lunes, 9 de octubre de 2017

Tela catalana



Quiero que Cataluña siga en España, que continúe siendo una de las diecisiete columnas que forman la estructura común de las sociedades españolas. Pero este deseo mío obedece más al sentimiento individual que a la lógica común. Porque muchas veces el “mal”, lo incorrecto o erróneo, no proviene de las personas malas, sino de personas buenas que lo están haciendo mal. Como si no bastase querer, sino además saber querer. Para ilustrar el problema cuando el sentimiento dice una cosa y la lógica afirma otra está el ejemplo de una madre cuando su hijo, recién adquirida la mayoría de edad y debido a la crisis económica, debe mudarse a las antípodas para trabajar. Aunque la madre quiera mucho al hijo y desee verlo todos los días para ayudarle mejor en sus primeros años de adulto, la lógica parecerá mostrarle que el mayor bien para su hijo es que marche al lejano extranjero si le espera un empleo digno, aunque allí se case y tenga hijos que serán nietos a los que verá poco. También hay otro ejemplo claro, cuando un padre compra unos dulces empaquetados que le gustan especialmente a su hija porque están en oferta y... no mira la fecha de caducidad, desconociendo que se ponen en oferta porque están próximos a caducar, pero después fácilmente, por descuido o carencia de trabajadores, los productos ofertados y ya caducados se quedan sin retirar de las estanterías del supermercado, pudiendo poner en grave riesgo la salud de su hija. Como si el bien que desconoce o descuida pudiera traer el mal.