencia, el inconsciente individual y el
subconsciente colectivo. Donde la Democracia de Opinión o
Participativa (en este caso la interna a un partido político) podría
mostrar una cuarta parte o dimensión: la consciencia colectiva,
dispuesta a ser descubierta o formada con adecuadas fórmulas
democráticas y con mínimo tiempo requerido (convocatoria,
reflexión, voto y escrutinio). Quedando el campo mental colectivo
igual que el individual, con potencialidad en subconsciencia y en
consciencia y de ésta a conciencia inteligente (colectiva), la
auténtica líder buscada por un partido ideal. Si el conjunto
es quien decide con sus votos necesitamos a la mente colectiva mejor
preparada a nuestro alcance democrático.
Ya
decía el propio Montesquieu (1689-1755) a mediados del siglo XVIII
que “el pueblo beneficiado del poder supremo debe hacer por sí
solo todo lo que pueda efectuar bien y confiar a sus ministros
únicamente lo que no pueda realizar por sí mismo”. En este
siglo XXI en la palabra “ministros” puede incluirse también:
“las observaciones, encuestas y sondeos para afirmar lo que opinan
y piensan las sociedades democráticas”. Pero no es lo mismo
decirle a una comunidad o pueblo la personalidad colectiva que tiene:
a que lo descubra por sus propios medios o, como decía Montesquieu,
“pueda realizar por sí mismo”. Facilitar con el ejemplo
al conjunto libre humano y a todas sus ciudadanías democráticas el
acceso racional a las personalidades colectivas, también es o
debería ser prioridad y sustento de un partido ideal.
Existen
datos y cuestiones muy importantes sobre nuestra comunidad española
(municipal o de CCAA) y su vida pública que no son recogidos en los
programas políticos de los partidos democráticos o candidatos que
concurren a elecciones en cada legislatura soberana o pública y, por
tanto, tampoco en los posteriores gobiernos resultantes. Y se puede
evolucionar la Democracia en toda su diversidad cultural, en este
caso concreto como generadora indiscutible y fiable de opinión
pública y ciudadana de unos asociados o afiliados a un nuevo partido
político. Estos argumentos muestran también que no existe una
“invasión” del espacio tradicional político/electoral para la
formación de los gobiernos legítimos. La inconstitucionalidad no
sólo es evitable, su ausencia ha de ser fundamental. El espacio
ciudadano que se pretende cubrir es “virgen” hasta la fecha. La
democracia de Opinión y de Participación no pretende cambiar a
todos, que cada uno elija lo que desee. Es construir sobre, o al
lado, de lo construido. Construir al lado de los viejos “edificios”
o partidos tradicionales un nuevo “edificio” o partido político
más entre los que ya existen en esta “ciudad política” llamada
España.
Las
mayorías y minorías de cada opción ante toda pregunta interesante
o consulta interna de un Partido Ideal pueden ser conocidas, datos
que nos harán comprender cómo es nuestra particular comunidad
política. Y mejor todavía, abriendo camino hacia la Democracia
de los Conocimientos Ciudadanos (siguiente Capítulo). Es decir,
acceso a la opinión democrática de todos los especialistas o
conocedores temáticos de los libres asociados a un partido ideal. Si
las preguntas son inteligentes tendremos reflejada fielmente nuestra
personalidad colectiva, además de forma práctica y sabia.
Ofreciendo multitud de datos diversos y capaces de ayudar a todos
aquellos que puedan oírlos e interpretarlos. Estas ideas justifican
el hipotético artículo 2º de los Estatutos que se proponen como
ejemplo o borrador:
Artículo
2
2.1:
El Partido Ideal es una asociación española democrática sin ánimo
de lucro y su objetivo principal es formar un partido político
legal, procurando mecanismos de reuniones democráticas entre sus
afiliados en asambleas y votaciones generales y especializadas
dirigidas a los españoles libres en general y a los afiliados en
particular, para publicar sus resultados o escrutinios como
directrices políticas.
2.2:
El Partido Ideal está basado en la Democracia Participativa entre
sus afiliados en general y en las Democracias de los Conocimientos
entre sus afiliados con estudios, titulaciones o vocaciones
especializadas.
2.3:
El Partido Ideal será un partido político horizontal, sin jerarquía
y sin líderes como norma general y sólo recurrirá a nombrar
representantes cuando inevitablemente sean necesitados en sus
diferentes órganos, bien obligados por la ley o bien como simples
coordinadores.
2.4:
La mayoría de edad para afiliarse y votar en el Partido Ideal será
de 18 años.
2.5:
El domicilio legal del Partido Ideal será debidamente establecido
antes de la inscripción en el registro de partidos políticos de
España. Hasta entonces nuestro domicilio será la Puerta del Sol de
Madrid y cualquier centro urbano susceptible de celebrar asambleas o
de establecer mesa de votaciones, con los permisos legales
debidamente tramitados y siempre pacíficamente.
A
partir de lo expuesto existen muchas maneras de teorizar un Partido
Ideal basado en la Opinión y en la Participación democrática. Por
ello se ha pensado y buscado adecuados caminos evolutivos posibles.
No descartando que puedan surgir otras líneas más inteligentes o
necesariamente diversas. Al ser ejercida este tipo de participación
colectiva se mostrarían muchas mayorías y muchas minorías entre
diferentes opiniones o votos internos de en un mismo individuo
ciudadano, asociado o afiliado. Aspecto que no suele ocurrir en las
democracias representativas y demás elecciones “democráticas” e
internas de los partidos políticos tradicionales, donde casi siempre
se vota una cuestión, elegir representante. Aquí, o entre los partidos tradicionales con cargos públicos, las mayorías y minorías son fácilmente identificables entre los individuos. Pero utilizando democracia inteligente para formar cordura común en la personalidad ciudadana y colectiva, un mismo individuo estaría en varias mayorías y en varias minorías al mismo tiempo Con esta nueva
estructura de partido político es posible mostrar mayorías y minorías formando grupos mixtos en un mismo individuo,
que contribuiría a formar mayorías en algunas opiniones y a
minorías en otras, dentro de un mismo afiliado.
Como
consecuencia el Partido Ideal que utilice estos nuevos métodos
democráticos podría mostrar que las mayorías y minorías serían
difíciles de individualizar o agrupar ante un escrutinio resultante
de varias cuestiones de un cuaderno de votos, donde un mismo
individuo vería algunas de sus opiniones o votos en mayorías y
otras u otros en minorías. Así e inicialmente no resultaría una
mayoría o una minoría interna del Partido Ideal, más bien
surgirían mayorías y minorías por cada cuestión a consulta de
participación. Y como serían muchas cuestiones a voto: un mismo
afiliado pertenecería a algunas mayorías internas del partido y, a
la vez, a unas minorías internas, siendo muy difícil identificar a
un afiliado como mayoría o minoría interna, a no ser que apoye a un líder, cosa que suele
ocurrir en los partidos tradicionales. No obstante habría que admitir en este contexto que un individuo
o afiliado podría darse o encontrarse ante una minoría que llamaré “insoportable”.
Por
ejemplo imaginemos que inicialmente un partido ideal, a través de
votos directos de sus afiliados, publica un decálogo de aspectos
fundamentales entre los que se encuentra que el partido se
posiciona a favor del aborto libre. Ahora imaginemos un afiliado que
en todos los pronunciamientos del decálogo queda entre las mayorías,
pero respecto al aborto queda en la minoría. Entonces deberá
recurrir a su conciencia y descubrir si esa minoría es soportable o
insoportable para su ética política y, si es insoportable, debería abandonar
a ese partido ideal y buscar otro partido ideal que no contenga
minorías insoportables. Este ejemplo nos ofrece “las reglas del
juego” del Partido Ideal, es decir, muy difícil que todos
los afiliados queden entre todas las mayorías posibles o a descubrir
por su democracia interna. El afiliado medio deberá aceptar
pertenecer a algunas minorías internas, porque eso ocurrirá, pero
en definitiva son reglas democráticas. No siempre se podrá
pertenecer a la mayoría resultante entre los escrutinios internos.
No obstante el juego democrático nunca es definitivo y una minoría
actual, bien explicada o trabajada, puede ser mayoría en un futuro
próximo. Por ello los Estatutos o el Decálogo de Fundamentos de un
Partido Ideal debería volver a votarse periódicamente o cuando se
perciban cambios de generación en algún punto fundamental.
Además
un individuo es una calidad particular del ser con identificación
única, capaz de distinguirse singularmente de los demás, también
particulares. Pero la individualidad siempre es acechada por el
individualismo (o su parte más negativa), una manifestación radical
con desequilibrio para el individuo, pasando a ser individualista en
extremo y basado en un exceso de protagonismo o egoísmo. Y una
colectividad de individualistas no podrá impartir equilibrio o
justicia democrática. Lo mismo ocurre con el colectivo o la
colectividad, que es o son calidades similares entre ciertos
individuos capaces de agruparlos de manera lógica y con intereses
claramente comunes. El colectivismo extremo será su radical
desequilibrio, pues el colectivismo como exceso de protagonismo y en
detrimento de las libertades individuales no podrá crear individuos
libres y diversos, ni atenderá la evolución de los derechos
individuales. Hay que tener cuidado cuando ejercemos como
individuos y como colectivos dentro de la ciudadanía, pues el
individualismo y el colectivismo acecharán siempre con límites
difusos y extremos innecesarios.
Por otro lado el excelente
investigador de la teoría sociológica y de los fenómenos sociales,
Erich Fromm, en su libro "El miedo a la libertad" (Paidos
Studio, 1993), dice: "Más de un lector planteará la
cuestión acerca de si los hallazgos debidos a la observación de los
individuos puede aplicarse a la comprensión psicológica de los
grupos. Nuestra contestación a este respecto es una afirmación
categórica. Todo grupo consta de individuos y nada más que de
individuos; por lo tanto, los mecanismos psicológicos cuyo
funcionamiento descubrimos en un grupo no pueden ser sino mecanismos
que funcionan en los individuos". Siendo así, con tono de
humor pero con fondo preocupante: ¿cuántos grupos públicos,
sociedades o ciudadanías generales son "neuróticas"?, ¿cuántas lo
son y no lo saben?, ¿cómo puede saberse?. Obviamente cuanto más
nos adentramos en la cuestión de las personalidades colectivas se
hace más recomendable las manifestaciones de éstas a través del
lenguaje directo y democrático entre sus individuos, por impulso
propio, antes o en vez del estudio o contemplación de terceros a
través de las ciencias sociológicas. La política democrática y
sus votos pueden llevarnos a las inteligencias colectivas de las
diversas ciudadanías que existen, mientras o después: que la
sociología estudie todo lo que quiera y ayude si puede.
El
equilibrio mental entre el individuo y su comunidad, en este caso de
partido político, es sano para el individuo y para su comunidad, y
puede ser mediado por la ciudadanía, individual y general. Porque si añadimos un buen mecanismo democrático de opinión y participación
entre los ciudadanos: obtendremos una personalidad o mente colectiva
consciente, que si no resultara sana del todo, al conocer su
enfermedad, más pronto y mejor podrá sanar. Obviamente un ser
colectivo jamás podrá mostrarse con las mismas propiedades móviles
que un ser individual. Un individuo puede decidir una acción en
milésimas de segundos y presentar un único cuerpo. Sin embargo, un
colectivo muy pequeño, como cuatro o cinco individuos, podrían
tomar una decisión imprevista y urgente en minutos como mínimo; un colectivo
como un municipio al menos necesitaría tres días: convocatoria,
voto y recuento (más o menos el mismo tiempo que necesitaría un Partido Ideal). A mayor número de individuos y mayor distancia entre
ellos, mayor tiempo requerido de acción o reacción y los cuerpos
generales más abiertos y, por lo tanto, mayor organización
democrática y participativa necesitada o requerida.
De
igual manera que un individuo puede respondernos sobre el orden en
preferencia en sus gustos, opiniones y decisiones, un colectivo
también puede hacerlo aplicando un método democrático inteligente.
Y con preguntas sabias se obtendrían repuestas sabias, escrutinios inteligentes que pueden formar una
personalidad colectiva. Es posible. La periodicidad conveniente en el
ciclo de estas preguntas puede exponer los cambios y las direcciones
que toman las personalidades colectivas. Ser consciente del
razonamiento colectivo ordenado democráticamente es un equilibrio
necesitado hacia nuevas vías evolutivas del pensamiento ciudadano,
sobre todo a la hora de descubrir o crear un partido ideal. Porque
los ciudadanos activos de cualquier comunidad española tenemos
nuestra voz democrática limitada. Sólo podemos señalar unos pocos
nombres cada cuatro, nada más. No podemos utilizar verbos, no
podemos pronunciar frases, no podemos señalar ideas concretas. La
Democracia (o los métodos democráticos) es mucho más que una forma
de gobierno, hace a la política como una herramienta social cuya
evolución ciudadana aumenta la calidad de cualquier comunidad o
partido político.
Rousseau
decía en una observación al gobierno representativo inglés de la
época que los ingleses eran un pueblo libre sólo el día en que
votaban. Esta frase es genial en la búsqueda del equilibrio entre la
democracia directa y la representativa. Para hacernos una idea real
de cómo es cualquiera de las variadas y actuales ciudadanías
generales que posee el individuo civilizado (sea municipal, autónoma,
soberana o transnacional) bastaría compararla con una personalidad
individual que no conociese casi nada de si misma. Una persona que al
ofrecerle un helado no sabría el sabor que le gusta (aún habiendo
probado previamente todos los sabores); una persona que ni siquiera
sabría cuál es su deporte favorito o su arte más admirado, su
mejor libro o su película de cine preferida. Un auténtico
auto/desconocido que sólo sabría a qué políticos va a elegir como
sus Representantes. Así son nuestras comunidades democráticas
actuales, que hasta ahora sólo podemos conocer a través de la
contemplación sociológica y sus datos especializados, no desde la
participación democrática consciente e inteligente.
La
Democracia de Opinión o Participativa es un mecanismo para formar y
difundir las opiniones y decisiones cívicas o colectivas, certezas
necesarias para identificar la personalidad colectiva de cada
comunidad democrática. Muchos colectivos o comunidades esperan pasar
la frontera desde “entidad colectiva subconsciente” a
“identidad colectiva inteligente”. La cuestión esencial
para los ciudadanos que queramos afiliarnos a un Partido Político
Ideal es: ¿queremos ser conscientes de nuestra personalidad
como entidad colectiva?, ¿queremos saber cómo somos y qué
es lo que opinamos?. Porque no lo sabemos, como Movimiento 15 de Mayo
somos casi unos completos ignorantes de nosotros mismos en conjunto.
Carecemos de personalidad colectiva consciente, lo que implica
carencias en la aplicación responsable del sentido común de los
indignados. Aún en este panorama existe para los indignados activos
y españoles libres del bipartidismo una posible acción legal de
fácil práctica para aumentar la calidad democrática y social; un
modo inteligente y complementario a estas democracias legítimas que
disfrutamos para bien y salud de nuestra libertad ciudadana, idear el
Partido Ideal.
Desde
el año 1824 y en Harrisburg (Pensilvania) donde se efectuó el
primer estudio demoscópico, esta área sociológica o de psicología
colectiva ejerce la investigación en el análisis de datos
extraídos a las diversas personas (representativas de la población
heterogénea) por métodos de entrevistas personales o por teléfono.
Sus resultados suelen ser publicados en lo que se llama sondeos o
encuestas. Hasta aquí todo muy bien, el problema surge, como
dijimos, cuando llega todo un señor político democrático de los
más sabios de mediados del siglo pasado, Winston Churchill
(1874-1965), afirmando: “sólo creo en las encuestas que he
manipulado yo”. Entonces el panorama cambia y al observar
detenidamente las encuestas o sondeos en la intención de voto de
cualquiera de las elecciones generales, por ejemplo, observaremos que
serán demasiado diferentes sus resultados para que sean producto de
fórmulas académicas puras, sino más bien parecen obedecer el
interés del momento o al partidismo político tradicional.
Por
ello no hay que confundir a la ciencia y su interés público con los
intereses partidistas o individualistas de algunos de nosotros, los
científicos, sobre todo en lo económico o en nuestras relaciones
laborales. No olvidemos que muchos (cada vez menos) dependemos de una
paga por nuestro trabajo o el abono de las facturas que expedimos,
incluido los sociólogos o sus empresas, y no hay que confundir en la
teoría a la ciencia con la profesionalidad, otra cosa es la práctica
de ambas, donde quedan profundamente ligadas. La sociología es una
parte importante de nuestras ciencias públicas, siendo muy útil en
muchas labores sociales, públicas o privadas, pero queda
rotundamente claro para el sentido común que un escrutinio
democrático para mostrar la personalidad colectiva de una comunidad
es mucho mejor que una encuesta al respecto. ¡Viva la Democracia
Participativa!.
Dicho
de otro modo, la tan anhelada “cohesión social” por parte
de las sociedades postliberales no se logrará con encuestas o
sondeos. Una cosa es la democracia de opinión o de participación
ciudadana o pública y otra muy diferente son los estudios de la
opinión pública. En realidad los estudios de la opinión pública
(incluso para la propia sociología) son o serían más exactos ante
datos democráticos (consultas democráticas y sus escrutinios
publicados) que ante sondeos o encuestas. Conseguir los datos de la
opinión para la participación no es labor de nuestra parte
científica, sino de nuestro hacer ciudadano y democrático. Porque
no existe mayor encuesta o sondeo que la participación abierta y
directa a todos los ciudadanos o afiliados en consultas de opinión
pública o de participación inteligente.
La
democracia de Opinión y de Participación debe ser más estudiante
que estudiada, aunque los gobiernos y los estudios sociales obtengan
beneficios colaterales en la publicación de los escrutinios de las
consultas democráticas universales. Los escrutinios en los
ejercicios de voto interno de un partido ideal se fundamentan en los
cómputos generales, ello no impide una formación o suma publicada
de los sub-escrutinios locales donde se beneficiarán otras
comunidades como las municipales, provinciales, o autonómicas. Así
pueden coincidir datos beneficiosos para el interés general español
ante datos beneficiosos también para el interés general municipal o
autonómico. Es decir, el Partido Ideal no sólo debe ir conciliando
democráticamente dos polos que aparentemente son difíciles de unir,
individualidad y colectividad, también a las diversas colectividades
públicas o de conciencia establecidas en el interior de España o en
las conciencias ciudadanas de sus afiliados.
Entre
los significados complementarios y posibles del Partido ideal existe
hasta definiciones parejas al concepto “ética”. Como afirma
Adela Cortina en su obra "Ética de la empresa" (Trotta,
Madrid, 1994), donde la ética es “un tipo de saber de los que
pretende orientar la acción humana en un sentido racional; es decir
pretende que obremos racionalmente”. Por ello necesitamos
también un cauce democrático para la participación cuando implica
a los conocimientos racionales, diversos y diferenciados que
prácticamente tenemos todos los afiliados, unos en unos temas y
otros en otros temas. Nadie es especialista o está especializado en
todas las disciplinas o profesiones de los conocimientos públicos,
apareciendo otro modelo o marca democrática ideal para completar y
complementar el Partido Ideal, esta vez en plural, las Democracias de
los Conocimientos.
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