domingo, 13 de noviembre de 2016

La sonrisa de Hermes

Para la diosa más hermosa


¿Dónde comenzar una historia hermosa con digno contenido? Quiero conseguir un relato donde la Belleza se case con la Inteligencia, dando a luz un texto que ofrezca frutas dulces a las aventuras lectoras. Creo que es un buen propósito ante una pantalla en blanco que ya comienza a dibujar sus primeros trazos. Recordando que un relato suele nacer del cruce de otros muchos. Y desde cualquiera de ellos podemos partir hacia un digno contenido. En este caso la esencia vital de esta historia quiero que sea el sentimiento humano, participando de la Sabiduría y de la voluntad de responder aún sin contar con datos suficientes desde las ciencias. Sentir el conocimiento sin poderlo demostrar matemáticamente, no para convencer a nadie, sino para uno mismo.


Por ejemplo, ¿qué se siente cuando se elige, por necesidad o por curiosidad, más allá de la Lógica y de la Razón? Porque éstas, y por citar un ejemplo, no pueden explicarnos qué es el Universo y de dónde procede. Entonces: qué sientes o qué siento cuando intentamos saber a través de las sensaciones, intuiciones, emociones y sentimientos qué es el Universo. ¿Realmente elegimos lo que sentimos o directamente construimos emocionalmente las máximas verdades que escapan a nuestro raciocinio? No tenemos certezas suficientes para saber a ciencia cierta qué es el Cosmos, pero tenemos sentimientos, mejor dicho, somos sentimientos con extensiones emocionales, no sólo racionales. Y algunos necesitamos sentir esta gran verdad del Universo, u otras grandes verdades, que aparecen como retos más allá de la sabiduría demostrable por lógicas, razonamientos o matemáticamente.

Bueno, pensándolo mejor, tenemos sentimientos, emociones y... también tenemos Mitología. Parece una buena embarcación para navegar más allá de la Lógica y de la Razón; no así de la Coherencia, que intentaremos llevar como compañera y tripulante. Nos recuerda que ya hemos utilizado muchos femeninos con mayúsculas, Belleza, Inteligencia, Sabiduría, Lógica, Razón, Matemáticas, Coherencia, Mitología... Parecen circunstancias suficientes para agasajar a la lectura femenina en el comienzo de esta historia. Pero cómo llamar la atención femenina para después acariciarla. ¿Con una profunda historia de amor vivida por un hermoso joven? Habrá que intentarlo. Reclamemos a Paris, príncipe troyano con fama de bello y que en estos momentos permanece solo, sentado y desnudo sobre una piedra alisada por el oleaje, ahora apartado por la marea baja. Acaba de bañarse en las aguas del mar y, mojado, contempla el horizonte marino. Sueña despierto, siente una mujer amada incluso antes de conocerla. Su corazón masculino intenta pronunciar un nombre de mujer desconocido. No puede, pero lo intenta y se esfuerza. Tanta fuerza sentimental merece ser importante, ¡pongamos un dios ante Paris!

Los cielos se abren como si fueran dos cortinas titánicas, apareciendo una claridad nueva y amable. Al mismo tiempo una pequeña luz se concentra en un punto de la arena cercana a Paris y surge Hermes, hijo y heraldo de Zeus. Un verdadero gigante con un cielo hermoso y blanco detrás. Paris queda impresionado y en su interior algo poderoso se desata. No en vano es hijo del rey de Troya, una potencia del momento, y aunque algunos crean verlo como un humilde pastor es uno de los jóvenes más poderosos entre los humanos de su generación. Su guardia personal, alejada unos cien metros porque él pidió estar solo en la orilla, permanece dormida por la magia de Hermes. Así Paris se encuentra solo ante los dioses y siente miedo. Hermes lo sabe y utiliza un tono de voz que invita a la serenidad.

_ Hola Paris, soy Hermes, estoy aquí porque mi padre Zeus te ha elegido entre todos los mortales para una misión importante. 

Paris se incorpora asustado y se arrodilla, acertando a decir:

_ Qué misión, gran dios.
_Algo imposible
-responde tranquilamente Hermes con su habitual ironía-.
_¿Imposible?
_Sí, porque las tres mejores diosas del Olimpo vendrán a suplicarte, y eso no lo he conseguido ni yo, incluso siendo el dios del engaño -esta vez no miente, entre sus muchos atributos es dios del engaño y el protector de ladrones-.

_¿A mí?, ¿por qué?, gran dios.
_Ninguna de esas preguntas es la acertada para iniciar una adecuada comprensión, Paris, inténtalo de nuevo.
_ Pues... -Paris duda unos instantes, debe preguntar quiénes son las tres diosas o...-, ¿qué cosa vendrán a suplicarme?

_Buena pregunta. La respuesta es que has sido elegido por el Olimpo para decidir libremente quién es la más hermosa entre tres diosas: Hera, Atenea y Afrodita. Para ello el gran Zeus ha establecido que cada una de ellas te aparezca en solitario el tiempo suficiente para que puedas contemplarlas bien. Y yo, como las conozco, añado que seguramente intentarán comprar tu decisión, para ello te ofrecerán todo lo bueno que estas diosas pueden conceder a los mortales.

Un alargado silencio se establece, como si Hermes diera tiempo a Zeus para intervenir o corregir algo. Hasta que Paris se pone algo nervioso y se atreve a preguntar:

_¿Puedo ya preguntar por qué yo?
_Porque así es considerado justo por Zeus -afirma el dios mensajero-, dictando que el más bello entre los varones mortales decidirá quién es la diosa más hermosa.
_Pero son mucho más poderosas que yo, gran Hermes, ellas podrían obligarme.
_No temas, Zeus ha establecido que tu decisión será libre y sin manipulaciones, así que no pongas en duda el poder del rey del Olimpo. No tengas miedo, ninguna diosa podrá hacerte nada malo.
_No sé qué decir salvo que me siento muy honrado y cumpliré el deseo del Olimpo.
_Que así sea. Marcharé y ahora diosa a diosa vendrán a verte, después volveré y me dirás tu decisión.


Dicho esto el dios desaparece, pero el cielo sigue blanco. Al instante algo comienza a descender. Más cerca ese algo se convierte en alguien, una hermosa mujer. Y ya a pocos metros de Paris se presenta una espléndida diosa, Hera, esposa de Zeus. Que ofrece la máxima riqueza y el máximo poder a Paris si la elige a ella como a la más hermosa. El joven observa la desnudez divina con el tiempo suficiente. Sin duda alguna es la mujer desnuda más bella que ha visto. Curiosamente, dada la juventud de Paris, no hay erección masculina, posiblemente porque Zeus no lo permite. Acto seguido Hera desaparece, como Zeus había establecido. Pero otra diosa viene ya descendiendo desde los cielos. Se trata de Atenea, hija de Zeus. Desnuda ante Paris le promete victorias en todas las guerras donde participe y la mayor fama entre los mortales si la señala a ella. Paris la observa admirando su hermosura, nunca vio una mujer tan bella. Seguramente, si el imaginario de su corazón masculino no estuviera amando a una humana desconocida, se enamoraría de ella. Algo así debe sentir mientras Atenea desaparece.


Y otra diosa desciende desde los cielos, esta vez: Afrodita, de una generación anterior a la de Zeus y diosa del amor. La hermosura de esta divinidad desnuda resulta apabullante ante Paris. Además, la mirada femenina penetra en la desnudez masculina y, si Zeus no lo estuviera evitando, Paris caería hipnotizado ante tales bellezas de aquella beldad. Y cuando Afrodita habla una belleza más se desata, porque le ofrece el amor de la mujer humana más hermosa de todas. Paris, emocionado, añade que la hermosura también cuenta en el interior o intelecto de las mujeres. Y queda intrigado porque, justo cuando iba a preguntar cómo se llamaba la mujer humana más hermosa del mundo, Afrodita desaparece. Un minuto después, tiempo suficiente donde Paris despliega en su corazón una poderosa esperanza de amor, aparece Hermes para escuchar la decisión del joven troyano. Y éste afirma sin dudas: «Afrodita es la diosa más hermosa».

Hermes sonríe, y la sonrisa simboliza a la Inteligencia, después pasa una manzana de oro a Paris y le pide que se la entregue a su elegida. Al instante llama a las tres diosas que, esta vez, aparecen vestidas. Paris se adelanta y entrega la manzana de oro a Afrodita. La diosa toma la manzana sonriendo y después marchan las tres. Hermes, en nombre de Zeus, agradece a Paris el servicio y también desaparece, volviendo el cielo a ser azul; y este presente al pasado. 


 Afrodita ganó, dio con el precio exacto de Paris y pudo comprar el trofeo que a partir de entonces exhibiría con orgullo, así se convirtió en la diosa más hermosa de todas. Además pagó religiosamente a Paris, días después conoció y se enamoró de Helena, la más hermosa de las mujeres bajo criterio divino, incluido el intelecto femenino. Pero Helena estaba casada con el rey de Esparta, lo que motivó la famosa Guerra de Troya. Donde la mitología explica, y a ratos la historia, que los griegos, todas su polis, fueron capaces de unirse ante enemigo común. Por ello La historia de la Manzana de Oro resulta curiosa y quizás previsible respecto a Paris. Al humano más hermoso le ofrecieron el máximo poder y la máxima riqueza, pero no era esto aquello que Paris sentía en su corazón. Le ofrecieron las victorias militares, y con ellas las políticas, las económicas y las religiosas, pero no eran las victorias guerreras, ni la fama nacida de ellas, aquello que él sentía en su corazón. Le ofrecieron el amor de Helena, una mujer a la que no conocía y con un nombre que no sabía, y aquello era lo que Paris sentía en su corazón.

Esto nos daría la forma, la Belleza, pero nos falta la Inteligencia, o detallarla, porque ha sonreído como una pícara en los labios de Hermes. Para ello debemos retroceder un poco más de aquel pasado, no mucho, justo antes que Paris se sentara en la piedra alisada por el oleaje. En ese mismo momento se celebraba una fiesta divina por la boda entre Peleo y Tetis que, temiendo a Eris, la diosa de la Discordia, decidieron no invitarla. Pera esta hija de Zeus decidió acudir. Apareciendo cuando Hera, Afrodita y Atenea, las diosas más poderosas, se encontraban alrededor de una misma mesa y acompañadas por el mismísimo Zeus. Eris también era muy poderosa, capaz de sembrar la discordia entre otras diosas más influyentes, e incluso de comprometer seriamente al mismísimo rey de todos los dioses, el gran Zeus. Así es comprensible que todos la miraran cuando irrumpió en la sala de celebración y se dirigió a la mesa de Zeus. Donde permanecían sentadas las diosas que poco tiempo después iban a competir ante Paris por conseguir el trono de la más hermosa divinidad femenina.

 Sin duda alguna mucha inteligencia debía esgrimir Eris para conseguir aquel propósito. Y lo hizo sencillo, dejando una manzana de oro en la mesa con un mensaje tallado: «Para la diosa más hermosa». Hera, Atenea y Afrodita se miraron entre ellas y después miraron atentas a Zeus, cada una reclamando con los ojos aquella manzana de oro. Para todos los presentes quedó claro que Zeus tenía un problema. Hera estaba casada con Zeus y Atenea era hija de Zeus. Si elegía él a las más hermosa se encontraría ante los reproches de su esposa o el dolor de su hija. Si elegía él: perdía. Así al máximo dios del Olimpo se le ocurrió que aquella cuestión debía ser resuelta por el varón más hermoso entre los mortales. Y ante la pregunta sobre quién era ese sujeto apareció el nombre de Paris. El resto de la historia de Paris y la manzana de oro ya la sabemos, aunque posiblemente él nunca supo de dónde provino el motivo central de su historia de amor con Helena. Un amor inmenso entre un hombre y una mujer a cambio de una guerra épica, la de Troya. Tremendo holocausto para aquella ciudad. Tremenda encrucijada para la Ética, ¿puede el amor justificar una guerra?

Muchos pensadores han dado vueltas a la cuestión de esta bella historia mitológica, pero: ¿la inteligencia realmente es representada por Eris y después por Zeus? Entonces he aquí una atrevida conclusión capaz de llevarnos de una ciudad destruida a otra que está naciendo. Eris mostró mucha inteligencia al crear la manzana de oro y colocarla en el lugar y momento oportunos. Zeus también mostró inteligencia resolviendo el desafío, pero quien resolvió más favorablemente fue Atenea. Principalmente por dos razones, una: Atenea era diosa de la sabiduría, dos: también era diosa de la victoria. (nadie podía derrotarla, a menos que ella quisiera). Además era virgen, siempre lo fue o siempre lo ha sido, nunca hizo el acto sexual con hombre o dios. Ella no necesitaba a la belleza estética para atraer a ningún hombre o dios. Por otro lado y sobre la virginidad algunos preguntan: ¿existe mayor belleza femenina que en la virginidad? O incluso a nivel individual, ¿cuándo existe más belleza en una mujer deseada (o en un hombre deseado): antes o después de hacer el amor?, ¿en la mutua conquista o con la pareja ya consolidada?

La sonrisa de Hermes a la decisión de Paris fue un reflejo cómplice de darse cuenta que, en la profunda realidad, Atenea había ganado. Paris elegía a Afrodita como la más bella pero era Atenea quien ganaba. En cierta manera a la discordia se le vence con sabiduría. Eris, o la discordia, aportó un imprevisto, resultando la manzana de oro una actualidad nueva donde sacar partido. Atenea aprovechó el momento, era una diosa de Estado y favorable a la unión de las polis griegas en un frente común. También era diosa de la guerra justa, y una guerra contra Troya uniría a las ciudades estado griegas. Si a esto añadimos que, como diosa de la sabiduría, sabía que la humana más hermosa estaba ya casada, ¡con el mismísimo rey de Esparta!, posiblemente la polis griega más guerrera, el círculo lógico se completaría y quedaría claro que Atenea no quiso ser elegida porque no utilizó la misma propuesta que Afrodita, aún sabiendo que era la correcta para comprar el voto de Paris.

Esta es otra, Paris no votó libremente, vendió su voto, apareciendo una pregunta obvia, porque si hubiera votado libre o gratuitamente: ¿a quién hubiera elegido? Además ganó sólo temporalmente, porque nos relata la mitología que Helena volvió a Esparta junto a su marido Menelao. Conclusión, la historia de la manzana de oro nos deja en un misterio: ¿quién es, en realidad, la diosa más hermosa? Y al contrario de lo que creen algunos, no lo sabemos; porque el propio relato dice que el voto fue comprado. Paris vendió su voto y, en esta ocasión, la mitología no puede avanzar más allá. Así que aquí nos quedamos solos con nuestras emociones, sentimientos e intuiciones, sólo con ellas podremos responder quién es la diosa más hermosa. La lógica y los razonamientos nos ofrecerán las piezas, y nuestras sensaciones y sentimientos comenzarán a unirlas hasta hallar una respuesta. Un bello motivo para un digno contenido del próximo post. :-)

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