Historia de la Ciudadanía Democrática. Capítulo X.
El
mundo helénico
Es
importante destacar al mundo helénico en este repaso a la Historia
de la Ciudadanía Democrática porque era un mundo en crisis
provocada por el desencanto y el pesimismo ante el derrumbe político
de las Polis (en cierta manera desencanto parecido a nuestra actual
época). Y al mismo tiempo nunca antes las culturas europeas,
asiáticas y de Oriente Medio estuvieron tan unidas. El mundo humano
tuvo crisis anteriores y muy importantes, pero en esta ocasión se
produce en plena evolución de las lógicas académicas. Es decir, no
sólo existieron interpretaciones, recursos o soluciones
militares-religiosas para la crisis, también se recurrió a las
filosóficas, éticas y lógicas. Así el pensamiento más
evolucionado pasó del Estado-Polis a los Estados-Mundo y se desató
la filosofía cosmopolita, comenzando por los estoicos.
Para
tomar la perspectiva histórica debemos comenzar en Macedonia, un
territorio o reino al norte de Grecia destinado a conquistar todo
Oriente Medio, hasta llegar a las mismas puertas de la India
(incluido la conquista del Indo, Grecia y Egipto), pero ¿dónde
estuvo la clave?. Obviamente la clave fue militar, los griegos además
de su literatura, arte y avances en leyes, filosofías y ciencias:
eran expertos guerreros, puede decirse que los mejores de su época.
Entre ellos el joven rey de Macedonia, Filipo II (382-336 aC), que en
la polis de Tebas aprendió las más modernas artes de combate de la
época de manos de su maestro Epaminondas.
Volvemos
al oráculo de Delfos, al ónfalos u ombligo del mundo, donde se
llamó a la tercera guerra sagrada entre griegos, 356 a 346 aC, y
donde Filipo II venció a los focios que se habían apoderado del
santuario de Delfos. Poco después, 339 aC, ocurrió la cuarta guerra
sagrada cuando se jugó la hegemonía de Grecia en la Batalla de
Queronea, 338 aC, donde atenienses y tebanos fueron derrotados por
los macedonios y sus aliados. Filipo quedó dueño de toda Grecia
gracias a la perfección de combate que alcanzaron sus tropas o
falanges. Un año después creó la Liga de Corinto, unificando bajo
su mandato a todas las Polis griegas (excepto Esparta). Al poco
tiempo Filipo fue asesinado; y fue su hijo Alejandro III o el Magno
(356-323 aC), uno de los mejores conquistadores conocidos, discípulo
de Aristóteles, quien se lanzó a la conquista del imperio persa.
Alejandro
Magno no sólo fue el más grande conquistador debido a los vastos
territorios que ganó en combates, también en su ejército iba una
presencia destacada de arquitectos, ingenieros y profesores.
Obviamente su objetivo no era destruir, sino construir. Parece que
fraguó la idea sobre su persona de un ser superior, así de setenta
ciudades nuevas que fundó, cincuenta llevaron su nombre. Un ser
“superior” dominando y unificando todas las culturas conocidas.
Quizás por ello no destruyó ninguna cultura de los pueblos o
ciudades que conquistó. Al contrario, por ejemplo ofició en la
ciudad de Susa la “Boda entre Oriente y Occidente”, donde miles
de sus soldados (incluido él) se casaron con mujeres persas. Unificó
con una misma moneda al nuevo imperio, surgiendo un poderoso mercado
económico y ordenó que el griego (koiné) fuera la lengua oficial,
lo que facilitó el intercambio de conocimientos entre europeos y
asiáticos, algo fundamental en la mezcla inteligente de diferentes
culturas.
Aunque
lo grandioso fue que tampoco apoyó en concreto a ninguna escuela o
tendencia filosófica y/o reprimiendo al resto. Tampoco tuvo tiempo
para mucho y murió (supuestamente por una repentina enfermedad) poco
tiempo después de conquistar todas las grandes civilizaciones
conocidas. Su muerte abrió el periodo conocido como Mundo
Helenístico. Su mujer e hijo fueron asesinados y el Imperio fue
repartido entre sus generales (los diádocos). Lo que parecía iba a
ser una enorme expansión o imperio griego se convirtió en un mundo
de mosaicos de nuevos reinos con culturas y pueblos mezclados entre
sí y unidos por una misma lengua intelectual y una misma moneda.
Estos nuevos reinos helenísticos de los diádocos continuaron o
permitieron la expansión y fusión de la cultura griega en Oriente.
En
la interpretación de este nueva época muchos sofistas y la
cosmovisión cínica llegaron más lejos, creando un concepto
favorable de la Humanidad. Por fin el abrazo pacífico de la cultura
griega con el resto del mundo, desde la península Ibérica hasta la India. Aunque
pesaba mucho la visión de Tucídides que consideraba normal la
guerra, ya desde Homero. Con Pitágoras o Platón se filtró
amigablemente cierta influencia oriental o persa. Esencia que
desarrolló esta época Helénica con la fusión de las culturas del
mundo en una gran diversidad y con lenguaje común. Así comenzó a
no existir bárbaros y extranjeros para cierto pensamiento que
buscaba la teoría del ser universal.
A
pesar de todo y ante el ocaso político de la Grecia Antigua no es
extraño ver a los cínicos y epicúreos mirar hacia otro lado del
mundo político, decepcionados, buscando la felicidad en otras
reuniones sociales o en la propia individualidad. Los estoicos, en
cambio, consideraron a cada ser humano como parte del “Logos”
divino e inmortal, por ello representan la primera filosofía con
fundamento cosmopolita. En siglos posteriores la idea se agrandaría
con Tomás de Aquino, Dante, Espinosa, incluso con Kant y Hegel (por
citar sólo algunos ejemplos). Por fin la filosofía política
contempló a la Humanidad en el marco de una sociedad común. Las
tres grandes escuelas filosóficas de la época Helenística fueron
el Estoicismo, el Epicureismo y el Cinismo. Durante el Imperio Romano
el Epicureismo quedaría como la filosofía de los pobres o clases
bajas y el Estoicismo como escuela de las clases altas.
Es
curioso comprobar cómo los reinos helénicos, bajo los monarcas
diádocos o herederos del imperio de Alejandro, no dirigieron sus
miras hacia occidente, como hizo Darío, sino a oriente. Al dividirse
el Imperio en muchos reinos, las ventajas aportadas por el Viaje de
Escillax y la ruta comercial marítima entre oriente y occidente que
estableció, perdieron valor general. Aquella ruta marítima sólo
beneficiaba ya a Egipto y a los pueblos árabes que realizaban
navegaciones de cabotaje (sin alejarse mucho de tierra o con ésta
siempre a la vista) por toda la costa arábiga, uniendo el mar Rojo y
Egipto con el Pérsico y, más a oriente, con el Indo.
Ante
este panorama Oriente recobró valor económico y, consecuentemente,
nuevo valor político de la antigua ruta terrestre que unía
Mesopotamia con el Indo. Muchos reinos helenísticos o diádocos
quisieron controlarla, como consecuencia estalló la guerra en el año
321 aC por dominar y dinamizar esta ruta al Indo (de orígenes
neolíticos). Curiosamente casi a la misma distancia del Indo y en
los mismos años, esta vez hacia dirección contraria (Mesopotamia
queda a su occidente), también surgió un mismo interés desde
Magada, ciudad floreciente en la cuenca del río Ganges.
.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.
Capítulo anterior, IX, la Ekklesia:
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