viernes, 19 de junio de 2015

El planeta de los granitos de tierra

GRANITOLANDIA
El planeta de los granitos de tierra


Hace cinco mil millones de años ocurrió en lo más profundo del Universo que se desprendió de una solitaria estrella una nube incandescente de polvo y gas. Las explosiones fueron tan violentas que pareció por un instante que la propia galaxia iba a reventar. Poco a poco la nube fue apartándose del poderoso astro. Alejada del enorme foco de calor comenzó a enfriarse. El polvo se solidificó formando una masa redonda que pronto cubrió el gas en forma de atmósfera. Acababa de nacer un planeta...


El recién nacido inició su primera órbita alrededor de la estrella convertido en una esfera casi perfecta y completamente lisa. En la parte baja de la atmósfera formada por el gas se creó una densa niebla oscura. Desde lejos el planeta parecía un punto negro desdibujado en un horizonte estelar. Tanta luz alrededor del pequeño nacido y, sin embargo, la baja atmósfera impedía que la claridad bañara las inmensas llanuras de su superficie. De esta manera pasaron doscientos millones de años, tiempo suficiente para que uno de los misterios del universo fuera a suceder.

Cuando ya parecía todo eternamente inmutable surgió a lo lejos un cometa. Era el “Eterno Portador de Vida”. Efectivamente, este veloz astro forma parte de una leyenda sideral tan antigua como el propio Cosmos. Según la cual, el ser supremo utiliza este cometa para repartir vida por todos los sistemas estelares. La historia relata también que encargó la tarea de pilotarlo a un extraño ser que nadie ha visto jamás y llamado “Sitsi”. Se cuenta que este ente inimaginable tiene la misión de dar vida a un planeta de cada Sol. “Por cada estrella un mundo”, lema de Sitsi. Por esto se alegró mucho cuando divisó al nuevo y solitario planeta. Mil millones de años antes, es decir, el tiempo que este navegante espacial emplea en dar una vuelta completa al Universo, el recién nacido no estaba. Pero ahora el pequeño se encontraba allí, a lo lejos, cerca de su estrella/madre.

Invadido por la emoción Sitsi puso proa y rumbo al planeta sin nombre. Llegó y dio varias pasadas por su órbita, derramando vida por doquier. Cuando acabó y se dispuso a marchar, lo miró durante un momento y pensó: “Dentro de mil millones de años volveré a visitarte y me gustaría contemplar una hermosa vida en ti”. Con esta esperanza marchó en su eterno viaje. Así pasó mucho tiempo y en el planeta parecía que nada había cambiado. En su superficie sólo existía llanura, oscuridad, polvo y tierra. ¿Acaso Sitsi había fracasado?

La respuesta no tardó en llegar porque, de pronto, algunos granitos de tierra comenzaron a moverse lentamente. Lo asombroso era cierto. Aquellas miniaturas casi insignificantes cobraron vida. Y millones de granitos de tierra que cubrían la superficie del planeta surgieron como una nueva especie espontánea. Como eran redondos tenían que rodar sobre si mismos para realizar cualquier movimiento. Aquellos primeros “pasos” eran torpes, sin sentido ni dirección premeditada.

Transcurrieron millones de años más y sus cuerpos fueron transformándose poco a poco y, de esta manera, se adaptaron mejor al espacio que les rodeaba. La especie de los Granitos de Tierra comenzaba a diseñarse de forma natural y ayudados por el tiempo. Todos tenían cuerpos redondos sin cuello alguno, grandes ojos, extremidades cortas, finas y delgadas, cuatro dedos en las manos y tres en los pies. Pero lo más destacado en aquellos diminutos seres era la piel, que parecía como pequeñitos muros de piedra.

El nacimiento global de la especie fue lento y prolongado. Al principio se comunicaban entre ellos con gestos, posturas y monosílabos sonoros. Pero con el paso de los milenios progresaron en la comunicación y crearon un lenguaje rico y variado. Sin embargo entre tanta evolución hubo algo que no cambió en el entorno, siempre era noche cerrada. La oscuridad prolongada, sin estrellas y nublada, pesaba enormemente en el ánimo de esta especie.

Algunos granitos de tierra caminaban todo el tiempo de un lado a otro intentando escapar de aquella poderosa niebla oscura. Otros, pasaban horas y horas mirando al cielo negro. Observaban atentamente la parte superior, pues se divisaba, casi se imaginaba, una claridad lejana. Era el resplandor de una esperanza que atravesaba un mar de tinieblas hasta llegar a la vista miope de aquellos liliputienses seres. Esta visión de momentos, entre un ir y venir de tempestades tenebrosas, hacía nacer y mantener la esperanza de que en algún momento llegarían a ver la luz del Sol.

La oscuridad perenne continuaba impregnando toda la superficie planetaria. Los granitos de tierra más débiles solían llorar. Los más astutos en silencio pensaban. Así el tiempo parecía inmóvil y el futuro se presentaba desesperado. Pero el Destino es a veces caprichoso y se manifiesta inesperadamente. Como sucedió a un granito de tierra que, cansado de tanto andar, se sentó y comenzó a pensar. Pasó algo de tiempo y, de pronto, se puso en pie y reflexionando en voz alta dedujo: “Si nos subiéramos unos encima de otros ganaríamos altura y, como consecuencia, llegaríamos al cielo y podríamos ver la luz... ¡Sí!. ¡Lo encontré!. ¡Lo encontré!”.

Aquel pensador no se lo podía creer, había encontrado una solución fácil a un problema que instantes antes parecía imposible de resolver. Impulsado por el entusiasmo corrió a dar la buena nueva a sus compañeros. Por fin encontraron la manera teórica de llegar a la luz. Era la lógica y rápidamente se propagó por todo el contorno. Y allí mismo, en el lugar donde se descubrió la solución se reunieron en pocas horas miles de granitos de tierra, se montaron unos encima de otros y formaron un pequeño montón. La noticia continuaba propagándose y hacia el lugar iba llegando una muchedumbre procedente de todas las zonas planetarias. Todos querían participar en aquella empresa. Era la única salida para una situación de oscuridad inaguantable. De esta manera el montículo de tierra fue elevándose poco a poco. A los pequeños corazones de piedra llegó algo desconocido hasta entonces: la alegría del entusiasmo.

Pero en los primeros pasos inteligentes de aquella especie no faltó la aparición también de la avaricia, que engendró la ignorancia suficiente para introducirse en las primeras acciones aparentemente lógicas. Por ello, el grupo que se estaba formando pensó que era más productivo y ventajoso admitir sólo a los granitos de tierra más grandes y robustos. Imaginaron que de esta manera el montículo sería cada vez más alto y en menos tiempo. Y así hicieron. A partir de entonces los organizadores del grupo sólo aceptaban a los fuertes y corpulentos, despreciando a los pequeños y débiles. Con esta decisión nació la primera ideología marginal; según la cual, los fuertes eran los únicos destinados a llegar a la Luz. Estos fuertes se llenaron de orgullo, hicieron una gran fiesta y bautizaron al grupo con el nombre de “Aña”, que en su idioma significaba “asociación de los fuertes”.

Los pequeños y débiles ya no fueron requeridos para participar en la tarea de hallar la Luz. Se sintieron traicionados y condenados eternamente a la oscuridad. Desesperados, quedaron esparcidos por todo el planeta. La tristeza invadió sus pequeños corazones mientras observaban desde lejos cómo crecían los añas. Así que no tardó mucho en aparecer la envidia en sus pensamientos y el odio en sus sentimientos. Lo que parecía impotencia daba sus peores frutos. Sin embargo, la emanación y multiplicación de la lógica era irreversible y apta para todos. Otro cambio no tardaría en manifestarse. Muy poco tiempo después tres granitos de tierra débiles decidieron hacer una reunión para hablar de sus problemas. En ella fueron conscientes que la lógica se manifestó para todos. Esta conclusión les condujo, inesperadamente, hacia una solución paralela.

Uno de ellos afirmó:
_ Los añas son fuertes y grandes, pero todos nosotros unidos somos más numerosos. Y podríamos agruparnos y hacer igual que ellos.
Otro decidió:
_ Entonces vamos a buscar más granitos de tierra como nosotros y hagamos otro montículo.
Y un tercero, bautizando, exclamó:
_ ¡Eso, eso!. ¡Y nos llamaremos “Mont”, que significa “los muchos”!.

Con estas palabras nació otro grupo que comenzó a crecer rápidamente. La superficie del planeta dejó de ser lisa. Dos montículos se elevaban hacia el cielo. El trabajo para los dos grupos fue duro y paciente. Estuvieron años reclutando nuevos compañeros. Hasta que, inevitablemente, ya no quedaron más granitos de tierra disponibles. Todos estaban agrupados entre uno u otro grupo. Este hecho representó toda una sorpresa desagradable y las dos agrupaciones se vieron ante el mismo problema.

_ No hay nadie más -decían los fuertes-.
_ No queda nadie suelto -sentenciaban los numerosos-.

Entre el desconcierto la casualidad hizo acto de presencia. Los dos grupos alcanzaron una misma elevación, ambos medían unos mil metros de altura. Casi rozaban el cielo, faltaba tan poco que la desesperación se hizo común para ambos montículos. Vino después un tiempo de feroz rivalidad donde las traiciones y los insultos se hicieron casi insoportables, produciendo escenas dolorosas en ambas partes. La lógica parecía que no había traído nada bueno a aquel pequeño planeta. Muchos opinaban que el futuro sería un caos interminable. Algunos afirmaban que ninguno de los dos grupos llegarían a la Luz. Otros no sabían qué pensar. Pero el Destino, sabio guardián de sorpresas, preparaba una espectacular.

Ocurrió que desde el Espacio exterior llegó un meteorito que se partió en mil pedazos al entrar en contacto con la atmósfera. Entre los grandes trozos de piedra que cayeron apareció milagrosamente un granito de tierra ¡vivo!. Aquel ser inesperado al ser visto fue rápidamente codiciado por ambos grupos, pues suponía un eslabón más en sus respectivas ambiciones de grandeza. Los añas no perdieron tiempo y fueron a hablar con él. Cuando llegaron uno de los cabecillas dijo:

_ ¡Hola pequeño!. Somos el grupo Aña, el de los fuertes. Venimos a pedirte que te unas a nosotros. ¿Qué decides?
Pero el llegado no decidió, sino que preguntó:
_ ¿Para qué queréis que me una a vosotros?
_ Porque queremos llegar al cielo y encontrar la luz. Además si te unes a nosotros seremos más alto que los monts.
El “pequeño” quedó un instante en silencio y después manifestó:
_ Necesito pensar antes de decidir. Si volvéis mañana a esta misma hora os diré mi decisión.

Dicho esto el grupo Aña marchó con el propósito de volver al día siguiente. Después ocurrió lo esperado, llegó también el grupo Mont y saludaron diciendo:
_ ¡Hola solitario!, somos el grupo de los numerosos. Hemos venido a proponerte que te alíes con nosotros. ¿Qué dices a esto?
Pero el “solitario” no dijo, sino que manifestó:
_ ¿Para qué queréis que me alíe con vosotros?
_ Para llegar al cielo y ver la Luz. Además así seremos más altos que los añas.
El “solitario” quedó un momento en silencio y después afirmó:
_ Lo pensaré. Mañana un poco antes de esta hora os diré mi decisión.

El grupo Mont marchó expectante. El pequeño y solitario hizo algo que parecía peligroso, había citado a los dos grupos el mismo día y a la misma hora. Cualquier cosa podía ocurrir. Pero ¿quién era este misterioso ser llegado del Espacio?. A la misma hora que habían sido citados aparecieron los dos grupos. Al verse unos frente a otros quedaron mudos e indecisos. Después se escucharon voces e insultos. Pero intervino el llegado diciendo:

_ ¡Silencio por favor!. Vosotros me habéis llamado “pequeño” y “solitario”, sin embargo procedo de un planeta muy poblado y soy portador de una inmensa grandeza. He venido para ayudar a todos. O mejor dicho, a mostrar el camino para que os ayudéis vosotros mismos. Tuvisteis una oportunidad única cuando encontrasteis el camino de la razón. La lógica bondadosa os mostró que a través de una unión entre todos vosotros aparecería la Luz. Pero deformasteis esta verdad convirtiéndola en lógica negativa. En vez de una unión formasteis dos uniones y os lanzasteis al enfrentamiento entre semejantes. Este error ha estado a punto de costar la vida global y os mantiene lejos de la Luz. ¿Es que acaso no os dais cuenta que si formáis un solo grupo llegareis por fin a la luz?

En ese momento un granito aña se atrevió a replicar.
_ Pero llevamos siglos enfrentados, no podemos borrar todo el deseo de venganza y odio en un solo día.
Se lo estaban poniendo difícil al visitante. Pero éste ni se inmutó y continuó hablando.
_ Más tiempo lleva la Luz encima de vuestra oscuridad sin que la podáis divisar. Pero si me apuráis os diré que ni siquiera se trata de sentimientos. No os hablaré de amor, que es lo más poderoso que existe, ni tampoco hablemos de vuestro odio, que es vuestra poderosa debilidad común. Hablemos de inteligencia, de saber qué es lo que más os conviene y de cómo conseguirlo. El primer paso es reconocer los errores. Vosotros los añas fuisteis torpes, porque lo que suponíais que era vuestra fuerza es ahora vuestra debilidad. Y vosotros los monts sois igual de débiles, porque vuestra solidaridad inicial sólo os ha conducido a la división y enfrentamiento entre hermanos. Pero he aquí que si unís vuestras respectivas debilidades se convertirán en una poderosa fuerza inigualable, de tal magnitud que si la usáis pasaréis de la oscuridad a la luz, de la guerra a la paz y del fomento del odio a la rentabilidad del amor. Esto es lo que os quiero proponer. Y ahora que lo sabéis os pregunto ¿estáis dispuestos a unir vuestros dos grupos en uno sólo y llegar así a la luz?

Los dos grupos quedaron perplejos y sorprendidos por aquel discurso y proposición. No sabían qué hacer. Se escucharon algunos comentarios.
_ ¡Qué granito de tierra más listo!.
_ ¿Será verdad lo que ha dicho?.
Uno de ellos hasta llegó a preguntarle:
_ ¿Por qué sabes tanto?.
Y él respondió:
_ Porque procedo de un lejano planeta que una vez tuvo el mismo problema que vosotros tenéis ahora...
Alguien le interrumpió con un dilema:
_ Si vivías en un lejano planeta con luz, ¿qué haces aquí ahora en la oscuridad?.
_ Esa es una buena pregunta que merece una sabia respuesta. Os contaré. En mi planeta llegamos a la Luz después de muchas guerras y odios vencidos. Cuando ocurrió todo era felicidad y alegría. Pasó el tiempo y nos acostumbramos a este buen estado de ánimo. Pero la inteligencia prosiguió su desarrollo entre nosotros. Así nos dimos cuenta que la felicidad no sirve para mucho cuando se descubre que en otros planetas viven aún en la oscuridad total. El dolor y sufrimiento de muchas zonas del universo llegaban hasta nuestras conciencias. Y al descubrir que nosotros podíamos llevar la Luz a muchos hermanos intergalácticos, nos sentimos culpables de no hacerlo. Y con sentimientos de culpabilidad no se puede ser feliz. Por eso acordamos que un grupo de nosotros viajaría por el Cosmos en busca de planetas oscuros para invitar a sus habitantes a poner en práctica la solución que conduce a la Luz. De esta manera en mi mundo dejamos de sentirnos culpables y volvimos a sentirnos felices al saber que muchos de nosotros habíamos partido como mensajeros de la Luz. Por eso estoy aquí entre vosotros.

Todos los presentes quedaron boquiabiertos. Demasiadas verdades en tan poco tiempo. No tenían capacidad para reaccionar. Pero el enviado aprovechó el momento de incertidumbre y prosiguió con decisión:
_ Bueno, basta ya de charla y comencemos la tarea porque... ¿tenéis ganas de ver la Luz?.
Esta vez hubo reacción en forma de grito colectivo:
_ ¡¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!!

La unísona voz fue tan fuerte y elevada que pareció salir de la oscuridad y llegar al mismísimo cielo de luz. Todos saltaron de alegría. Añas y monts se abrazaron y felicitaron mutuamente. Cantaron y bailaron celebrando la llegada de la paz y la fraternidad. Con esta felicidad iniciaron la empresa más grande que jamás se hizo en aquel pequeño planeta oscuro. Así, en un corto periodo de tiempo todos se agruparon en un único grupo. Y he aquí que por fin llegaron a la Luz y un milagro pareció producirse. La negra niebla, al ser perforada por el inmenso montículo, se replegó sobre si misma como un gigantesco remolino y ¡desapreció!. El deleite general fue imparable. La claridad llegó a todas partes y mostró la hermosura del planeta largamente cubierta. Era espectacular. Y en aquel momento se escuchó la voz del enviado que desde la cúspide del enorme montículo gritaba:

_ Y ahora os diré mi decisión. No me uniré a los añas, no me uniré a los monts. Me uniré al recién nacido grupo “MONT-AÑA”.

Y así nacieron las montañas en aquel planeta. Desde entonces sus cimas son las primeras en recibir los rayos de luz de las mañanas y las últimas en despedirlos por las tardes.

Mucho tiempo después volvió a pasar el Cometa Portador de Vida. Sitsi quedó prendado con tanta hermosura viva. Valles, cordilleras y mesetas irradiaban luz por todas partes. Se puso tan contento que bautizó al planeta con el nombre de “La Tierra”, en honor a sus primeros seres vivos. Y volvió a derramar vida por doquier. De ella nacieron los vegetales que pronto cubrió a casi todo el planeta de un frondoso color verde. Mil millones de años después volvió a pasar y otra vez quedó maravillado. Esta vez también derramó vida por todas partes y de ella nació el mundo animal. El planeta parecía un paraíso con tantos seres conviviendo en una diversidad armoniosa y equilibrada. Otro milenio de millones de años después retornó Sitsi a bordo de su cometa y al ver toda aquella grandeza viva quedó de nuevo impresionado. Así que otra vez derramó vida. Y surgieron los humanos.

Pasó el tiempo y los humanos comenzaron a evolucionar, hasta llegaron a ser algo inteligentes. Pero en los primeros pasos sabios de aquella especie no faltó la aparición de la avaricia, que engendró la ignorancia suficiente para introducirse en las primeras acciones aparentemente lógicas. Formaron muchos grupos separados buscando el bien común. Las fuerzas de esos grupos chocaron entre ellas apareciendo una debilidad global que todavía no ha sido solucionada. Guerras, hambre, maltratos a la tierra, a los animales y a la vegetación. Los humanos tienen ahora poder suficiente para destruir toda la Creación de la vida o para moldear sabiamente su crecimiento, ¿qué pasará? ¿Acaso llegará a la Humanidad la visita de un ser galáctico mucho más inteligente, ó podrá la Humanidad por si misma encontrar la inteligencia suficiente para que la Paz y la Libertad cubran con su Luz a todo el planeta Tierra? ¿Se alegrará Sitsi cuando vuelva la próxima vez?

Muchos ya saben que en este planeta todo está vivo, hasta la tierra está viva, sólo queda por comprobar si la evolución humana nos llevará o continuará llevándonos a todos hacia la Luz...

FIN 

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