viernes, 20 de junio de 2014

El Partido Ideal IV

Libro “El Partido Ideal
(escrito y publicado en mayo de 2011)
Para el Blog “El Albumcito Hablador


Post IV
CÓMO, MEDIANTE VOTO, ASOCIAR SABIAMENTE A INDIGNADOS LIBRES

Así, ¿cómo se obtiene una conciencia colectiva para cualquier grupo de racionales, en particular para un Partido Político Ideal?. Algo aparece seguro: con método democrático, combinando varias marcas de democracia y convocando votaciones con cuestiones adecuadas. Porque, como hemos visto, resulta que existe una gran variedad teórica e inicial de modelos democráticos: directos, para nombrar representantes, mixtos, métodos entre asociaciones democráticas oficiales y métodos entre las no oficiales, etcétera. Aquí tenemos una forma legal llamada “Democracia Mixta”. Con método capaz de formar una conciencia colectiva a través de votos internos contenidos en “cuaderno de voto”, donde en vez de un solo voto se incluyan preguntas para docenas de votos. Con estos votos múltiples puede conseguirse una conciencia colectiva, pero si queremos una conciencia colectiva de lo más inteligente a nuestro alcance necesitaremos un complemento sabio: otro tipo o método democrático aquí llamado “Democracia de los Conocimientos” (en plural, porque muchas son las disciplinas o especialidades necesitadas bajo métodos democráticos). Votos múltiples reunidos en cuadernos distribuidos sabiamente entre los diversos campos, profesiones y aficiones.


Por otro lado sabemos que Democracia es cuando el Pueblo (demo) gobierna (cracia). Siendo así, ¿cómo puede auto-gobernarse un pueblo sin conocerse a sí mismo (es decir, sin utilizar democracias de opinión o participativas)?, la respuesta histórica fue sencilla, la Democracia Representativa, donde se recurre al voto a candidatos entre las élites intelectuales para que representen a todos. Los antiguos atenienses, con su Democracia Directa, no tuvieron problema al respecto y se pudieron preguntar a sí mismos lo que quisieron, hasta qué obras de teatro preferían ver en sus fiestas. Se conocían a sí mismos como personalidad colectiva de su polis o ciudadanía general, o siempre estuvieron en disposición de conocerla mejor. Los atenienses elegían representantes para lo que no había más remedio, como para el cargo de “estrategos” (general en jefe de los ejércitos), pero lo demás lo decidían con democracia directa. Ahora en el mundo libre es todo lo contrario, impera la democracia representativa y la directa es bajo mínimos o ni siquiera llega a existir, no se convoca como norma y a veces ni siquiera como excepción.

Por lo tanto podríamos decir que la democracia ya no existe en las naciones, no existe ningún pueblo que gobierne, sino pueblos que nombran a representantes para que gobiernen, es el gobierno de los representantes del pueblo, no del pueblo. En la Humanidad no existen las democracias, sino las democracias representativas, esto que parece obvio es un conocimiento fundamental. Descubrimos hasta aquí que una democracia representativa está “coja” o no puede llegar a la misma calidad que la democracia ateniense, no interesa ni importa la personalidad colectiva del pueblo, sino los intereses creadas por sus élites políticas. El Pueblo después de votar, durante cuatro años, sólo tiene las manifestaciones espontáneas y multitudinarias para poder comunicar qué piensa sobre algo; a lo que añadir las encuestas o sondeos; en definitiva dos métodos con gran índice de error o de calidad fácilmente superable por una adecuada Democracia Participativa o en su defecto por una Democracia de Opinión. Así una Democracia Representativa necesita complemento directo para que algo de aquella calidad democrática ateniense vuelva a nuestras ciudadanías después de dos mil quinientos años. Es o sería la Democracia Mixta, aconsejada por una adecuada Democracia de los Conocimientos, para que los colectivos internos y expertos en todos los campos puedan expresarse también con voto.

Al respecto aparece la pregunta clave: ¿cómo se conoce un Pueblo a sí mismo?. Se hace necesario buscar la Personalidad de la Ciudadanía General utilizando las mismas reglas democráticas para que el colectivo mental se pronuncie con coherencia. Razonando hasta este punto se puede decir que la ciudadanía colectiva, tal y como fue concebida y ejercida en la antigua Atenas, no es en la actualidad. En otras palabras, no sólo la voluntad política y sus cuestiones fundamentan a la Ciudadanía, no sólo con la Democracia Representativa se construye la Ciudadanía, para ello necesitamos que nos conozcamos mejor como conjunto, qué sabemos, qué queremos saber, cómo somos, y en función a ello cuáles los mejores caminos ante nosotros y nuestro interés general. Por ello muchos españoles libres, al ejercer el voto para formar la personalidad de un partido ideal, podemos auto denominarnos como ciudadanos democráticos ideales o inteligentes, o mucho más allá de aquellos que sólo votan para nombrar representantes dentro de sus partidos. Con este elemental criterio y humilde esfuerzo podemos formar, formular y afirmar un Partido Ideal que pueda ofrecernos un mejor camino lógico y evolutivo.

En términos psicológicos se dice desde hace tiempo que la psique (la mente) muestra una dimensión integrada por tres esferas: la consciencia, el inconsciente individual y el subconsciente colectivo. Donde la Democracia de Opinión o Participativa (en este caso la interna a un partido político) podría mostrar una cuarta parte o dimensión: la consciencia colectiva, dispuesta a ser descubierta o formada con adecuadas fórmulas democráticas y con mínimo tiempo requerido (convocatoria, reflexión, voto y escrutinio). Quedando el campo mental colectivo igual que el individual, con potencialidad en subconsciencia y en consciencia y de ésta a conciencia inteligente (colectiva), la auténtica líder buscada por un partido ideal. Si el conjunto es quien decide con sus votos necesitamos a la mente colectiva mejor preparada a nuestro alcance democrático.

Ya decía el propio Montesquieu (1689-1755) a mediados del siglo XVIII que “el pueblo beneficiado del poder supremo debe hacer por sí solo todo lo que pueda efectuar bien y confiar a sus ministros únicamente lo que no pueda realizar por sí mismo”. En este siglo XXI en la palabra “ministros” puede incluirse también: “las observaciones, encuestas y sondeos para afirmar lo que opinan y piensan las sociedades democráticas”. Pero no es lo mismo decirle a una comunidad o pueblo la personalidad colectiva que tiene: a que lo descubra por sus propios medios o, como decía Montesquieu, “pueda realizar por sí mismo”. Facilitar con el ejemplo al conjunto libre humano y a todas sus ciudadanías democráticas el acceso racional a las personalidades colectivas, también es o debería ser prioridad y sustento de un partido ideal.

Existen datos y cuestiones muy importantes sobre nuestra comunidad española (municipal o de CCAA) y su vida pública que no son recogidos en los programas políticos de los partidos democráticos o candidatos que concurren a elecciones en cada legislatura soberana o pública y, por tanto, tampoco en los posteriores gobiernos resultantes. Y se puede evolucionar la Democracia en toda su diversidad cultural, en este caso concreto como generadora indiscutible y fiable de opinión pública y ciudadana de unos asociados o afiliados a un nuevo partido político. Estos argumentos muestran también que no existe una “invasión” del espacio tradicional político/electoral para la formación de los gobiernos legítimos. La inconstitucionalidad no sólo es evitable, su ausencia ha de ser fundamental. El espacio ciudadano que se pretende cubrir es “virgen” hasta la fecha. La democracia de Opinión y de Participación no pretende cambiar a todos, que cada uno elija lo que desee. Es construir sobre, o al lado, de lo construido. Construir al lado de los viejos “edificios” o partidos tradicionales un nuevo “edificio” o partido político más entre los que ya existen en esta “ciudad política” llamada España.

Las mayorías y minorías de cada opción ante toda pregunta interesante o consulta interna de un Partido Ideal pueden ser conocidas, datos que nos harán comprender cómo es nuestra particular comunidad política. Y mejor todavía, abriendo camino hacia la Democracia de los Conocimientos Ciudadanos (siguiente Capítulo). Es decir, acceso a la opinión democrática de todos los especialistas o conocedores temáticos de los libres asociados a un partido ideal. Si las preguntas son inteligentes tendremos reflejada fielmente nuestra personalidad colectiva, además de forma práctica y sabia. Ofreciendo multitud de datos diversos y capaces de ayudar a todos aquellos que puedan oírlos e interpretarlos. Estas ideas justifican el hipotético artículo 2º de los Estatutos que se proponen como ejemplo o borrador:

Artículo 2
2.1: El Partido Ideal es una asociación española democrática sin ánimo de lucro y su objetivo principal es formar un partido político legal, procurando mecanismos de reuniones democráticas entre sus afiliados en asambleas y votaciones generales y especializadas dirigidas a los españoles libres en general y a los afiliados en particular, para publicar sus resultados o escrutinios como directrices políticas.
2.2: El Partido Ideal está basado en la Democracia Participativa entre sus afiliados en general y en las Democracias de los Conocimientos entre sus afiliados con estudios, titulaciones o vocaciones especializadas.
2.3: El Partido Ideal será un partido político horizontal, sin jerarquía y sin líderes como norma general y sólo recurrirá a nombrar representantes cuando inevitablemente sean necesitados en sus diferentes órganos, bien obligados por la ley o bien como simples coordinadores.
2.4: La mayoría de edad para afiliarse y votar en el Partido Ideal será de 18 años.
2.5: El domicilio legal del Partido Ideal será debidamente establecido antes de la inscripción en el registro de partidos políticos de España. Hasta entonces nuestro domicilio será la Puerta del Sol de Madrid y cualquier centro urbano susceptible de celebrar asambleas o de establecer mesa de votaciones, con los permisos legales debidamente tramitados y siempre pacíficamente.

A partir de lo expuesto existen muchas maneras de teorizar un Partido Ideal basado en la Opinión y en la Participación democrática. Por ello se ha pensado y buscado adecuados caminos evolutivos posibles. No descartando que puedan surgir otras líneas más inteligentes o necesariamente diversas. Al ser ejercida este tipo de participación colectiva se mostrarían muchas mayorías y muchas minorías entre diferentes opiniones o votos internos de en un mismo individuo ciudadano, asociado o afiliado. Aspecto que no suele ocurrir en las democracias representativas y demás elecciones “democráticas” e internas de los partidos políticos tradicionales, donde casi siempre se vota una cuestión, elegir representante. Aquí, o entre los partidos tradicionales con cargos públicos, las mayorías y minorías son fácilmente identificables entre los individuos. Pero utilizando democracia inteligente para formar cordura común en la personalidad ciudadana y colectiva, un mismo individuo estaría en varias mayorías y en varias minorías al mismo tiempo Con esta nueva estructura de partido político es posible mostrar mayorías y minorías formando grupos mixtos en un mismo individuo, que contribuiría a formar mayorías en algunas opiniones y a minorías en otras, dentro de un mismo afiliado.

Como consecuencia el Partido Ideal que utilice estos nuevos métodos democráticos podría mostrar que las mayorías y minorías serían difíciles de individualizar o agrupar ante un escrutinio resultante de varias cuestiones de un cuaderno de votos, donde un mismo individuo vería algunas de sus opiniones o votos en mayorías y otras u otros en minorías. Así e inicialmente no resultaría una mayoría o una minoría interna del Partido Ideal, más bien surgirían mayorías y minorías por cada cuestión a consulta de participación. Y como serían muchas cuestiones a voto: un mismo afiliado pertenecería a algunas mayorías internas del partido y, a la vez, a unas minorías internas, siendo muy difícil identificar a un afiliado como mayoría o minoría interna, a no ser que apoye a un líder, cosa que suele ocurrir en los partidos tradicionales. No obstante habría que admitir en este contexto que un individuo o afiliado podría darse o encontrarse ante una minoría que llamaré “insoportable”.

Por ejemplo imaginemos que inicialmente un partido ideal, a través de votos directos de sus afiliados, publica un decálogo de aspectos fundamentales entre los que se encuentra que el partido se posiciona a favor del aborto libre. Ahora imaginemos un afiliado que en todos los pronunciamientos del decálogo queda entre las mayorías, pero respecto al aborto queda en la minoría. Entonces deberá recurrir a su conciencia y descubrir si esa minoría es soportable o insoportable para su ética política y, si es insoportable, debería abandonar a ese partido ideal y buscar otro partido ideal que no contenga minorías insoportables. Este ejemplo nos ofrece “las reglas del juego” del Partido Ideal, es decir, muy difícil que todos los afiliados queden entre todas las mayorías posibles o a descubrir por su democracia interna. El afiliado medio deberá aceptar pertenecer a algunas minorías internas, porque eso ocurrirá, pero en definitiva son reglas democráticas. No siempre se podrá pertenecer a la mayoría resultante entre los escrutinios internos. No obstante el juego democrático nunca es definitivo y una minoría actual, bien explicada o trabajada, puede ser mayoría en un futuro próximo. Por ello los Estatutos o el Decálogo de Fundamentos de un Partido Ideal debería volver a votarse periódicamente o cuando se perciban cambios de generación en algún punto fundamental.

Además un individuo es una calidad particular del ser con identificación única, capaz de distinguirse singularmente de los demás, también particulares. Pero la individualidad siempre es acechada por el individualismo (o su parte más negativa), una manifestación radical con desequilibrio para el individuo, pasando a ser individualista en extremo y basado en un exceso de protagonismo o egoísmo. Y una colectividad de individualistas no podrá impartir equilibrio o justicia democrática. Lo mismo ocurre con el colectivo o la colectividad, que es o son calidades similares entre ciertos individuos capaces de agruparlos de manera lógica y con intereses claramente comunes. El colectivismo extremo será su radical desequilibrio, pues el colectivismo como exceso de protagonismo y en detrimento de las libertades individuales no podrá crear individuos libres y diversos, ni atenderá la evolución de los derechos individuales. Hay que tener cuidado cuando ejercemos como individuos y como colectivos dentro de la ciudadanía, pues el individualismo y el colectivismo acecharán siempre con límites difusos y extremos innecesarios. 

Por otro lado el excelente investigador de la teoría sociológica y de los fenómenos sociales, Erich Fromm, en su libro "El miedo a la libertad" (Paidos Studio, 1993), dice: "Más de un lector planteará la cuestión acerca de si los hallazgos debidos a la observación de los individuos puede aplicarse a la comprensión psicológica de los grupos. Nuestra contestación a este respecto es una afirmación categórica. Todo grupo consta de individuos y nada más que de individuos; por lo tanto, los mecanismos psicológicos cuyo funcionamiento descubrimos en un grupo no pueden ser sino mecanismos que funcionan en los individuos". Siendo así, con tono de humor pero con fondo preocupante: ¿cuántos grupos públicos, sociedades o ciudadanías generales son "neuróticas"?, ¿cuántas lo son y no lo saben?, ¿cómo puede saberse?. Obviamente cuanto más nos adentramos en la cuestión de las personalidades colectivas se hace más recomendable las manifestaciones de éstas a través del lenguaje directo y democrático entre sus individuos, por impulso propio, antes o en vez del estudio o contemplación de terceros a través de las ciencias sociológicas. La política democrática y sus votos pueden llevarnos a las inteligencias colectivas de las diversas ciudadanías que existen, mientras o después: que la sociología estudie todo lo que quiera y ayude si puede.

El equilibrio mental entre el individuo y su comunidad, en este caso de partido político, es sano para el individuo y para su comunidad, y puede ser mediado por la ciudadanía, individual y general. Porque si añadimos un buen mecanismo democrático de opinión y participación entre los ciudadanos: obtendremos una personalidad o mente colectiva consciente, que si no resultara sana del todo, al conocer su enfermedad, más pronto y mejor podrá sanar. Obviamente un ser colectivo jamás podrá mostrarse con las mismas propiedades móviles que un ser individual. Un individuo puede decidir una acción en milésimas de segundos y presentar un único cuerpo. Sin embargo, un colectivo muy pequeño, como cuatro o cinco individuos, podrían tomar una decisión imprevista y urgente en minutos como mínimo; un colectivo como un municipio al menos necesitaría tres días: convocatoria, voto y recuento (más o menos el mismo tiempo que necesitaría un Partido Ideal). A mayor número de individuos y mayor distancia entre ellos, mayor tiempo requerido de acción o reacción y los cuerpos generales más abiertos y, por lo tanto, mayor organización democrática y participativa necesitada o requerida.

De igual manera que un individuo puede respondernos sobre el orden en preferencia en sus gustos, opiniones y decisiones, un colectivo también puede hacerlo aplicando un método democrático inteligente. Y con preguntas sabias se obtendrían repuestas sabias, escrutinios inteligentes que pueden formar una personalidad colectiva. Es posible. La periodicidad conveniente en el ciclo de estas preguntas puede exponer los cambios y las direcciones que toman las personalidades colectivas. Ser consciente del razonamiento colectivo ordenado democráticamente es un equilibrio necesitado hacia nuevas vías evolutivas del pensamiento ciudadano, sobre todo a la hora de descubrir o crear un partido ideal. Porque los ciudadanos activos de cualquier comunidad española tenemos nuestra voz democrática limitada. Sólo podemos señalar unos pocos nombres cada cuatro, nada más. No podemos utilizar verbos, no podemos pronunciar frases, no podemos señalar ideas concretas. La Democracia (o los métodos democráticos) es mucho más que una forma de gobierno, hace a la política como una herramienta social cuya evolución ciudadana aumenta la calidad de cualquier comunidad o partido político.

Rousseau decía en una observación al gobierno representativo inglés de la época que los ingleses eran un pueblo libre sólo el día en que votaban. Esta frase es genial en la búsqueda del equilibrio entre la democracia directa y la representativa. Para hacernos una idea real de cómo es cualquiera de las variadas y actuales ciudadanías generales que posee el individuo civilizado (sea municipal, autónoma, soberana o transnacional) bastaría compararla con una personalidad individual que no conociese casi nada de si misma. Una persona que al ofrecerle un helado no sabría el sabor que le gusta (aún habiendo probado previamente todos los sabores); una persona que ni siquiera sabría cuál es su deporte favorito o su arte más admirado, su mejor libro o su película de cine preferida. Un auténtico auto/desconocido que sólo sabría a qué políticos va a elegir como sus Representantes. Así son nuestras comunidades democráticas actuales, que hasta ahora sólo podemos conocer a través de la contemplación sociológica y sus datos especializados, no desde la participación democrática consciente e inteligente.

La Democracia de Opinión o Participativa es un mecanismo para formar y difundir las opiniones y decisiones cívicas o colectivas, certezas necesarias para identificar la personalidad colectiva de cada comunidad democrática. Muchos colectivos o comunidades esperan pasar la frontera desde “entidad colectiva subconsciente” a “identidad colectiva inteligente”. La cuestión esencial para los ciudadanos que queramos afiliarnos a un Partido Político Ideal es: ¿queremos ser conscientes de nuestra personalidad como entidad colectiva?, ¿queremos saber cómo somos y qué es lo que opinamos?. Porque no lo sabemos, como Movimiento 15 de Mayo somos casi unos completos ignorantes de nosotros mismos en conjunto. Carecemos de personalidad colectiva consciente, lo que implica carencias en la aplicación responsable del sentido común de los indignados. Aún en este panorama existe para los indignados activos y españoles libres del bipartidismo una posible acción legal de fácil práctica para aumentar la calidad democrática y social; un modo inteligente y complementario a estas democracias legítimas que disfrutamos para bien y salud de nuestra libertad ciudadana, idear el Partido Ideal.

Desde el año 1824 y en Harrisburg (Pensilvania) donde se efectuó el primer estudio demoscópico, esta área sociológica o de psicología colectiva ejerce la investigación en el análisis de datos extraídos a las diversas personas (representativas de la población heterogénea) por métodos de entrevistas personales o por teléfono. Sus resultados suelen ser publicados en lo que se llama sondeos o encuestas. Hasta aquí todo muy bien, el problema surge, como dijimos, cuando llega todo un señor político democrático de los más sabios de mediados del siglo pasado, Winston Churchill (1874-1965), afirmando: “sólo creo en las encuestas que he manipulado yo”. Entonces el panorama cambia y al observar detenidamente las encuestas o sondeos en la intención de voto de cualquiera de las elecciones generales, por ejemplo, observaremos que serán demasiado diferentes sus resultados para que sean producto de fórmulas académicas puras, sino más bien parecen obedecer el interés del momento o al partidismo político tradicional.

Por ello no hay que confundir a la ciencia y su interés público con los intereses partidistas o individualistas de algunos de nosotros, los científicos, sobre todo en lo económico o en nuestras relaciones laborales. No olvidemos que muchos (cada vez menos) dependemos de una paga por nuestro trabajo o el abono de las facturas que expedimos, incluido los sociólogos o sus empresas, y no hay que confundir en la teoría a la ciencia con la profesionalidad, otra cosa es la práctica de ambas, donde quedan profundamente ligadas. La sociología es una parte importante de nuestras ciencias públicas, siendo muy útil en muchas labores sociales, públicas o privadas, pero queda rotundamente claro para el sentido común que un escrutinio democrático para mostrar la personalidad colectiva de una comunidad es mucho mejor que una encuesta al respecto. ¡Viva la Democracia Participativa!.

Dicho de otro modo, la tan anhelada “cohesión social” por parte de las sociedades postliberales no se logrará con encuestas o sondeos. Una cosa es la democracia de opinión o de participación ciudadana o pública y otra muy diferente son los estudios de la opinión pública. En realidad los estudios de la opinión pública (incluso para la propia sociología) son o serían más exactos ante datos democráticos (consultas democráticas y sus escrutinios publicados) que ante sondeos o encuestas. Conseguir los datos de la opinión para la participación no es labor de nuestra parte científica, sino de nuestro hacer ciudadano y democrático. Porque no existe mayor encuesta o sondeo que la participación abierta y directa a todos los ciudadanos o afiliados en consultas de opinión pública o de participación inteligente.

La democracia de Opinión y de Participación debe ser más estudiante que estudiada, aunque los gobiernos y los estudios sociales obtengan beneficios colaterales en la publicación de los escrutinios de las consultas democráticas universales. Los escrutinios en los ejercicios de voto interno de un partido ideal se fundamentan en los cómputos generales, ello no impide una formación o suma publicada de los sub-escrutinios locales donde se beneficiarán otras comunidades como las municipales, provinciales, o autonómicas. Así pueden coincidir datos beneficiosos para el interés general español ante datos beneficiosos también para el interés general municipal o autonómico. Es decir, el Partido Ideal no sólo debe ir conciliando democráticamente dos polos que aparentemente son difíciles de unir, individualidad y colectividad, también a las diversas colectividades públicas o de conciencia establecidas en el interior de España o en las conciencias ciudadanas de sus afiliados.

Entre los significados complementarios y posibles del Partido ideal existe hasta definiciones parejas al concepto “ética”. Como afirma Adela Cortina en su obra "Ética de la empresa" (Trotta, Madrid, 1994), donde la ética es “un tipo de saber de los que pretende orientar la acción humana en un sentido racional; es decir pretende que obremos racionalmente”. Por ello necesitamos también un cauce democrático para la participación cuando implica a los conocimientos racionales, diversos y diferenciados que prácticamente tenemos todos los afiliados, unos en unos temas y otros en otros temas. Nadie es especialista o está especializado en todas las disciplinas o profesiones de los conocimientos públicos, apareciendo otro modelo o marca democrática ideal para completar y complementar el Partido Ideal, esta vez en plural, las Democracias de los Conocimientos.
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