Historia de la Ciudadanía Democrática. Capítulo VIII.
Imperio
contra Democracia
La
primera defensa “democrática” conocida en la Historia duró
cinco años (499-494 aC) y comenzó con la sublevación de las polis
griegas de Jonia (costa centro-occidental de Anatolia), en la Grecia asiática. Estas ciudades de Asia Menor estaban bajo influencia
del imperio persa de Darío I. Y como veremos, fue más una lucha por intereses
económicos que por la defensa o expansión de la Democracia. Todo
comenzó con los planes de Darío que, una vez construido el canal de
Suez, y circunnavegada la península arábiga, pretendía dominar el
mediterráneo occidental y unirlo por vía marítima a su eje
comercial: Egipto-Persia-India. Era el imperio más poderoso y su emperador el hombre con más poder militar. Por ello en su política expansiva Darío
solía valorar primero, o poner "encima de la mesa", el peso de sus armas, y después el de la
diplomacia.
Por otro lado, en el Mediterráneo occidental la principal fuerza era Cartago, antigua
colonia fenicia que se extendió rápidamente cuando su tierra madre
cayó bajo imperio extranjero. Cartago, fundada en torno al año 820
aC, dominaba el norte de África occidental, el sur de la península
ibérica y las grandes islas de la zona como Sicilia o Cerdeña. Así
Darío, viendo la imposibilidad de la conquista armada (debido a la lejanía) o descartándola a corto plazo, inició una
política dirigida a una tentadora alianza. Por ello otorgó prioridades
comerciales a las naves de las ciudades cartagineses en perjuicio
colateral de las ciudades jónicas.
La respuesta lógica a ello fue la
revuelta jónica, que fue tomando un cierto cariz democrático y popular entre los griegos. Apareciendo ánimo moral
y elemento de hermandad política o espíritu de unión entre las ciudades
jónicas y Atenas, todas griegas en definitiva. Aquel abrazo griego entre Asia y Europa representaba a pequeñas ciudades o polis “valientes”
contra todo un gigante, el Imperio Persa. Y la mente del
gigante todavía era la del poderoso emperador Darío, que reunió
y armó a seiscientos navíos de guerra y los mandó al encuentro de la poderosa flota jonia y
ateniense que se había formado, a la que venció. Acto seguido Mileto, la ciudad jónica cabecilla de la
rebelión, fue conquistada, derrumbada y sus supervivientes
deportados al otro lado del Imperio (a orillas del Tigris).
El emperador venció y fue implacable, pero Darío
no sólo era un sabio militar, también diplomático. Y más tarde, en el año 492 aC,
presentó un ventajoso y nuevo estatuto a las ciudades jonias donde
todas ellas conseguían autonomía interna y grandes benéficos
comerciales con rutas marítimas privilegiadas para sus flotas. Así
aisló al resto de las polis griegas y europeas del otro lado del mar Egeo y
rompió de un plumazo la alianza democrática entre ambas costas. De esta manera Darío dejó controlado Asia Menor y se dispuso a
extender su dominio a Europa, donde sólo unas pocas ciudades griegas
quedaban como obstáculos a los que vencer diplomáticamente o con las armas.
Para
la mente de Darío el mundo griego estaba próximo a aliarse con él
o a caer bajo su tremenda fuerza militar. Preparó planes
diplomáticos y envió a sus embajadores a todas las ciudades
griegas, e incluso itálicas. Pero dos ciudades, Esparta y Atenas,
resultaron ser las únicas que se opusieron con rigor a la ofensiva
diplomática. La guerra quedó servida (más bien casi continuada
por la parte ateniense, que no fue conquistada junto a las ciudades
jonias). Atenas y Esparta se unieron para vencer al numeroso e
invicto ejército imperial persa. Así comenzaba la primera guerra de
las llamadas “Médicas”, o de los griegos contra contra los "medos-persas".
El
gran sueño de Darío parecía próximo a cumplirse cuando zarpó su
flota de guerra en el 490 aC y, después de su victoria, todo el mundo conocido (excepto China
y las ciudades del Ganges) iba a estar a sus pies o bajo su control e
influencia. Sólo quedaba vencer a aquellas dos orgullosas polis
griegas y abrir así una gran puerta hacia el resto de Europa. Y de
paso repartir justicia con Atenas, que años antes
había ayudado (y quizás inspirado) la revuelta jónica contra el
Imperio. Al respecto y según cuenta una leyenda, desde la revuelta
jónica y cada vez que Darío se sentaba a la mesa, un sirviente
debía decirle tres veces al oído “¡Señor, acordaos de los
atenienses!”.
Con
esta firmeza la flota dirigida por Artafernes (sobrino de Darío)
tuvo las primeras victorias conquistando las islas Cícladas y Eubea.
Hasta que el poderoso ejército imperial tocó suelo en la costa
oriental de Ática. Se armó un enorme revuelo en la ciudad mientras se formó un
pequeño ejército de la democracia ateniense que pronto partió al
combate. El contacto visual con el enemigo se produjo en las
explanadas frente a las murallas de Maratón, ciudad cercana a
Atenas. Allí tuvo origen la famosa Batalla
de Maratón que
dio nombre a una modalidad deportiva de carreras a grandes distancias
y que simboliza, junto a la antorcha olímpica, los inicios de las
Olimpiadas.
Antes
de abordar esta batalla es importante comprender la palabra
“hoplita”. Cuando se dice "democrático" al pequeño ejército ateniense no sólo es porque su gobierno fuera ya
la Ekklesia (asamblea democrática de ciudadanos),
también porque cada soldado u hoplita era un
ciudadano de a pie, que no llevaba caballo y que compraba o portaba el
equipo de guerra que podía. De tal manera que los atenienses
más adinerados, con caballos o a pie, llevaban las mejores
armaduras, cascos, lanzas y escudos y se colocaban en primera fila
para impresionar al enemigo. Y los más pobres o con peores armas se
colocaban atrás, donde el enemigo no los veía bien hasta entrar en batalla.
Este
hecho suele presentarse como curiosidad, pero tiene su valor
estratégico y dotó de líneas ágiles a la retaguardia ateniense.
Los ciudadanos más ricos al frente con corazas y armaduras
relucientes, llevando más peso en protección y armamento; y los
ciudadanos pobres atrás, donde es fácil imaginar a muchos
simplemente con cuchillos, escudos de madera y lanzas rústicas. Y muchos esclavos fueron liberados para participar en aquella
batalla. Más adelante trataremos el tema de los esclavos,
extranjeros y ciudadanas (porque no podían votar en aquella democracia
ateniense). Pero en aquel momento todos aquellos hombres y ciudadanos
estaban dispuestos a defender su ciudad democrática (con derechos políticos aumentado recientemente con las reformas de
Clístenes, que aportaron necesarias bases para el sistema democrático
más avanzado de aquella época).
Otra
curiosidad importante es que cada hoplita llevaba los signos o
símbolos que quería, dibujados en los escudos o en sus armaduras.
Todo un ejército visualmente ordenado como el persa, dividido
perfectamente por sus diferentes nacionalidades, frente a un ejército
multicolor como el ateniense. Una multitud
armada y alineada tras un estandarte cuyo epíteto rezaba: “Atenea
Promacos", nombre de la diosa y patrona de la
ciudad cuando entraba en combate. Los números no eran favorables,
unos doce mil hoplitas o ciudadanos guerreros frente a cuarenta mil
soldados profesionales del Imperio Persa. Además los atenienses
tenían una doble responsabilidad, y mientras iniciaban combate temían al
mismo tiempo que otra armada persa estuviera atacando su ciudad. Como
si aquella batalla fuera la primera de dos.
Los
griegos estaban comandados por Milcíades, mientras Filípides acudía a
Esparta en busca de ayuda (pero rehusaron prestarla). Después de unos días observando al
enemigo, los dos ejércitos se embistieron brutalmente y las miles de
lanzas ocasionaron los primeros cientos de muertos. Y, quizás por
aquella excelente doble moral ofensiva-defensiva, los atenienses
arrollaron a los persas. La batalla se ganó y la vida de muchos se
perdió, al menos el importante proceso histórico de
la ciudadanía democrática continuó a salvo. Acto seguido Milcíades
envió a Atenas a su mejor corredor, Filípides, para decir que
habían vencido y que no tardaría en llegar el resto del ejército
para seguir luchando contra los persas, por si atacaban o estaban
atacando a la ciudad. El mensajero llegó, dio la buena
noticia y murió de agotamiento.
Hecho
muy conocido en la Historia como la Carrera de Maratón.
Pero hay controversia histórica, parece ser que Filípides fue corriendo de Atenas a Esparta para pedir ayuda. Y que en realidad fue el ejército ateniense en pleno quien corrió desde Maratón a Atenas. Por ello y a marchas forzadas llegaron a Atenas
para protegerla, casi al mismo tiempo que la flota persa se preparaba
para desembarcar. Al final el ejército imperial, viendo que la ciudad recobraba su defensa al completo, se retiraron a Asia Menor. Así la
victoria fue para Atenas y aquel resultado resultaría fundamental para la
Historia, sin ella es inimaginable un siglo V aC “de Oro”
para la Historia de la Democracia (llamado "siglo de Pericles") y representado por la ciudad de
Atenas. Las guerras Médicas (entre persas y griegos) fueron tres y
terminaron con victoria griega, la última batalla aconteció cerca
del río Eurimedonte, en la actual Turquía, en 465 aC, y fue vencida
por el general ateniense Cimón.
Recordar
que en aquélla época todos los procesos sociales estaban
fuertemente ligados a los divinos, por lo tanto también la
Democracia. La religión en Grecia se mostró en planos divinos
altamente sofisticados; no sólo creando, actualizando o
evolucionando a viejos dioses, también la literatura sobre historias
divinas (mitología) ayudó a crear la ciudad de los dioses, Olimpo, donde reinaba Zeus. Para los griegos las asambleas eran
practicadas tanto por dioses como por humanos, en el Canto 1º de la
Odisea (poema épico griego de Homero, entre IX a VIII aC) se celebra
una asamblea entre los dioses donde la diosa Atenea pide la vuelta de
Odiseo (Ulises) a su hogar en Ítaca. Y en el Canto 2º el hijo de
Odiseo, Telémaco, convoca asamblea al pueblo de Ítaca.
Sabemos
que la patrona de Atenas era Atenea, diosa del
conocimiento y de la guerra justa (diosa guerrera), además de
patrona del arte y de la artesanía, fue la primera diosa virgen
conocida y segunda en el mando del Olimpo después del gran Zeus (de
hecho “nació” de su cabeza). Obviamente, la asociación de
Atenea con Atenas quedó recogida por la mitología griega y hay
varias versiones sobre estos principios. Casi todas las versiones
están de acuerdo que al nacer la polis de Atenas dos dioses se
presentaron, Atenea y Poseidón, optando ambos a figurar como la
divinidad protectora de la ciudad.
Poseidón
tocó con su tridente el suelo y apareció una fuente de agua salada,
mientras que Atenea ofreció algo desconocido hasta entonces, el
olivo. A partir de aquí las versiones difieren, como intentamos
repasar la Historia de la Democracia (que también tuvo que tener explicación “divina”) diremos que la mitología relata,
sorprendentemente, que se reunió una ekklesia (asamblea) paritaria
(hombres y mujeres) donde todos los hombres votaron a Poseidón y
todas las mujeres a Atenea. Ganaron las mujeres por un solo voto y
así Atenea quedó como la diosa protectora de la nueva polis que
recibiría su nombre honor a a la diosa: Atenas. Así que las mujeres pudieron votar en el registro mitológico mucho antes que en el histórico.
Sigue el relato con Poseidón
entrando en cólera e inundando la región, causando graves desastres. Así y para calmarlo se retiró el derecho de voto a las mujeres
(¿coincidencia con la explosión de la isla de Tera o Thira que
provocó tsunamis por el Egeo?). Es una manera mitológica de
explicar la democracia antigua (y masculina) que se asentó en Atenas. Como
simbolismos hay muchos, destacar el olivo, emblema del sedentarismo y
de las deidades nuevas y agrícolas traídas por el Neolítico. El
olivo quedó como símbolo del poder justo y, como decían que esta
diosa tenía los ojos brillantes o azulados-verdosos, las lechuzas fueron asociadas como símbolo del conocimiento o de la sabiduría.
La
mitología y la religión politeísta que profesaban los griegos
estaban reunidas en torno al Olimpo o ciudad de los dioses y
gobernada por Zeus. Además toda Grecia quedó unida con unos juegos donde
participaban todas las polis, las Olimpiadas. Las diferentes
evoluciones de las polis marcaron diferencias políticas entre ellas,
pero fieles ante una misma cultura religiosa que podríamos centrar en
Delfos, lugar del Ónfalos (ombligo
del mundo para los griegos). Donde existía una piedra en forma de
medio huevo que la mitología asignaba al encuentro de los dos
extremos opuestos del Universo (representado por el encuentro de dos
águilas mandadas por Zeus). Dicha piedra fue redescubierta en una
excavación y se muestra en el Museo de Delfos. Mientras la patrona
de Atenas, Atenea, era la diosa griega del conocimiento y aquí no
hubo contradicción y la mitolgía acertó, pues la polis de Atenas
fue el centro del conocimiento y donde la Democracia nació
oficialmente, registrado ampliamente por la Historia.
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