viernes, 30 de diciembre de 2011

LA REVOLUCIÓN INGLESA

Historia de la Ciudadanía Democrática. Capítulo XIV.


 La Revolución Inglesa

Capítulo fundamental en la Ciudadanía Democrática es su Historia, porque podemos hallar motivación a sentir que la libertad no es regalada, que tantas libertades individuales juntas implica normativa para una adecuada libertad común. Y es en el curso vivo y actual de esta “normativa”, con larga historia y variedades o resultados, donde siempre debemos trabajar o estar atentos. Para colaborar, elaborar modificaciones o plasmar nuevas perspectivas sociales y democráticas. La libertad es trabajada no sólo en su medio individual y privado, más psicológico, también en el ámbito colectivo y público, más sociológico o político. La historia de este trabajo en las relaciones humanas, dignas y democráticas, a lo largo de los siglos, forma muy diferentes caminos y resultados hasta llegar a este mundo actual. Y por fin, también, hacia camino humano común y así formar Historia General. En esta cita obligada y ciudadana con el curso de la Historia, en su cauce de la Democracia, ahora, una parada que posiblemente tiene menos conocimiento público del que merece, pero siempre digna de ser ensayada y novelada, la Revolución Inglesa.


Los siglos XV, XVI y el XVII transcurrieron entre poderes políticos no democráticos. No así científicos, pues el siglo XVII trajo consigo el completo conocimiento geográfico del planeta Tierra, donde la nueva generalidad humana comenzó a ser también conceptuada desde el arte y la filosofía. Como ejemplo los versos de John Donne (1572-1631) en su obra “Devotions Upon Emergent Occasions”, publicada en 1624, donde reza: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.” Estas palabras entran dentro de la llamada “poesía metafísica inglesa” (definida así en 1744 por Samuel Johnson).
En todo occidente o Europa crecieron las corrientes filosóficas e intelectuales surgidas entre sabios griegos exiliados (huyendo de los turcos). Surgieron las Universidades en las ciudades importantes, donde los estudios titulados crecieron rápidamente debido a la comercialización de la imprenta de Gutemberg. Ante esta nueva filosofía griega en las ciudades de la Edad Moderna surgiría, casi inesperadamente, la Revolución Inglesa (1642 a 1689). Comenzando lentamente el hundimiento del poder Absolutista, que no fue homogéneo en el espacio ni en el tiempo. Muy importante esta Revolución porque de este siglo ya saldremos los humanos con el ideal de un Estado nación como principio de cohesión de los Pueblos, demostrándose que era posible, con esta nueva vecindad, un mundo mejor al vivido por la Edad Media. Emergiendo en grandes ciudades un magnífico entusiasmo político (raíz de los derechos civiles) que después se multiplicó con la Independencia de Estados Unidos (derechos políticos) y culminaría en la Revolución Francesa, donde se dirigió hacia todas partes.
Hay que indicar que la mayoría de las revoluciones en la Historia, donde se obtuvieron nuevos derechos y libertades para los individuos y que al final desembocaron en progresos democráticos, no fueron originadas, más bien fueron empujadas por factores económicos como fuertes disputas sociales, profundas depresiones, grandes hambrunas o colapsos generales. Precisamente en este oportunismo o turbulencia social fue donde las nuevas ideas ciudadanas o políticas a favor de la democracia arraigaron o sentaron importantes precedentes. Uno colapso fue inmediatamente previo a la Revolución Inglesa y supuso el encuentro violento entre un sistema económico feudal decadente y un poder de las clases precapitalistas emergentes, venciendo al final estos últimos. Presentando una característica doble, una revolución dentro de otra revolución, incluso varias revoluciones dentro de una, donde movimientos ideológicos pioneros en luchas sociales llegaron a cuestionarlo todo, incluso al nuevo poder emergente (liberalismo económico y capitalista).
La eliminación de la censura en los primeros años revolucionarios ofreció una explosión de ideas muy diversas y sin parangón en la Historia que arraigaron profundamente en tres grandes campos sociales: economía, política y religión. La explosión social fue de tal magnitud que, de los 47 años que duró el periodo revolucionario, 44 fueron para “sofocarla”. Baste decir que en el tiempo que duró la revolución se produjeron tres guerras civiles, una república (la primera en más de mil años), la ejecución de un rey, una dictadura llamada Protectorado, una restauración Monárquica y una revolución pacífica conocida como la “Gloriosa”.


El 30 de enero de 1649, ante la fachada de la Banqueting House, del Palacio Real de Whitehall, el Rey Carlos I es decapitado. Los hechos comenzaron en 1642 con la primera guerra civil inglesa entre el poder del Rey y el poder del Parlamento. Pero si la monarquía que existía en aquel entonces en Europa era absolutista: ¿cómo había un Parlamento y además con bastante poder en Inglaterra?. Realmente el trono de Inglaterra representaba una excepción, pues ya durante 1215, la Carta Magna (raíz también del constitucionalismo), además de reconocer que la voluntad del rey estaba sujeta a la ley, la Curia Regis (concilio real que el rey feudal inglés utilizaba como órgano consejero en materia legislativa) pasó a ser una institución poderosa al conseguir los terratenientes de la época que el rey Juan I se comprometiera a no imponer o recaudar impuestos sin el consentimiento de este órgano o Concilio, formado precisamente por los terratenientes.
En el siglo XVII la nueva dinastía de los Estuardo no estaba de acuerdo con costumbres anteriores de las monarquías de los Tudor. Y el nuevo monarca Jacobo I quiso devolver el poder absoluto a su persona y para ello debía eliminar el Parlamento que ya entonces se dividía en dos Cámaras (de los Pares y de los Comunes). Lo disolvió, pero volvió y con más fuerza durante el reinado del siguiente rey Carlos I (1625-1649) que, debido a sus desastres económicos, tuvo una relación de amor-odio con el Parlamento al que también disolvió, como hizo su padre. Originando con ello una grave crisis en el país. Y los terratenientes, también llamados “Gentry” (juristas, gobernadores, ricos empresarios, aristocráticos) se unieron junto a la naciente clase media (mercaderes, transportistas, dueños de barcos y artesanos ricos) formando un sólido bloque. Además el rey obligó (a través del arzobispo Laud) a todas las Iglesias a supeditarse a una nueva Iglesia Episcopal.
Esta orden encendió la llama en Escocia (reino vecino del norte e independiente que compartía monarca con Inglaterra) porque tenía Iglesia nacional propia. Con esta rebeldía escocesa se inició la conocida como “Guerra de los Obispos” y los acontecimientos se precipitaron. Carlos convocó un nuevo Parlamento para conseguir financiar la victoria contra la rebelde Escocia. Sin embargo se creó un efecto colateral inevitable y el Parlamento se dividió rápidamente en dos, pasando a ser controlado por los llamados “puritanos” (presbiteranos de ética protestante), por lo que el Rey pronto lo disolvió. Carlos volvió a necesitar dinero urgentemente y el Parlamento, o los ricos terratenientes, lo tenían o podían recaudarlo sin problemas en todos los territorios ingleses, controladas localmente por ellos. Sin embargo el rey con sus propios medios y tanto poder no podía, necesitaba la colaboración del Parlamento, por lo que volvió a convocarlo en 1640.



Y otra vez el desarrollo heterogéneo del mismo fue formando dos poderosas tendencias que vieron poco a poco sus intereses enfrentados y otra vez los puritanos fueron imponiéndose y controlando la Cámara de los Comunes, incluso hasta enjuiciar y condenar a muerte al arzobispo Laud, acusado de querer eliminar la libertad de las Iglesias protestantes, entre ellas la Presbiteriana, a la que pertenecían los puritanos. Carlos tuvo que sentir una impotencia desgarradora al comprobar cómo ejecutaban a su amigo no pudiéndolo evitar aún siendo rey, algo vergonzoso e impensable para los demás reinos absolutistas del mundo.
El monarca observaba los acontecimientos ajenos a su control, continuamente presionado por el Parlamento, y quizás por una estrategia desesperada abolió la ley de censura y estableció la libertad de prensa y de opinión. Y atención, porque este hecho es fundamental para que aparecieran grandes raíces del pensamiento democrático y ciudadano. Y de otros conceptos nacidos en la libertad de difusión y publicación, que hubieron de ser transmitidos o escritos y muy copiados, pues la imprenta ya se había inventado.
Insólito, el rey absolutista quitó la censura y estableció la libertad de opinión y prensa, ¿para debilitar o desestabilizar a los puritanos?. Este magnífico hecho provocó una explosión social de ideas e ideologías sin precedentes y fuera del control de los dos grandes poderes enfrentados. Fue un movimiento social plural, diverso y bastante desconocido históricamente que no sólo preocupó hondamente al Parlamento, también a la República y a la Dictadura que vendrían después. Quizás por primera vez en la Historia un “volcán” de pensamientos libres y muy diversos fueron invadiendo la sociedad que, quizás por no estar acostumbrada, hizo temblar a todo un país y a la propia Historia.
Los hechos se precipitaron, entre grandes concesiones el Rey consiguió la paz con Escocia, pero el Ulster se sublevó. Apareció un Parlamento nuevo apodado “Largo”, dividido entre seguidores del monarca, puritanos y entre pequeñas minorías, donde conseguir financiación y formar un nuevo ejército para pacificar el Ulster debía ser lógicamente a las órdenes del propio Parlamento (la propuesta de ley Pym). El rey, ante tal amenaza, decidió actuar con violencia y detener a los líderes parlamentarios, pero huyeron a Londres que quedó sublevada y controlada por los puritanos, iniciándose la Primera guerra civil inglesa en 1642.


Dos ejércitos, muchas ideas.

El rey tomó Oxford como capital y comenzó a financiar un ejército a la antigua usanza (concesiones de privilegios, tasas arbitrarias y confiscaciones forzosas) y así movilizó una fuerza bélica que consiguió victorias iniciales. Al otro lado también se formó un ejército, básicamente civil, donde toda clase de ideas revolucionarias, radicales o tradicionales se mezclaron con nuevos tipos de religión y sectas, incubándose importantes movimientos sociales y naciendo muchos de ellos. Además, al moverse el ejército por la geografía nacional fue transmitiendo este mosaico nuevo de ideas e ideologías como “semillas” por todo el país.
Aquellos movimientos sociales, ideológicos y políticos se encontraron militarizados y creciendo en moral y confianza. Comenzando negociaciones bilaterales, multilaterales, secretas, un sin fin de diálogos con el Parlamento (mayoritariamente capitalista y controlado por la Gentry) y en plena guerra contra la Monarquía (absolutista). El Parlamento se vio casi obligado a permitir todas estas libertades para conseguir unidad y derrotar a la Monarquía. Después la cosa cambiaría. Así es comprensible la tremenda diversidad de pensamientos que surgieron socialmente, insumisiones religiosas, políticas, económicas. Apareciendo claramente varias corrientes anticapitalistas que no sólo buscaban la caída del rey, también un nuevo modelo de Estado donde no existieran pobres. Es comprensible históricamente, no sólo democráticamente, pues la economía nacional de las décadas anteriores fue tremendamente cruel, sólo en el reinado de Isabel I fueron ahorcados más de cuarenta mil vagabundos (hombres sin amos pero también sin trabajo) que, en definitiva, no eran otra cosa que los despreciados o sobrantes de la mano de obra explotada por los ricos.
Por otro lado tenemos a estos ricos ingleses del siglo XVII (Gentry) con ganas de ceder derechos y parte de las ganancias a las clases pobres, sobre todo para calmar a los hombres sin amo (que ya no se podían ahorcar, porque eran necesitados para vencer al rey absolutista). En definitiva no les importaba evolucionar un poco la sociedad, con un límite en el cuál ellos siempre controlarían o gobernarían. Así el grupo progresista que alcanzó el control del Parlamento en 1648 y al final de la primera guerra civil inglesa fue llamado The Levellers (Los Niveladores), dirigidos por John Lilburne y William Walwyn. A cuyo mando se encontraba la New Model Army, el ejército parlamentario o, más correctamente, ciudadanos armados, mucho más pobres que los hoplitas atenienses que conquistaron los derechos o cambios hacia la ciudadanía muchos siglos antes.
Además estaban muy diversificados y divididos en varios movimientos sociales y sectas religiosas. Un afamado nivelador, Henry Denne, llegó a decir con bastante cordura: “constituimos un cuerpo heterogéneo formado por partes muy diversas unas de otras, asentado sobre principios contradictorios entre sí”. Así muchos grupos establecieron bases ideológicas: Levellers, Diggers, Cuáqueros (Estremecidos), Seekers (Buscadores), Ranters (Extravagantes), Anabaptistas, etc, muchos grupos unidos para disparar contra el rey. Y muchos comenzaron a vislumbrar, incluso a planear, que con la caída del rey no acabarían las revoluciones.
A esta democracia restringida que pedían los Niveladores le faltaba cubrir las libertades y derechos de las clases más pobres. Así, un domingo de abril del año 1646, en la colina de St. George, se reunieron en asamblea una multitud de jornaleros sin tierra y se llamaron The Diggers (Los Cavadores). Y allí mismo decidieron cavar para comenzar a sembrar, en la misma colina o asamblea a la intemperie, en la tierra fértil que la consideraban como “un tesoro común de subsistencia para toda la humanidad”.


Si la democracia que llegaron a solicitar los Niveladores era en sí muy difícil para aquellos tiempos, no fue utópica, ya que la utopía se centró más en los Cavadores, quizás por eso las exigencias de los Niveladores se volvieron más factibles. Los diggers o cavadores rechazaron la propiedad privada, sobre todo de las tierras y abrazaron al ateísmo. La gran mayoría de los Diggers era analfabeta, no sabían leer y sólo conocían la Historia por lo que habían oído.


Hasta que apareció Gerard Winstanley, hombre de pronunciado ejercicio mental que se convirtió en el verdadero ideólogo de los Diggers. La más mínima dignidad cívica de hoy comprendería que la rebeldía de este hombre naciera cuando comprobó cómo los terratenientes dejaban a conciencia baldías sus tierras para aumentar los precios y obtener mayores ganancias sin importarles el daño colateral y mísero para las clases pobres. Winstanley se aventuró a ser la mente de un movimiento social pobre y analfabeto; y él mismo reconoció abiertamente este punto débil: “de las mentes irracionalmente ignorantes pueden surgir malas acciones”.
Así ideó una educación continua “hasta que los hombres conocieran todas las artes y lenguase intentó promover la ciencia porqueel miedo a la miseria y a los capataces han impedido muchos inventos valiosos”. Abogaba por la razón universal y evolucionó desde considerar a Cristo como el primer Nivelador (los Cavadores se solían llamar a si mismos como los Verdaderos Niveladores), avanzando hasta las ideas panteístas y materialistas, que después desarrollaría más extensamente el filósofo holandés Baruch Spinoza (1632-1677). Sobre todo destacar una famosa declaración de Winstanley: “Todas las leyes que no estén fundamentadas en la equidad y en la razón, que no otorguen la libertad universal a todos deben ser cortadas de raíz”. Y estamos justo a mitad del siglo XVII.
Obviamente los terratenientes y presbiteranos de la Gentry eran adversos a los Diggers (muchos pensamientos los asocian al comunismo, pero no era el comunismo científico de Marx, ni su época, plenamente industrializada, aquí la propiedad comunal se basó en la tierra, aún así hay similitudes y curiosas coincidencias); con Winstanely al frente de este nuevo movimiento social rápidamente los presbiteranos temieron una eficaz organización de los Diggers, e iniciaron movimientos dentro de los Tribunales para arrojar a los Cavadores de sus tierras comunitarias. Así la aventura épica en la colina de St. George sólo duró un año, hasta que fueron expulsados por órdenes judiciales.


Así en la Historia quedó demostrado que la utopía podía dar frutos, incluso para los estómagos. Y aunque fueron pocos los que comieron de aquella primera y última cosecha de la colina de St. George, sus voces se extendieron por el país y quedaron en la Historia Humana. Son curiosos estos primeros años de guerra civil inglesa, porque muestran unos estratos sociales humildes y analfabetos dejándose llevar por el entusiasmo que mostraban muchos y diversos líderes sociales que aparecieron, incluidos los religiosos en sus facetas sectarias y proféticas. Como si cogiéramos niños y los lanzáramos a luchar unos contra otros, donde los hambrientos se sintieron atraídos por los que prometían un cambio ganador en sus vidas.
Si la sociedad inglesa de entonces y todos sus grupos sociales hubieran hallado un medio común de expresión quizás se hubieran unido en acción y otro panorama histórico hubiera resultado, como ocurrió después con los inicios de la Revolución Francesa. Lo más parecido en esta guerra civil inglesa al respecto es que algunos Niveladores se organizaron dentro de la New Model Army y, creando consejos de soldados, pidieron directamente el sufragio universal (masculino). Eran hombres libres, artesanos, campesinos, burgueses, pequeños nobles y también algunos militares.


Así hicieron acto de presencia dos nuevos personajes fundamentales para la “victoria”: Oliver Cromwell y Thomas Fairfax que, aplazando las causas sociales/políticas, convirtieron a los grupos civiles armados en un ejército moderno y arrollador. Poco tiempo después el rey fue derrotado y capturado en la definitiva batalla de Naseby, 1645. Oficialmente la guerra terminaba, ocultamente muchos terratenientes se preparaban para luchar contra algo más peligroso de lo que fue el rey, los movimientos en pro de la soberanía popular y democracia surgidos en el seno del ejército ciudadano a sus órdenes.
Este deseo del ejército no era uniforme, en realidad estaban divididos y así lo manifestaron claramente ante las diferentes y a veces contradictorias nuevas reformas que solicitaban los diferentes grupos armados: retirada de los impuestos que gravaban los productos básicos de consumo, tolerancia religiosa y otras reformas legislativas. Los Consejos de soldados le propusieron a Cromwell el documento llamado “Pacto del Pueblo”, una verdadera constitución basada en la democracia, que fue rechazada. Incluso Winstanley logró reunirse con Cromwell, exponiéndoles sus ideas democráticas, pero en 1653 Cromwel tomó título vitalicio como lord protector del país e inició su Dictadura. Se acabó la libertad democrática o su posibilidad.
Llegamos al momento más triste de esta Revolución: acallar violentamente la voz de los ciudadanos. Desatándose una eficaz “caza de brujas” a corto plazo, encarcelamientos, ejecuciones, quema de libros. Los principales parlamentarios fueron encarcelados, como Walwyn, Overton y Lilburne; también muchos militares fueron apresados o ejecutados.

La Dictadura

Apareció la famosa Dictadura de Cromwel que heredó su hijo Ricardo, pero no dominó del todo a sus mandos militares y el general Monck, en 1660, restauró la monarquía con el hijo de Carlos I, Carlos II. Durante su reinado se terminó de perfilar el modelo político inglés con dos grandes partidos políticos, el conservador (tory) y el liberal (whig). A Carlos II sucedió su hermano Jacobo II y éste quiso volver al Absolutismo, además quería retornar al catolicismo, por lo que los partidos lo destronaron y colocaron a su hija María.
Aún así, la presencia de Jacobo II ponía nerviosa a la alta sociedad inglesa y, ante la amenaza de una nueva revolución violenta, Jacobo abandonó el país. Fue la llamada Revolución Pacífica de 1688 que colocó a Guillermo de Orange (1689-1702) (esposo de María) en el trono y restableció el gobierno parlamentario en 1689. Acabando con ello el agitado tiempo revolucionario. Su sucesora, Ana (en el trono durante 1702-1714), continuó en la misma línea y así, como gobierno más evolucionado de la época, después de pasar décadas confusas donde brillaron muchas luces de la razón y la libertad, Inglaterra iba a convertirse en el reino más prestigioso y primera potencia a nivel internacional.
Desde la Revolución Inglesa a un principio de Democracia ya asentada podemos establecer un interesante eslabón como hilo de continuación histórica en la figura de John Locke (1632-1704), que tenía diez años cuando comenzó la Revolución Inglesa y se convirtió en un excelente pensador mientras la sociedad se agitaba ante él y los nuevos tiempos aparecían imprevisibles. Muchos historiadores lo consideran como padre del Estado Liberal, pero en este repaso histórico es pieza teórica y fundamental de la vuelta de la Democracia esta vez no en versión Antigua (democracia más directa), sino Moderna (democracia más representativa). Llegando a explicarla como nadie lo hizo antes, ni siquiera los originarios griegos.

Partiendo del derecho natural, curiosamente al igual que el pensador “absolutista” Thomas Hobbes (1588-1679), Locke observó la necesidad de un poder que regulara la ley natural y esta vez no era el rey (como proponía Hobbes) la meta de la lógica, sino la sociedad política organizada por sus propios medios. Porque al ser los hombres libres por naturaleza, libres debían permanecer en las sociedades que formaran y libres habrían de ser las sociedades, por ello los hombres podían ejercer directamente el poder con la democracia, fuera directa o representativa, convirtiendo siempre a la soberanía en propiedad directa del Pueblo y gestionada por sus representantes legítimos.

Hay que mencionar que tanto Hobbes como Locke fueron autores donde quedó reflejado el pensamiento de otros pensadores anteriores como Marsilio de Padua (1275-1342), Guillermo de Ockham (1290-1288) y Johannes Althusius (1557-1638). Con estos antecedentes filosóficos y lógica moderna, Locke, sentó las bases legales que establecieron y establecen como ilegítimos los poderes de los monarcas absolutos, que atentaban contra la libertad natural del hombre. El rey era sometido a las leyes, por fin y con contundencia teórica la soberanía emanaba del pueblo y el estado liberal quedaba servido en la mente y la pluma de este autor, con libros como “Carta sobre la tolerancia” (1689) y “Tratado del Gobierno Civil” (1689).

Cuando aquella Revolución Inglesa desató las libertades de expresión y publicación salieron a la luz las distintas y diversas mentalidades nacientes ante los nuevos tiempos revolucionarios, fue una explosión de diversidad. Pero cuando volvieron a prohibirse y perseguirse otra vez dichas libertades muchos no supieron callar, y otros muchos murieron por ello, pero lograron transmitir sus ideas e ideales a hijos y nietos. Al menos desde 1688 quedó establecido en el Parlamento inglés el principio de libertad de discusión. La Revolución Inglesa no fue un hecho aislado y sin ella no hubiera surgido el nuevo pensamiento político que recorrió Europa en el siglo XVIII, dando como resultado a La Ilustración. Abriendo la puerta final hacia la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y entrando en nuestra Edad Contemporánea.

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