Anoche
tuve un sueño que me ha recordado una historia que leí en internet
hace varios años. No recuerdo la página web ni al autor del cuento,
ni siquiera el título, pero sí me acuerdo perfectamente de la
moraleja. Así que he decidido escribirla a mi estilo, darle forma a
un bello fondo y presentarlo en este Albumcito Hablador. Quiero convertirlo en un homenaje a la Mujer. Pero me falta ponerle título, lo
bautizaré como...
Belleza
embrujada
Hace
mucho tiempo, cuando la Península Ibérica estaba dividida en
numerosos reinos, existió uno con un joven rey al frente. Era
Edmundo, rey de Aquitania, que heredó el trono siendo adolescente al
morir su padre en una guerra con el reino vecino de Maulica. Edmundo,
desde niño, tenía un amigo casi inseparable llamado Adomis, al que
nombró capitán de su guardia. Un día el joven rey Edmundo fue
sorprendido y capturado por el monarca del reino vecino mientras
cazaba furtivamente en sus bosques. Ambos reinos estaban en paz,
pero el delito era muy grave, por lo que Adomis, al enterarse,
partió rápido en busca de su mejor amigo y rey.
Al
llegar a Maulico entró en palacio con los honores de un embajador y
pronto solicitó la liberación de su rey. Fue recibido en audiencia
por el rey Gambler, monarca de Maulico, y sus esposa Cleverina, ambos
ya algo ancianos. Gambler quería la paz, pero no podía liberar a
Edmundo fácilmente, por lo que pidió consejo a su esposa. Así
Cleverina ideó una solución original e ingeniosa y se la
comunicaron a Adomis. El rey Edmundo permanecería cautivo en una
torre de palacio hasta que Adomis resolviera un misterio antes de
quince días. Adomis quedó sorprendido y preguntó qué cosa. A lo
que Cleverina respondió:
-
Ya que usted es un apuesto y noble caballero deberá cumplir un
desafío de su altura. Se trata de responder a ¿qué
quiere realmente la mujer?.
Adomis
quedó perplejo, no podía entenderlo. Pero no podía hacer nada,
sólo partir de inmediato en busca de la respuesta a aquella extraña
pregunta. Y así hizo. Nada más llegar a Aquitania empezó a
interrogar a las mujeres de la Corte, pero éstas no pudieron
especificar una respuesta única. Algunas le dijeron que ante temas
importantes o vitales siempre tenían al padre, o las casadas al
marido, para responderlas o resolverlas. En los días siguientes
continuó interrogando al resto de las mujeres del reino, solteras,
casadas, viudas, incluso a prostitutas. Y ninguna le ofreció una
respuesta convincente.
Pasaron
diez días y una mañana, sentado al lado de una fuente en una plaza
cercana a palacio, se encontraba desesperado. A esto pasó el bufón
de la corte bailando y diciendo tonterías. Y soltó una burla malvada en forma de canción:
-
Adomis no sabe lo que realmente quieren las mujeres, no lo sabe...
-
No te burles bufón, que nuestro rey está en peligro. Además tú
tampoco lo sabes -replicó Adomis-.
-
Pero sé quién lo sabe -anunció el bufón en tono burlesco-, sé quién lo sabe...
Al instante Adomis se abalanzó sobre él, agarrándolo por el pecho y preguntando con rabia quién lo sabía. Y el bufón, sin perder la sonrisa ni el
tono de burla, respondió:
-
La vieja bruja de la cueva...
Adomis
nunca había visto a la bruja, pero sabía que vivía en una cueva
alejada. Recordó que bastantes mujeres, algunas incluso de la Corte, habían ido a
solicitar aquellos servicios de magia: Pero la bruja siempre pedía un precio alto,
era famosa en todo el reino por el coste exorbitante que cobraba por
sus servicios. El joven capitán no quería recurrir a la magia y más aún sin saber
el alto precio que la bruja le exigiría. Dudó varios días, hasta
que llegó la mañana del penúltimo día del plazo convenido y Adomis
no tuvo más remedio que ir a la cueva y consultar a la bruja. Al
entrar un olor putrefacto casi hizo que se volviera, y al avanzar
entre la oscuridad se escuchaban ruidos extraños, como de serpientes
y lagartos. Él, primer caballero de Aquitania, que nunca había
sentido miedo ante ninguna batalla, en aquella ocasión un escalofrío
helado recorrió su cuerpo. Siguió caminando entre la oscuridad y a
al fondo, ante una pequeña hoguera, la vieja bruja permanecía sentada.
Al llegar ante ella dijo:
-
Sea bien hallada, señora, vengo a...
-
Ya sé porqué estás aquí -interrumpió la bruja-, bienvenido y apuesto
Adomis, vienes a desentrañar un gran misterio femenino.
-
Así es, quiero saber qué quieren realmente las mujeres.
-
Qué casualidad, hace muchos años una joven princesa llamada
Cleverina me preguntó lo mismo.
-
Ahora comprendo... Entonces dime qué le respondiste.
-
No, todavía no comprendes del todo este curioso dilema, pero otro
más curioso resolveré yo contigo.
-
No entiendo -dijo Adomis a la mujer más vieja, fea y maloliente
que había visto en su vida-.
-
Sí, porque descubriré hasta dónde puede llegar el valor de
la amistad.
-
Te refieres a mi amistad con el rey Edmundo, ¿tan alto es el precio
que pondrás?.
-
No, en realidad el precio ya está puesto desde aquel día que vino
Cleverina, pues mi maestra, una bruja muy poderosa, vaticinó que cuando me hicieran otra vez la misma pregunta, sería un hombre y... mi futuro marido.
Adomis
quedó aterrado, el precio era casarse con la vieja y fea bruja. Estaba sin palabras, pero no así la bruja que preguntó.
-
¿Aceptas?.
El
caballero más noble de Aquitania y el más íntimo amigo de su rey
quedó vulnerado. El guerrero Adomis miró horrorizado a la
aparentemente débil bruja: era jorobada y hedía tanto que le hacía
venir ascos. Nunca se había topado con una criatura tan repugnante.
Se acobardó ante la perspectiva de asumir esa terrible carga. Un sacrifico excesivo, pero recordó los grandes ideales y planes que
él y Edmundo tenían para Aquitania, convertirla en el mejor reino.
Incluso había proyectado construir una mesa redonda para reunir a los
mejores caballeros y hacer un mundo mejor. Así que, en un arranque de valor, aceptó.
Los
dos salieron de la cueva y se dirigieron a palacio. Se anunciaron las
bodas y apresuradamente se reunió la Corte para celebrar el oficio.
Una vez casados, la vieja bruja, con su mágica sabiduría, dijo al
bello Adomis:
-
Aquello que realmente quiere la mujer es: "Ser la soberana de su
propia vida".
Y por fin Adomis,
con la información largamente esperada en su poder, partió rápidamente
hacia Maulica. Fue recibido por el rey Gambler y la reina Cleverina, y
al oído de ambos dio la respuesta del acertijo. Como era la correcta Gambler fue
a ordenar que liberaran al rey Edmundo. Y en ese breve momento que
Cleverina y Adomis quedaron solos, el apuesto preguntó.
-
¿Sabías que quien preguntara a la bruja por ese acertijo debería
casarse con ella?.
Entonces
la reina Cleverina rió con maldad y respondió.
-
Por supuesto.
-
¿Por qué?
-
Porque fui la mujer más bella del mundo, y cuando te vi contemplé
al hombre más bello del mundo. Me enamoré de ti, tu belleza
masculina es tanta que resulta arrogante. Y si yo no podía tenerte,
sólo viéndote casada con la más fea criatura femenina de este
mundo se aliviaría mi dolor, pues no soportaría que otra mujer bella
te poseyera.
-
Eres una reina mala, tú sí que pareces una bruja perversa.
-
Jajaja, en realidad soy la persona más poderosa de este reino, mi
marido es sólo un títere en mis manos. Y ya me inventaré algo para
volverte a ver, incluso para poseerte, aunque para ello deba
conquistar Aquitania.
-
Cuidado, reina bruja, puede ser que resulte al revés y yo mismo te
destrone y destierre.
-
Sí, sueña, que esta noche te espera una verdadera pesadilla en tu
lecho nupcial, jajaja.
En
ese momento volvió Gambler con el rey Edmundo ya liberado que se
abrazó a su amigo Adomis nada más verlo. Y ambos partieron felices
hacia Aquilania. Felicidad que se hizo colectiva y extensible a todos
los aquilianos cuando llegaron a Palacio. Y aquella misma noche
hicieron una gran fiesta como celebración de la vuelta de su rey y
para continuar las nupcias de Adomis con la bruja. Pero en el
festejo la vieja bruja desplegó sus peores maneras, engullendo la
comida directamente del plato sin usar los cubiertos, emitiendo
ruidos y pudores espantosos. Así llegó la noche de boda cuando
Adomis, armado de valor fue al lecho nupcial, allí esperó que su desagradable
esposa se reuniera con él. Entonces aconteció un milagro y la
bruja apareció con el aspecto de la doncella más bella que un
hombre haya visto jamás. Adomis quedó maravillado, y muy sorprendido preguntó qué
había sucedido. Y la bella joven respondió.
-
Como te has mostrado cortés, gentil y respetuoso conmigo has
revivido un viejo encantamiento según el cual la mitad del tiempo me
presentaré con aspecto horrible, tal y como me conociste, pero la
otra mitad seré esta bella doncella que ahora ves y que puedes poseer Para ello tienes que decidirme qué mitad del tiempo prefieres que sea
guapa, ¿por el día o por la noche?.
Qué
pregunta más cruel, pensó Adomis. ¿Querría tener durante el día
a una joven adorable y por las noches en la privacidad de su alcoba a
una bruja espantosa?. ¿O prefería tener de día a una bruja detestable y a una
joven bella en los momentos íntimos de sus noches conyugales?. Después
de pensarlo mucho el noble caballero respondió:
-
Si algo he aprendido estos días no ha sido el valor de la amistad,
que de alguna manera ya conocía. He aprendido que la mujer debe ser
soberana de sus propias decisiones, y que nadie debe elegir por ella,
ni siquiera su marido. Así que la decisión es tuya.
Al
escuchar esto, ella anunció que tanta justicia y honestidad había dado más poder a la magia blanca del amor. Y por tanto sería bella dama por la noche
y también por el día, porque la había respetado y le había permitido ser
dueña de su vida. Y...
-
Me llamo Dita, una princesa que fue condenada a ser bruja en su juventud, por la envidia de otra mujer muy poderosa al comprobar que yo
era más bella que ella. Pero tu clarividencia ha
levantado el encantamiento y ha vuelto aquella edad y cuerpo que
perdí. Ahora, con mi belleza actual y tanta sabiduría acumulada
durante tanto tiempo, y junto a este poderoso amor que me nace hacia ti, serviré a
nuestro matrimonio.
F
I N
En el transcurso de la trama, casi sin quererlo, el personaje de Cleverina se ha rebelado (jajaja), y ello ha propiciado que dejara un final algo abierto, como una invitación a una segunda parte.
ResponderEliminar;-)
Precioso relato, interesante pregunta "¿qué quiere realmente la mujer?" y mejor respuesta "ser la soberana de su vida".
ResponderEliminarUna respuesta simple y sencilla que muchas veces nos pasa desapercibida.
Y a pesar de ser un homenaje a la mujer, yo lo haría extensivo al hombre, todos queremos ser soberanos de nuestra vida.
Tú relato me ha recordado la letra de una canción que dice "yo seré consejo pero no tu juez"
Eso es lo que buscamos todos, "independiente siempre, aislado nunca" (Visconti)
Besos /;-)
Delicioso cuento sobre cuando el respeto al individuo puedo obrar maravillas. Gracias por compartir.
ResponderEliminarPerdón, quise decir "puede"
ResponderEliminarGracias Morbihan17. Sí, extensivo al hombre, por supuesto, pero sin olvidar que la historia de la libertad democrática en la mujer es más larga (y más pacífica, incluso a veces, apasionante), mucho más larga, que la historia de la libertad masculina. La mujer se hizo ciudadana democrática, en la década de los setenta del siglo XIX (en Nueva Zelanda), el hombre ¡23 siglos antes!!!. De alguna manera la historia de la ciudadana democrática goza de más cantidad y calidad, más elaborada, que la del ciudadano democrático. De hecho, ahora en breves días el Albumcito Hablador repasará con varios posteos la época contemporánea del camino histórico de la ciudadanía democrática, donde ya se incorpora la mujer.
ResponderEliminarY excelente cita la de Visconti, soberanía individual en lo privado, co-soberanía en lo colectivo y público. /;-)
Gracias Menizdo. Sí, necesitamos a las maravillas, algunas fueron o necesitaron ser visualizadas antes, otras aparecen de improviso. Un abrazo ;-)