viernes, 17 de agosto de 2012

VIII Historia de la Ciudadanía Democrática

Historia de la Ciudadanía Democrática. Capítulo VIII.

Imperio contra Democracia

La primera defensa “democrática” conocida en la Historia duró cinco años (499-494 aC) y comenzó con la sublevación de las polis griegas de Jonia (costa centro-occidental de Anatolia), en la Grecia asiática. Estas ciudades de Asia Menor estaban bajo influencia del imperio persa de Darío I. Y como veremos, fue más una lucha por intereses económicos que por la defensa o expansión de la Democracia. Todo comenzó con los planes de Darío que, una vez construido el canal de Suez, y circunnavegada la península arábiga, pretendía dominar el mediterráneo occidental y unirlo por vía marítima a su eje comercial: Egipto-Persia-India. Era el imperio más poderoso y su emperador el hombre con más poder militar. Por ello en su política expansiva Darío solía valorar primero, o poner "encima de la mesa", el peso de sus armas, y después el de la diplomacia.


Por otro lado, en el Mediterráneo occidental la principal fuerza era Cartago, antigua colonia fenicia que se extendió rápidamente cuando su tierra madre cayó bajo imperio extranjero. Cartago, fundada en torno al año 820 aC, dominaba el norte de África occidental, el sur de la península ibérica y las grandes islas de la zona como Sicilia o Cerdeña. Así Darío, viendo la imposibilidad de la conquista armada (debido a la lejanía) o descartándola a corto plazo, inició una política dirigida a una tentadora alianza. Por ello otorgó prioridades comerciales a las naves de las ciudades cartagineses en perjuicio colateral de las ciudades jónicas.

La respuesta lógica a ello fue la revuelta jónica, que fue tomando un cierto cariz democrático y popular entre los griegos. Apareciendo ánimo moral y elemento de hermandad política o espíritu de unión entre las ciudades jónicas y Atenas, todas griegas en definitiva. Aquel abrazo griego entre Asia y Europa representaba a pequeñas ciudades o polis “valientes” contra todo un gigante, el Imperio Persa. Y la mente del gigante todavía era la del poderoso emperador Darío, que reunió y armó a seiscientos navíos de guerra y los mandó al encuentro de la poderosa flota jonia y ateniense que se había formado, a la que venció. Acto seguido Mileto, la ciudad jónica cabecilla de la rebelión, fue conquistada, derrumbada y sus supervivientes deportados al otro lado del Imperio (a orillas del Tigris).


El emperador venció y fue implacable, pero Darío no sólo era un sabio militar, también diplomático. Y más tarde, en el año 492 aC, presentó un ventajoso y nuevo estatuto a las ciudades jonias donde todas ellas conseguían autonomía interna y grandes benéficos comerciales con rutas marítimas privilegiadas para sus flotas. Así aisló al resto de las polis griegas y europeas del otro lado del mar Egeo y rompió de un plumazo la alianza democrática entre ambas costas. De esta manera Darío dejó controlado Asia Menor y se dispuso a extender su dominio a Europa, donde sólo unas pocas ciudades griegas quedaban como obstáculos a los que vencer diplomáticamente o con las armas.

Para la mente de Darío el mundo griego estaba próximo a aliarse con él o a caer bajo su tremenda fuerza militar. Preparó planes diplomáticos y envió a sus embajadores a todas las ciudades griegas, e incluso itálicas. Pero dos ciudades, Esparta y Atenas, resultaron ser las únicas que se opusieron con rigor a la ofensiva diplomática. La guerra quedó servida (más bien casi continuada por la parte ateniense, que no fue conquistada junto a las ciudades jonias). Atenas y Esparta se unieron para vencer al numeroso e invicto ejército imperial persa. Así comenzaba la primera guerra de las llamadas “Médicas”, o de los griegos contra contra los "medos-persas".


El gran sueño de Darío parecía próximo a cumplirse cuando zarpó su flota de guerra en el 490 aC y, después de su victoria, todo el mundo conocido (excepto China y las ciudades del Ganges) iba a estar a sus pies o bajo su control e influencia. Sólo quedaba vencer a aquellas dos orgullosas polis griegas y abrir así una gran puerta hacia el resto de Europa. Y de paso repartir justicia con Atenas, que años antes había ayudado (y quizás inspirado) la revuelta jónica contra el Imperio. Al respecto y según cuenta una leyenda, desde la revuelta jónica y cada vez que Darío se sentaba a la mesa, un sirviente debía decirle tres veces al oído “¡Señor, acordaos de los atenienses!”.

Con esta firmeza la flota dirigida por Artafernes (sobrino de Darío) tuvo las primeras victorias conquistando las islas Cícladas y Eubea. Hasta que el poderoso ejército imperial tocó suelo en la costa oriental de Ática. Se armó un enorme revuelo en la ciudad mientras se formó un pequeño ejército de la democracia ateniense que pronto partió al combate. El contacto visual con el enemigo se produjo en las explanadas frente a las murallas de Maratón, ciudad cercana a Atenas. Allí tuvo origen la famosa Batalla de Maratón que dio nombre a una modalidad deportiva de carreras a grandes distancias y que simboliza, junto a la antorcha olímpica, los inicios de las Olimpiadas.

Antes de abordar esta batalla es importante comprender la palabra “hoplita”. Cuando se dice "democrático" al pequeño ejército ateniense no sólo es porque su gobierno fuera ya la Ekklesia (asamblea democrática de ciudadanos), también porque cada soldado u hoplita era un ciudadano de a pie, que no llevaba caballo y que compraba o portaba el equipo de guerra que podía. De tal manera que los atenienses más adinerados, con caballos o a pie, llevaban las mejores armaduras, cascos, lanzas y escudos y se colocaban en primera fila para impresionar al enemigo. Y los más pobres o con peores armas se colocaban atrás, donde el enemigo no los veía bien hasta entrar en batalla.

Este hecho suele presentarse como curiosidad, pero tiene su valor estratégico y dotó de líneas ágiles a la retaguardia ateniense. Los ciudadanos más ricos al frente con corazas y armaduras relucientes, llevando más peso en protección y armamento; y los ciudadanos pobres atrás, donde es fácil imaginar a muchos simplemente con cuchillos, escudos de madera y lanzas rústicas. Y muchos esclavos fueron liberados para participar en aquella batalla. Más adelante trataremos el tema de los esclavos, extranjeros y ciudadanas (porque no podían votar en aquella democracia ateniense). Pero en aquel momento todos aquellos hombres y ciudadanos estaban dispuestos a defender su ciudad democrática (con derechos políticos aumentado recientemente con las reformas de Clístenes, que aportaron necesarias bases para el sistema democrático más avanzado de aquella época).


Otra curiosidad importante es que cada hoplita llevaba los signos o símbolos que quería, dibujados en los escudos o en sus armaduras. Todo un ejército visualmente ordenado como el persa, dividido perfectamente por sus diferentes nacionalidades, frente a un ejército multicolor como el ateniense. Una multitud armada y alineada tras un estandarte cuyo epíteto rezaba: “Atenea Promacos", nombre de la diosa y patrona de la ciudad cuando entraba en combate. Los números no eran favorables, unos doce mil hoplitas o ciudadanos guerreros frente a cuarenta mil soldados profesionales del Imperio Persa. Además los atenienses tenían una doble responsabilidad, y mientras iniciaban combate temían al mismo tiempo que otra armada persa estuviera atacando su ciudad. Como si aquella batalla fuera la primera de dos.

Los griegos estaban comandados por Milcíades, mientras Filípides acudía a Esparta en busca de ayuda (pero rehusaron prestarla). Después de unos días observando al enemigo, los dos ejércitos se embistieron brutalmente y las miles de lanzas ocasionaron los primeros cientos de muertos. Y, quizás por aquella excelente doble moral ofensiva-defensiva, los atenienses arrollaron a los persas. La batalla se ganó y la vida de muchos se perdió, al menos el importante proceso histórico de la ciudadanía democrática continuó a salvo. Acto seguido Milcíades envió a Atenas a su mejor corredor, Filípides, para decir que habían vencido y que no tardaría en llegar el resto del ejército para seguir luchando contra los persas, por si atacaban o estaban atacando a la ciudad. El mensajero llegó, dio la buena noticia y murió de agotamiento.



Hecho muy conocido en la Historia como la Carrera de Maratón. Pero hay controversia histórica, parece ser que Filípides fue corriendo de Atenas a Esparta para pedir ayuda. Y que en realidad fue el ejército ateniense en pleno quien corrió desde Maratón a Atenas. Por ello y a marchas forzadas llegaron a Atenas para protegerla, casi al mismo tiempo que la flota persa se preparaba para desembarcar. Al final el ejército imperial, viendo que la ciudad recobraba su defensa al completo, se retiraron a Asia Menor. Así la victoria fue para Atenas y aquel resultado resultaría fundamental para la Historia, sin ella es inimaginable un siglo V aC “de Oro” para la Historia de la Democracia (llamado "siglo de Pericles") y representado por la ciudad de Atenas. Las guerras Médicas (entre persas y griegos) fueron tres y terminaron con victoria griega, la última batalla aconteció cerca del río Eurimedonte, en la actual Turquía, en 465 aC, y fue vencida por el general ateniense Cimón.

Recordar que en aquélla época todos los procesos sociales estaban fuertemente ligados a los divinos, por lo tanto también la Democracia. La religión en Grecia se mostró en planos divinos altamente sofisticados; no sólo creando, actualizando o evolucionando a viejos dioses, también la literatura sobre historias divinas (mitología) ayudó a crear la ciudad de los dioses, Olimpo, donde reinaba Zeus. Para los griegos las asambleas eran practicadas tanto por dioses como por humanos, en el Canto 1º de la Odisea (poema épico griego de Homero, entre IX a VIII aC) se celebra una asamblea entre los dioses donde la diosa Atenea pide la vuelta de Odiseo (Ulises) a su hogar en Ítaca. Y en el Canto 2º el hijo de Odiseo, Telémaco, convoca asamblea al pueblo de Ítaca.


Sabemos que la patrona de Atenas era Atenea, diosa del conocimiento y de la guerra justa (diosa guerrera), además de patrona del arte y de la artesanía, fue la primera diosa virgen conocida y segunda en el mando del Olimpo después del gran Zeus (de hecho “nació” de su cabeza). Obviamente, la asociación de Atenea con Atenas quedó recogida por la mitología griega y hay varias versiones sobre estos principios. Casi todas las versiones están de acuerdo que al nacer la polis de Atenas dos dioses se presentaron, Atenea y Poseidón, optando ambos a figurar como la divinidad protectora de la ciudad.

Poseidón tocó con su tridente el suelo y apareció una fuente de agua salada, mientras que Atenea ofreció algo desconocido hasta entonces, el olivo. A partir de aquí las versiones difieren, como intentamos repasar la Historia de la Democracia (que también tuvo que tener explicación “divina”) diremos que la mitología relata, sorprendentemente, que se reunió una ekklesia (asamblea) paritaria (hombres y mujeres) donde todos los hombres votaron a Poseidón y todas las mujeres a Atenea. Ganaron las mujeres por un solo voto y así Atenea quedó como la diosa protectora de la nueva polis que recibiría su nombre honor a a la diosa: Atenas. Así que las mujeres pudieron votar en el registro mitológico mucho antes que en el histórico.


Sigue el relato con Poseidón entrando en cólera e inundando la región, causando graves desastres. Así y para calmarlo se retiró el derecho de voto a las mujeres (¿coincidencia con la explosión de la isla de Tera o Thira que provocó tsunamis por el Egeo?). Es una manera mitológica de explicar la democracia antigua (y masculina) que se asentó en Atenas. Como simbolismos hay muchos, destacar el olivo, emblema del sedentarismo y de las deidades nuevas y agrícolas traídas por el Neolítico. El olivo quedó como símbolo del poder justo y, como decían que esta diosa tenía los ojos brillantes o azulados-verdosos, las lechuzas fueron asociadas como símbolo del conocimiento o de la sabiduría.

La mitología y la religión politeísta que profesaban los griegos estaban reunidas en torno al Olimpo o ciudad de los dioses y gobernada por Zeus. Además toda Grecia quedó unida con unos juegos donde participaban todas las polis, las Olimpiadas. Las diferentes evoluciones de las polis marcaron diferencias políticas entre ellas, pero fieles ante una misma cultura religiosa que podríamos centrar en Delfos, lugar del Ónfalos (ombligo del mundo para los griegos). Donde existía una piedra en forma de medio huevo que la mitología asignaba al encuentro de los dos extremos opuestos del Universo (representado por el encuentro de dos águilas mandadas por Zeus). Dicha piedra fue redescubierta en una excavación y se muestra en el Museo de Delfos. Mientras la patrona de Atenas, Atenea, era la diosa griega del conocimiento y aquí no hubo contradicción y la mitolgía acertó, pues la polis de Atenas fue el centro del conocimiento y donde la Democracia nació oficialmente, registrado ampliamente por la Historia.

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