viernes, 23 de diciembre de 2016

La sonrisa de Hermes III


Cómo los dioses, inmortalizados en un reino absoluto llamado Olimpo, permitieron la democracia entre los mortales del sexo masculino. «Por la belleza de la sabiduría», sería una bonita respuesta. Entonces, insistamos: ¿cómo los dioses, bajo el reinado y patriarcado de Zeus, permitieron votar a las mortales del sexo femenino? Porque la mitología griega relata que las mujeres pudieron votar en una ekklesia o asamblea paritaria cuando Atenas nacía como ciudad y buscaba protección divina. Las mujeres atenienses votaron... Hasta que la violencia de Poseidón puso en riesgo a toda la ciudad y sólo hubo una manera de aplacarlo: que las atenienses dejasen de votar. Así explica la mitología la anulación del derecho al voto femenino en el gobierno de la ciudad. Y las mujeres no pudieron votar durante unos tres mil años, desde la Antigua Grecia a la Nueva Zelanda de finales del siglo XIX (1893). Como un viaje en el tiempo desde la mitología a la política por el camino de la filosofía: amando el conocimiento.


Primero observemos a la democracia, a secas. Porque este estado elevado de la política: ¿cómo iba a ser un invento de los mortales?, ¿acaso antes no la inventaron y ejercieron los dioses?. Parece deducible que en el Olimpo hubo democracia divina en algún momento, periodo o era. La mitología griega, en su tiempo religión politeista, relata sobre una Edad Dorada donde la gente no necesitaba leyes ni reglas y todos hacían lo correcto. No se cita a la democracia explícitamente, pero se intuye en aquel tiempo dorado. Porque el escrutinio de votos ciudadanos, descubridor público del deseo mayoritario, es una verdad latente, potencial o real. No es inventar una ley o norma, es algo lógico y natural: donde haya un grupo de ciudadanos (mortales o inmortales) hay mayorías en muchos temas; bueno, en realidad en todos los temas, al menos potencialmente. Otra cosa sería que se ejerza este derecho de conocer los datos democráticos de la opinión pública, cuando no sea consulta vinculante, o de conocer los datos políticos emanados de la democracia directa, incluso como ayuda a la democracia representativa (ya que los representantes cumplirían mejor su función si se nutrieran de las indicaciones de las mayorías reales de la opinión pública o de los deseos y voluntades de los ciudadanos a los que representan).

Segundo tenemos a la democracia paritaria, porque la democracia no basta, ha de ser paritaria. Una democracia masculina para el gobierno de una ciudad resulta una dictadura para la mitad de la sociedad ciudadana; no sería una democracia completa y tampoco una dictadura completa, resultando mitad democracia y mitad tiranía. Importante el orden de la observación, primero la democracia, la idea, segundo la manera correcta de ejercerla, el acto. Tan importante es la idea como como el acto. Así, más exactamente, los mortales humanos pudieron vivir un siglo dorado sólo para la mitrad de la sociedad, la masculina (siglo de Pericles, V a. C.). Mientras que mucho antes los dioses vivieron una edad dorada completa, para las dos mitades, y ello benefició a toda la Humanidad. Según el filósofo y poeta Hesíodo (entre los siglos VIII y VII a. C.) la Edad de Oro coincidió con los primeros inmortales del Olimpo. Continúa relatando la mitología, y aquí sí es explícita, que tras el Ocaso de Urano, durante la Edad Dorada del Olimpo reinaban Crono y Rea en forma de pareja, por lo tanto: monarquía paritaria.

Y tercero necesitamos observar el Tiempo. Podríamos decir que en honor a Crono, dios del mismo, porque resulta curioso, cuando Crono cayó del trono del Olimpo y apareció su hijo Zeus ocupando su lugar: se acabó la Edad Dorada. Desde el tiempo titánico a la inmediatez del rayo (Zeus era el dios del rayo). Los dioses ejercían, muy posiblemente, democracia, mientras los humanos estaban muy lejos del concepto. Pues difícil citar una monarquía paritaria entre los humanos, parece que siempre hay o ha existido uno de los dos como miembro principal en la pareja real. Los padres de Zeus reinaron un Tiempo Dorado hasta que el hijo derrocó a sus padres y estableció un reinado «absoluto» . Y ya que tratamos de hallar si hay más rivalidad que asociación entre la sabiduría y la belleza, cuando Crono derrocó a su padre Urano nació la Edad Dorada, y también nació Afrodita, diosa de la belleza. Y la Edad Dorada comenzó a morir cuando Crono temió, debido a una profecía, que un hijo le derrocaría, igual que él hizo con su padre. Así su hijo Zeus lo derrocó y aconteció el Ocaso de Crono y el de la Edad Dorada, pero Zeus vivió el mismo miedo que su padre: que un hijo lo derrocaría. Y al tratar de evitarlo nació Atenea, diosa de la sabiduría.


Zeus estableció una reinado patriarcal y absoluto, pero no hay Ocaso de Zeus, la mitología no relata sobre ello, queda pendiente que un hijo lo derroque, como rezaba la profecía creída y temida por Zeus. En realidad todas estas profecías donde el hijo derroca al padre tiene lógica cuando tratamos a la monarquía divina. Porque son inmortales, y no ocurre como con los reyes mortales que, tarde o temprano, mueren y deben ser sustituidos por su heredero. En la monarquía divina no queda otra que derrocar al rey si se quiere un cambio. Sin embargo esto no ocurrió con el dios rey Zeus. Pero si la Mitología fue compasiva con Zeus, no así resultaría la Historia. En la realidad histórica Zeus pasó de los griegos a los romanos y se hizo llamar Júpiter, pero nunca hubo una mitología después de Zeus o Júpiter, ni siquiera hay historia nuevas sobre Zeus desde hace más de tres milenios. No hay Mitología al respecto, sólo hay Historia, donde un tal Constantino, emperador de los mortales en cuestión, romanos y sus dominios, obligó a servir y creer en otro dios rey. Este emperador mortal y romano acabó (oficialmente) con todos los dioses y sólo dejó uno.

Aún así aquellos dioses eran inmortales, seguro que algún dios o diosa reclamaría un cuarto punto importante: el Optimismo. Como si hubiera que ser optimista y quedando pendiente el retorno a la Edad Dorada. Varios son los motivos que invitan a este lógico optimismo. Uno es que el nuevo dios traído o hecho oficial por Constantino I también mencionó la palabra «democracia» cuando su mesías dijo de construir una «Ekklesia» (que con los siglos derivó en lo que hoy conocemos como Iglesia) para la Humanidad. Ekklesia contiene tres conceptos: Asamblea, Democracia y Ciudadanía (de Atenas), era la asamblea democrática de los ciudadanos de Atenas. Quizás por ello, con este nuevo dios y su retorno a la palabra «ekklesia», más de mil años después de su venida, reapareció la democracia entre los mortales. Esta vez bajo forma de democracia representativa, ocurrió en el siglo XVIII con el nacimiento de un país llamado Estados Unidos. Pero también se trataba de una democracia no divina o humana e incompleta: sin que las mujeres pudiesen votar para elegir representantes (ni ser elegibles), hasta más de un siglo después.

Ahora estamos en una época donde las mujeres pueden votar, al menos en los países desarrollados de la Humanidad. ¿Acaso es testimonio de la vuelta de una Edad Dorada?, ¿ha sido el Tiempo un aliado?, ¿hay nuevo dios?... ¿Sin dios?, ¿sólo rindiendo culto a la lógica y a la razón? Tal vez no baste, los antiguos ciudadanos atenienses sacaron muchas ciencias desde la lógica y muchas filosofías desde la razón. Quizás no basten todas las preguntas y todas las respuestas, quizás no sirva la sabiduría sin el abrazo de la belleza. Necesitamos a Atenea, la diosa de la primera democracia entre los mortales, y necesitamos la manzana de Afrodita. Recordemos el principio de este post, Atenea se convirtió en diosa protectora de Atenas por el voto democrático de sus ciudadanos y ciudadanas, en una ekklesia paritaria. Su rival era el gran Poseidón, que al perder se enfadó tanto que inundó una parte de la península Ática, y sólo hubo una manera de aplacarlo, retirando el voto a las mujeres, ya que Poseidón perdió la votación debido a que todas las mujeres votaron a Atenea.


Atenas surgió, más bien resurgió, en el siglo VIII a. C., estableciendo una época de reyes aparecidos entre los Eupátridas, ricos propietarios que formaban un Consejo, el Areópago, como forma de gobierno junto al rey. Esta aristocracia de los «bien nacidos» (esto significa «eupátridas») gobernaban a los, suponemos, «no bien nacidos», al pueblo, a los «thetes», como llamaban los antiguos griegos a la clase social más baja o pobre, pero que formaba la inmensa mayoría de la sociedad. Algo importante apareció en el surgimiento o resurgimiento de Atenas: el sinoikismos (sinecismo), literalmente: «cohabitación». Es comprensible que ante una invasión de la península ática, todos los asentamientos o poblaciones se unieran para defenderla. Y dicha península cuenta con un factor geográfico esencial: una planicie con una elevación natural en su parte central-sur y muy efectiva para la defensa. Allí se fundó lo que poco después sería la Acrópolis de Atenas. Recordando que Atenas era un nombre en plural, «Las Atenas», posiblemente aludiendo a todas las poblaciones de la Ática que se concentraron en un mismo punto para construir una gran ciudad y estado.

La Mitología diría que, derrocado Crono, el mundo humano entró en sucesivas guerras. En una de ellas la península Ática resistió y se salvó de una poderosa invasión dórica (1200 a.C.), posiblemente por la unión improvisada pero efectiva ante un enemigo común, dando ejemplo práctico o razones para el sinecismo ateniense. Más tarde los ciudadanos atenienses presumieron de ser jónicos puros. Pero en la realidad histórica, por lo tanto elemento importante en la evolución humana, los antiguos atenienses pudieron y pueden presumir de formar el primer sistema social conocido que amaba el conocimiento, por encima de reyes y dioses, por encima de la política y de la religión: amaban a la sabiduría. Y aunque no dejaban votar a mujeres, metecos (extranjeros) y esclavos, en muchas academias todos tenían entrada libre. Las escuelas, academias y bibliotecas de Atenas fueron las mayores fuentes de la sabiduría humana hasta que fueron cerradas por Justiniano en el año 529 d. C. Mil años alumbrando al conocimiento humano.


El conocimiento llevó la democracia a Atenas, pero en qué medida necesitaron fundamentarlo con su religión politeísta. Bendita mitología, historias que fueron ensayos para muchos lectores de la Antigüedad, ahora son literatura de ficción. Pero algo no cambia, somos ciudadanos democráticos sometidos a un poder "divino", la ignorancia, más concretamente lo que ignoramos, ojalá todavía, del Cosmos y de la Evolución. ¿Cuántas galaxias hay?, ¿y cuántos universos?, ¿energía oscura?, ¿qué provocó la vida en la Tierra?, ¿por qué es tan inteligente la Evolución?, son preguntas cuyas respuestas verdaderas ignoramos. Pero tenemos al mito, seguimos teniendo al mito. Después que las ciencias nacieran en la Antigua Grecia y nos hayan dado tanta sabiduría, no es suficiente, queremos más de la que obtenemos y... construimos mitos.

Si hay dioses y son más sabios que nosotros: ¿no han de ser mejor democráticos que nosotros?, ¿y cómo se consigue una democracia mejor a la que ejercemos nosotros? La sonrisa de Hermes cuando un simple mortal decidió quién era la diosa más hermosa: resulta una metáfora de la democracia divina. ¿Pues quién mejor que la mayoría entre los dioses para elegir a la diosa más hermosa? Ese escrutinio nos revelaría a la legítima dueña de la manzana de oro. En su ausencia parecen legítimos los votos de los mortales humanos... Si se atreven a crear mitos sobre un Olimpo democrático.

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