Capítulo
XII
La
democrática República de Roma
No
serían los griegos, no fue el Imperio Persa, ni su conquistador
Alejandro Magno, tampoco sus divididos sucesores los diádocos o
reinos helénicos, quienes dominarían el Mediterráneo Occidental
derrotando a los cartagineses. La elegida por la Historia fue una
ciudad emergiendo entre siete colinas que se extendió rápidamente.
Estaba formada por tres tribus: los Ramnes, los Tities y los Luceries
(latinos, etruscos y sabinos). Cada una dividida en diez secciones o
Comicios Curiales (“Comitia curiata”, en latín). Era Roma, la
Antigua, todavía inmortal, que surgió como monarquía etrusca hasta
que en el año 509 a.C. se transformó creando una naciente república
continental. Y en el año 27 a.C. se convertiría en un extenso
imperio mundial, abarcando a tres continentes. Duraría muchos siglos
y en ella se asentaría la cimentación principal de la cultura
Occidental; e influyente, con diferentes grados, en las culturas
vencidas y vecinas.
Si
la ciudadanía democrática de la Antigua Atenas parece ser
consecuencia de la “revolución hoplita”, donde los pobres
(mayoría sin poder político) pugnaron contra los aristocráticos
(minoría en el poder político) hasta alcanzar la igualdad política;
en Roma no hizo falta la revolución, sino casi lo contrario, la
inacción. Pasividad o alejamiento de los pobres (los plebeyos), la gran mayoría, de la
minoría poderosa (los patricios), una desaparición de escena que llamaron Secessio Plebis
(muy parecido a lo que hoy conocemos como huelga general). La primera
secessio plebis de la que se tiene constancia ocurrió en el año 494
a.C. Fue consecuencia de una grave crisis económica donde muchos
plebeyos quedaron endeudados y, en consecuencia, próximos a ser
condenados a la esclavitud. Ya que la ley del momento establecía que
el impago de la deuda transformaba al deudor en esclavo del acreedor.
Al mismo tiempo la ciudad de Roma fue amenazada por los ”ecuos” y
los “volscos”, necesitando formar un ejército numeroso para la
defensa.
Así
llamaron a filas a los plebeyos, pero éstos aprovecharon la
circunstancia para reivindicar mejores derechos y se negaron a luchar
hasta que esa ley fuese derogada. Los poderosos o patricios
aceptaron, pero una vez pasado el peligro de los ecuos y volscos se
negaron a cumplir con lo pactado. Y en vista de ello se inició la
secesión o “huelga general” de los plebeyos donde, literalmente,
abandonaron la ciudad con sus enseres y herramientas. Fueron al Monte
Sacro, a unas tres millas, y allí permanecieron varios días.
Tiempo suficiente para que los patricios (las familias ricas) y sus
esclavos, únicos habitantes de la ciudad, sufrieran escasez de
muchos productos y servicios. Nadie descargaba o traía algo del
puerto, nadie abría mercado, la inmensa mayoría de la población de
Roma no estaba. Casi una ciudad fantasma, hasta que los patricios
enviaron al cónsul Menenio Agrippa para negociar. Y con aquel
“negocio” los plebeyos consiguieron derogar aquella ley y además
obtuvieron que se creara el cargo de tribuno de la plebe (dos
tribunos que tiempo después llegaron a ser hasta diez). Además
consiguieron establecer su propia asamblea, el Concilium
plebeyo, que elegía a los tribunos, siendo inviolables y los únicos
con poder de veto (intercessio), controlando incluso los actos del
senado. Y las deliberaciones de los consejos de la plebe
(plebiscitos) tomaron fuerza de ley para los plebeyos.
Aunque
los plebeyos consiguieron nuevos derechos no se tradujeron en
beneficios económicos. En adelante la cuestión de la tierra
cultivable fue esencial, más aún ante las nuevas conquistas que se
produjeron en los territorios vecinos. La obtención de nuevas
tierras a través de guerras y conquistas se convirtió en la base
del desarrollo agrícola y ganadero de la República de Roma. En
definitiva el desarrollo económico pudo fundamentar a la guerra
hasta formar uno de los imperios más extensos conocidos. Apareciendo
el problema o cuestión de la tierra pública (ager publicus), donde
los plebeyos buscaron el usufructo en igualdad de derechos que los
patricios. Al principio las tierras conquistadas se repartían a los
colonos o pequeños propietarios, pero luego eran adquiridas por los
patricios. Y el excedente de riqueza acumulada fue dedicado a la
compra de grandes propiedades rurales. Así las tierras del ager
publicus se convirtieron en latifundios con mano de obra esclava. Con
los latifundios y la mano de obra tan barata, la mayoría de los hombres libres, que eran pequeños
agricultores de la plebe, hubieron de competir con precios muy
baratos, como por ejemplo el del trigo proveniente de los territorios
conquistados.
En
lo militar el crecimiento de Roma pasó por la posesión de toda la
península itálica y sus grandes islas, sobre todo Sicilia. Así conquistarían las polis o colonias griegas del sur
de la península itálica (la Magna Grecia) y se enfrentaron a
Macedonia. Ello suponía que tarde o temprano se enfrentarían a los
cartagineses. Y podría entenderse que el dominio de Roma se
acentuó marítimamente casi por azar, mejor dicho, por la mentira de
unos mercenarios que se apoderaron a traición de la ciudad de
Mesina, en el año 289 aC, matando o expulsando a los hombres y
quedándose con las mujeres. Poco después, en el año 265 aC el rey
de Siracusa, Hierón II, rodeó la ciudad de los mercenarios y éstos
solicitaron ayuda a Cartago, al mismo tiempo mandaron emisarios a
Roma engañando y diciendo que los cartagineses y los de Siracusa los
atacaban. Así la guerra contra los cartagineses quedó servida.
Cartago, ciudad situada en el Golfo de Túnez, fue fundada en el 814 aC. por mercaderes procedentes de Tiro (Libano actual) sobre la colina de Birsa. Conn la conquista de Tiro el control de las colonias fenicias pasó a Sidón y luego a Cartago, que se convirtió en la primera potencia del Mediterráneo Occidental, hasta que Roma despertó como potencia marítima. Ante Mesina los
cartagineses se aliaron con los de Siracusa, organizando y
planificando una gran guerra por la posesión de toda Sicilia. Y he
aquí la clave militar, los romanos eran débiles en el mar, por lo
que copiaron a las naves cartaginesas y las superaron al inventar el
“corvus”, puente de asedio que permitía pasar a la infantería
pesada. En dos meses construyeron más de cien naves y arrasaron a
los cartagineses en las principales batallas. Aquella nueva forma de
asalto naval dejó sin nada de experiencia a los cartagineses para
combatir a la infantería pesada dentro de sus propios barcos. Así
forzaron una paz ventajosa con Cartago que les cedió toda Sicilia
(menos Siracusa).
Roma
había cogido tanto poder con aquella guerra que años después
Cartago le cedió Cerdeña y Córcega (238 aC) para comprar su
neutralidad en una guerra civil que padeció Cartago por la rebelión
de sus mercenarios. Se disputaron tres guerras llamadas Púnicas,
desde el 264 aC a 146 aC, entre los romanos y los cartagineses. El
odio quedó sembrado entre los romanos, como ejemplo la famosa frase
con la que Marco Porcio Catón (234 aC.- 149 aC) finalizaba siempre
sus discursos: “Ceterum censeo Carthaginem esse Delendam”
(Ciertamente opino que Cartago debe ser destruida). Hasta que Publio
Cornelio Escipión y sus legiones arrasaron Cartago y fue borrada del nuevo mapa político, no
de la Historia. Cartago fue una civilización con Constitución, y
aunque sus cargos eran elegidos en razón a riquezas y méritos, esta
oligarquía y aristocracia tendió a favorecer democracia entre todos sus ciudadanos con la
Asamblea de Cartago, por ello Aristóteles llamó mixta a la
Constitución de Cartago.
En
el siglo III ac. la Asamblea de Cartago decidía en temas cruciales
para la ciudadanía aplicando el derecho cartaginés. Todos los
ciudadanos votaban y decidían en cuestiones trascendentales. Elegían
a los miembros del “senado” de Cartago y a los generales, pero
también la oligarquía comercial tenía mucho poder. En cualquier
caso la democracia cartaginesa acabó en el 146 ac. con la invasión
romana. En gran medida los que decidían en Roma, el Senado, venció
y exterminó (quitó del mapa) a los que decidían en Cartago: el
Pueblo o su asamblea. Posiblemente ganó Roma por su potencia militar
generada por un ejército propio, mientras Cártago utilizaba a
muchos mercenarios en su poderío militar. En cualquier caso aquel
poderoso ejército romano se convirtió en el propio enemigo de los
romanos republicanos. Y en el siguiente siglo el ejército formó tiranos y
dictadores, golpes de estado y guerras civiles, que acabaron con la
República de Roma y con la poca democracia que quedaba.
La
República de Roma conoció la victoria y el predomino como fuerza
dominante no sólo en el Mediterráneo occidental, sustituyendo así
al Imperio de Cartago, también puso sus miras de conquistas hacia el
Próximo Oriente. La República duró desde el año 509 aC hasta el
27 aC, año en que fue “derrotada” por el Imperio de Roma, en
realidad podría entenderse que se derrotó ella misma entre
sangrientas guerras civiles. Pero antes, el siglo III aC fue de
grandes victorias marítimas, un siglo de oro para la República
Romana. Destacar en aquella época el entonces lejano norte romano o
Germania, donde se celebraban plebiscitos o votaciones que
legitimaban la elección del líder. La República de Roma fue mucho
más lejos y arraigó el Estado Patricio-Plebeyo (Populus), hecho que
ocasionalmente ocurría en algunas ciudades y que después
experimentaban grandes progresos (como en las polis griegas). No es
de extrañar, un buen “pacto” entre ricos y pobres siempre ha
mejorado a las sociedades.
Derivado
de este pacto hasta el Pontificado romano (máximo cargo en época de
paz) quedó abierto a la plebe. Los patricios y la plebe (parte de
ella cada vez más adinerada) comenzaron a forjar una clase nueva que
hizo a las Instituciones más cercanas a la realidad de las calles.
Los beneficios no tardaron en llegar, el derecho al voto sólo
dependió del domicilio romano. Para evitar la ciudadanía pobre en
las zonas conquistadas se formaron colonias y pueblos para los
plebeyos más pobres; que a la larga se transformarían en una clase
media campesina, y clave para el desarrollo de Roma.
Las
asambleas de comicios, Centuriales, pasaron a ser Tribuinicias, donde
todos los ciudadanos votaban formando tribus que, independientes del
Senado, dejaba el gobierno de la República en manos de los partidos.
Se formaron dos grandes partidos políticos, el “Nobilitas”,
formado por la nobleza y la clase media; y el partido Popular, ambos
bastante nivelados y surtiendo de magistrados a la República. Además
se creó el procedimiento jurídico igual para toda Roma, iniciándose
el Derecho como ciencia. El Senado, hasta entonces exclusivo de los
patricios pasó a ser de todos, quedando como una cámara
deliberadora, mientras que las funciones jurídicas y poderes
legislativos eran ejercidos por los Comicios (“Comitia”) o
asambleas de cuatro tipos: por Curias, por Centurias, por Tribus y
por Plebis.
Destacar
también los Plebiscitos, que eran asambleas ciudadanas que nacieron
sólo para la Plebe, sin intervención del Senado o de los Patricios,
y sólo comprometía a los plebeyos. No tenían carácter vinculante,
no eran comicios, sino consejos (concilium). Y no formaban leyes,
sino opiniones. Y cuando formaban normas sólo y exclusivamente era
para la Plebe, no implicaban o no vinculaban a nadie más.
Desgraciadamente y al desarrollar sus instituciones administrativas
la democracia en Roma decayó. Los romanos, al formar las primeras
oficinas estatales, utilizaron entre su personal a libertos y
esclavos. Resultando cada vez menos los libertos y más los esclavos,
ya que los ciudadanos romanos dejaban de ser pobres y buscaban
trabajos superiores o negocios empresariales, dejando un hueco en los
servicios y la producción (que pudo haber sido cubierto por una
adecuada inmigración, pero no fue así y se utilizaron los
esclavos). Otra vez en la Antigüedad aparece la ciudadanía con
esclavos.
Posiblemente
aquella esclavitud nació, mucho antes que los romanos, como opción
al asesinato de los vencidos. Era muerte o esclavitud, y así los
romanos se abastecían de esclavos al mismo tiempo que se expandían,
ya que sus legiones de combate formaban los mejores ejércitos de
aquel tiempo. Hasta cierto punto, en el contexto de la época podía
ser comprensible; no así el nacimiento de esclavos, pero la
esclavitud se hizo hereditaria. Se extendió por todo el territorio
romano (que a su vez también se extendía con nuevas conquistas),
hasta tal punto que el tema fue tratado éticamente por el político
demócrata Apio Claudio; pero no se consiguió frenar la esclavitud
que predominó en todas las sociedades que la República iba creando
por todas las ciudades que gobernaba y conquistaba. Y aquí nos
encontramos con las inevitables Guerras Serviles, protagonizadas por
alzamientos armados de esclavos.
La
primera guerra servil aconteció entre los años 135 a 132 aC.
Ocurrió en Sicilia con el levantamiento armado de doscientos mil
esclavos contra los ciudadanos romanos. Fueron liderados por el sirio
Euno, que afirmaba ser profeta, ayudado por su segundo, Cleón, un
buen militar que venció las primeras batallas. Ambos fueron
derrotados mortalmente. La segunda guerra servil fue entre 104 a 100
aC. Y otra vez en Sicilia, un esclavo liberado, Salvio Trifón,
emulando a Euno y defendiendo ideales de libertad, formó un ejército
de liberados que atemorizó a los romanos. Y sólo desarrollando una
enorme fuerza, el cónsul romano Manio Aquilio, acabó en baños de
sangre con esta revuelta.
La
tercera y última guerra servil fue por el alzamiento de Espartaco,
desde el 73 al 71 aC, Importantísima, a la vez que efímera, en los
intentos humanos de liberarse del yugo de la esclavitud. Seguramente
fue una revolución con gran contenido en argumentos, pero esta
historia la escribieron los vencedores y sólo quedó registrado los
movimientos geográficos de los seguidores del ex esclavo y ex
gladiador Espartaco (113 adC-71 aC) por la península Itálica y las
batallas acontecidas.
Cabe
destacar que algunos historiadores asocian estas guerras Serviles con
el declive de Roma. No en vano las guerras serviles acontecieron en
el mismo siglo que la caída de la República de Roma, el siglo I ac.
Desconfiar de los esclavos, el estamento social más numeroso de la
República, para una economía basada en la esclavitud como la Romana
, a la larga, provocó graves resultados económicos y repercutió en
la fractura letal y social que condujo al final. Cuando hablamos de
una civilización como la Antigua Roma, ya sea en su República o
después en su Imperio, cabe preguntarse: ¿esta clase de
civilizaciones construidas y mantenidas a través de esclavos
humanos... realmente fueron civilizaciones o más bien mundos de
esclavos?.
Dos
mitades o empatías (ponerse en lugar “del otro”) diferentes pero
unificadas en la Historia Humana. Cuando se estudia la Historia, como
humano, no existe la empatía (o no debiera), pues humanos eran tanto
los esclavos como los amos, no existen “los otros”, no los hay.
No es necesaria la empatía, basta ponernos en lugar de nosotros
mismos y de nuestras contradicciones. Cosa distinta es cuando se
estudia o expone la Historia desde una determinada perspectiva
nacional o religiosa (incluso político/económica), donde es posible
desarrollar empatía frente a los diferentes, competidores o
adversarios, sólo así pueden existir “los otros”, o “los
extranjeros”, o “los infieles”, o “los bárbaros”, o “los
comunistas”, o “los capitalistas”. En la visión humana de su
propia historia general “los otros” nunca pueden ser otros
humanos. Porque la Humanidad es un sólo grupo o agrupación.
En
la Roma Antigua existieron muchísimos esclavos y durante muchísimo
tiempo. A pesar de la fuerte presencia filosófica entre las clases
populares romanas del Epicureísmo, que aceptaba como iguales a
mujeres y esclavos. Por otro lado, el Estoicismo era el pensamiento
dominante entre la clase alta romana (patricios y plebe acaudalada).
El breve pero intenso periodo de Espartaco, casi tres años, apenas
es registrado históricamente, como si los hechos fueran olvidados
forzosamente, no inscritos en la Historia o manipulados
políticamente. Sin embargo, bajo perspectiva histórica y ciudadana,
Espartaco, fue un hombre libre entre ciudadanos esclavizadores, un
verdadero ciudadano que luchaba contra la esclavitud frente a
ciudadanos con esclavos.
Ganaron
estos últimos, los ciudadanos más bárbaros o atrasados, en el año
71 aC; pero no se conformaron con la victoria, así torturaron y
crucificaron hasta la muerte a los vencidos. Kilómetros de camino
con hombres y mujeres libres crucificados en sus cunetas, hasta
llegar a las mismas puertas de Roma. Fue un infierno creado por
humanos y para humanos, miles de vidas forzadas a agonizar lentamente
como tributo al sistema político basado en esclavos y como
escarmiento para evitar futuras guerras serviles. La Historia también
produce muchos dolor en las conciencias.
El
espíritu de libertades que porta todo humano no murió en aquellas
cruces. Este mundo Antiguo, especie de “Neolítico” del
ciudadano, fue negativo y muchas veces atroz con los esclavos y las
mujeres. Hasta la “inmortal” Roma no pudo evitar cierta
“justicia” de la Historia. Precisamente por las acciones de amor
por las que fue ejecutado Jesús de Nazareth (0 a 33 dC) iba a surgir
un movimiento popular y democrático llamado Cristianismo con un amor
colectivo desconocido hasta entonces. Pues desde la historia
milenaria nos llega, en latín y desde Jesucristo, quizás la mejor
frase humana: “Simile illi diliges proximun tuum tamquam te ipsum
(Amarás a tu prójimo como a ti mismo)”, con profundo significado
humano. Esta mentalidad cristiana proviene en gran parte de los
esenios, una tribu dentro de los judíos que practicaban la
democracia.
Los
cristianos ejercieron una buena labor contra la esclavitud y, al
mismo tiempo, ejercieron democracia secreta, ya que fueron
perseguidos y torturados. El cristianismo originario, por lo tanto el
auténtico, era plenamente democrático. Por lo que hubo de ser
desprestigiado por los dictadores y las políticas imperiales romanas
(y gran parte de la Historia escrita por los vencedores), acusándolos
de incendiar Roma, por ejemplo, o llamándolos “primitivos”,
definición que aún llega a nuestros días. El Cristianismo
Originario o Auténtico todavía es llamado “Primitivo” y además
ha quedado difuso y confuso entre los relatos históricos de aquella
época.
Su
líder espiritual, Jesús, fue crucificado, método utilizado por los
antiguos romanos para delitos políticos, como en las rebeliones de
esclavos. Desde los originarios cristianos, antes del 313 dC (fecha
fundamental donde el emperador Constantino I convierte al
Cristianismo en religión oficial del Imperio y obliga que su símbolo
sea la cruz), la Democracia quedaría enterrada muchos siglos en
Europa. No así en América, donde la Liga Democrática y
Constitucional de Haudenosaune reunió en el siglo XII a los pueblos
Cayuga, Mohicano, Oneida, Onondaga y Séneca (los Sioux elegían al
jefe por aclamación en asamblea). También hubo cierto grado
democrático en la formación del Parlamento de Islandia en el año
930, igual que en las Cortes de León en 1188 y en algunos cantones
suizos del siglo XIII.
La
Historia volvería a registrar movimientos sociales con tintes
democráticos o en busca de ciudadanías democráticas muchos siglos
después. Como síntesis Antigua recordar la buena explicación que
ofrece Adela Cortina en el libro “Ciudadanos del Mundo” (Alianza,
Madrid, 1997). Donde recurre al doble sentido etimológico de la
palabra “ciudadanía”. Por un lado su pronunciada raíz griega en
Política y por el otro su profundo sentido Jurídico proveniente de
la raíz romana. Más tarde, en la historia contemporánea, la
ciudadanía abarcaría además su dimensión social. Mientras pasaron
muchos siglos después de Roma Antigua hasta que un rey en plena
lucha o pugna económico/política con grandes terratenientes, hizo
abolir la censura y establecer la libertad de prensa. Ocurrió en
Londres, Inglaterra, hace casi cuatro siglos.
Si
recapitulamos la historia de la justicia en la Antigüedad, los
griegos antepusieron el bien común de la sociedad o polis al derecho
particular del individuo, eran fieles a las leyes. Más tarde con el
dominio del Roma florecieron el epicureísmo y el estoicismo con más
derechos individuales para los débiles (sentido epicúreo), y
abarcando a la especie (cosmopolitismo estoico). Con la entrada del
cristianismo dicho cosmopolitismo se hizo espiritual y humanista,
abogando por los oprimidos; fueran mujeres, esclavos o extranjeros
que ganaron en justicia comparado con el periodo grecorromano. Así
nos vamos a introducir en épocas donde la emergente burguesía hará
que todos los hombres se hicieran titulares de todos los derechos,
aunque varias revoluciones trascendentales hubieron de mediar.
Llegamos al siglo donde Europa comenzó su Era de la Razón o de la
Iluminación.
Con diferencia, éste es uno de los mejores resúmenes de nuestra historia que he leído en mi vida. Y digo nuestra por sentir más ajeno a mi cultura latina el origen de la civilización china, por ejemplo. Es innegable el mérito del Albumcito Hablador en este artículo y los demás, para unir con pocos y precisos trazos bien fundamentados tanta información importante, y además, de manera bella y armónica, variada y nutritiva. Disfruté muchísimo el leer y releer este artículo. Y me permito añadirle algo, en correspondencia a los nutritivos aportes que su autor hace cuando comenta en mi blog LOBIGUS: El dibujo del pez con las letras griegas que ilustra este texto, fue usado por el cristianismo primitivo porque dichas letras, en latín, corresponden a "Iesus Cristus, Theus Unigenitus Soter", es decir "Jesús el Cristo, hijo único de Dios", y sus iniciales forman la palabra ICTHUS, que en griego significa PEZ. Abrazos y gracias, apreciado y admirado amigo!
ResponderEliminarMuchas gracias, Gustavo. Es sólo un resumen histórico desde la perspectiva del humano libre o del ciudadano democrático. Para muchos es impensable hacer un resumen de la Antigua Roma y no mentar a Julio César, por ejemplo, pero en este caso interesa la República de Roma y de cómo el ciudadano y sus instituciones se vuelven más democráticas. Y excelente tu apunte sobre las iniciales de "Iesus Cristus, Theus Unigenitus Soter". Por cierto, tengo a tu interesante blog entre mis favoritos, a ver si me paso hoy por allí, que la última vez que me pasé no habías vuelto a publicar, y no quiero perderme ninguno de tus interesantes artículos. Un solidario abrazo, querido amigo.
ResponderEliminar;.)